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Crítica: Ira de Titanes

El fallo fue mío.

Porque ya había visto Furia de Titanes y me había parecido insufrible en todos los aspectos posibles. Y fui esperando que la segunda parte (porque eso pretende ser aunque en ningún punto de la historia lo especifiquen) me dejara un mejor sabor de boca.

Lamentablemente no fue así. Ira de Titanes hace hincapié en los mismos errores de su predecesora: guión insulso, historia plagada de inexactitudes y actores mediocres. A Perseo (Sam Worthington)  no se le puede echar mucho en cara: su inexpresividad ya no nos sorprende. La elección de Andrómeda (Rosamund Pike) sin embargo sí que marca negativamente la película: no le pega el papel ni con cola de carpintero. Hablar del tercero de los protagonistas, Agenor (Toby Kebbell)… eso ya es pasar de castaño a oscuro. Que alguien me explique que hace el doble de Eddie Murphy, y no por el parecido físico sino por la cantidad de tonterías y chascarrillos que suelta a lo largo de la trama, metido en una película que se ambienta, si señores, en plena Grecia Antigua.

A esta película sólo la salvaría una mayor presencia de Hades (Ralph Fiennes) y Zeus (Liam Neeson) que son los dos únicos que se salvan en este bodrio: y que espero que no vuelvan a permitirse trabajar en algo así.

En definitiva, una verdadera lástima, porque las historias mitológicas dan para mucho, ya lo demostró Zack Snyder con su adaptación de 300, pero así lamentablemente no.

Nota: 3/10