Tenía un grato recuerdo de mi primer contacto con Stanislaw Lem por su increíblemente divertida novela Cuentos de Robots; no en vano lo consideré el mejor libro de mi lista de 2013.

Mi segundo libro de este autor polaco fue su famosa Solaris, llevada al cine en dos ocasiones, la última protagonizada por George Clooney.

Recuerdo esa película por ser, tristemente, la primera (y última por ahora) vez en mi vida que me he dormido en una sala de cine.

El caso es que había leído en distintos foros que la novela era bastante mejor, como suele suceder, y que a cualquier amante de la ciencia ficción no debería pasársele leerla.

Pues bien, allá que he ido y mis impresiones son un poco ambivalentes.

El argumento

Solaris trata sobre lo que le sucede a Kris Kelvin durante su estancia en la estación de observación situada sobre el mar de Solaris. Resulta que hace años la humanidad descubrió este planeta y asistió a lo que se pensó fue el primer contacto entre distintas especies. Parece que ese inmenso océano que cubre la práctica totalidad del planeta tiene inteligencia.

Tras muchos años de investigación y después de una inicial euforia por lo novedoso de la situación, la evolución de los trabajos en Solaris se estanca.

Y es aquí donde Kelvin llega a la estación y entonces… empiezan a pasar cosas.

Solaris no es ciencia ficción

Decir que Solaris es ciencia ficción es hacerle un flaco favor a la novela. Está claro que estando ambientada en el futuro, con viajes interestelares de por medio y con interacciones entre humanos y posibles extraterrestres, tenemos los ingredientes perfectos para una historia Sci-Fi. Sin embargo Solaris es mucho más un ensayo filosófico acerca de la propia existencia del ser humano, de la antropomorfización de nuestros anhelos de contacto con otras especies, de nuestras limitaciones como raza y de nuestros miedos y nuestras debilidades.

Buena idea, buen contenido pero con altibajos

Lo cierto es que la novela va creciendo en intensidad y hay momentos en los que te puede tener absorto. No obstante Lem se pierde muchas veces en extensas y a veces aburridas descripciones acerca de las investigaciones que se llevan a cabo en el planeta, de las distintas corrientes de pensamiento, etc.

Está claro que la idea que subyace a esta parte de la narración es realizar una comparativa de la evolución del pensamiento humano a lo largo de la historia adaptado a un nuevo elemento en su entorno como es el descubrimiento de un planeta habitado. Y lo cierto es que en algunos momentos esa analogía roza la genialidad. Pero el exceso de datos inconexos que pretenden dotar al texto de cierta entidad científica se torna por momentos algo farragoso y pesado de leer.

Un buena opción este verano

Lo interesante del libro, algo que además ha caracterizado a las dos obras que he leído de Lem, es la aproximación alejada de lo que consideramos normal a determinados hechos.

Siempre nos hemos preguntado qué sucedería cuando estableciéramos contacto con otras especies asumiendo que éstas hallarían la forma de comunicarse con nosotros. Lem analiza el contacto desde la perspectiva de la existencia de una brecha de comunicación que hace ininteligibles los lenguajes de uno y otro bando.

Para esos momentos de calor, nada mejor que vivir las aventuras de un humano en un mundo remoto donde el mar, además de fresquito, es inteligente.

Nota: 6/10