Si algo no merecía Steve Jobs, el creador junto con Steve Wozniak de una de las mayores empresas informáticas y desarrollador de dispositivos que han cambiado la forma de vivir de la humanidad, era un biopic tan condenadamente malo.

Y por malo me refiero a que reúne casi todos los defectos que una película biográfica puede tener: es lenta, sosa, carente de interés para el espectador que desconoce en profundidad la vida de Steve Jobs y condenadamente superficial para el que la conoce.

Lo único que salva a este infumable bodrio es que la caracterización de casi todos sus personajes es realmente buena. Y hasta aquí hemos llegado con las virtudes. Esto sería como decir que lo único bueno de Juego de Tronos estuviera en que Tyrion Lannister fuera, de hecho, enano.

En el trailer, condenado trailer que vendiste más humo del que ha vendido Apple con el iPhone 5S, uno albergaba la esperanza de encontrarse la historia dramática de la vida del emprendedor americano por excelencia que se hizo a sí mismo desde el garaje de sus padres y que construyó, destruyó y reconstruyó el mayor imperio comercial hasta la fecha. Se atisbaba ese duro enfrentamiento entre el sociópata que escondía Jobs y el genio inigualable capaz de hacer enloquecer a las masas.

Pero aquí sólo encontramos el repaso a saltos inconexos de la historia de su vida mezclada con las anécdotas más insulsas: paseamos por el Campus de la Universidad, su viaje a la India, la creación del Apple I y del Apple II, Lisa, Macintosh, la famosa frase al presidente de Pepsicola, etc. y entre tanto nos entretienen con escenas en consejos de administración o con Jobs descalzo paseando por su casa. Y todo como si de una triste y, lo que es peor, cutre, presentación de Power Point con la Times New Roman como fuente se tratase.

Vacía. Sin una lógica que haga entender las profundas contradicciones del personaje. Sin comprender hasta qué grado fue capaz de sortear sus limitaciones como ingeniero y convertirse en el mejor vendedor de productos de la historia. De su visión de la relación producto-consumidor. Su famoso discurso de Stanford.

Todo eso, que es en realidad lo que hace de Jobs un personaje histórico, no existe en la película.

A cambio, nos bombardean durante 2 horas con diálogos poco elaborados, escenas entrelazadas sin sentido y momentos soporíferos.

No, no es una película que esté a la altura del personaje.

Nota: 2/10