Me gustaría explicaros dos escenas que se han dado esta mañana y que pese a que son dos cosas que nada tienen que ver, me han hecho reflexionar sobre la perspectiva con la que muchas veces miramos las cosas:

Escena 1: En la cola de una pollería de un pueblo cualquiera de este país, una mujer dialoga con la dependienta y se queja de la actual situación: «es que no hay trabajo», «vas al Paro y sólo vas para hablar con la gente», «las empresas ya no quieren más Currículums Vitae». Su pareja asiente con la cabeza, «lleva desde Verano sin trabajar y es angustiante… todo el día sin hacer nada«, «eso quema mucho sabes?». En ningún momento, en esa conversación, se habla de que en este «tiempo sin hacer nada» se dediquen esfuerzos a mejorar la formación: cursos, estudios de mayor nivel… simplemente se «espera a ver si hay suerte». La conversación termina con un «bueno, ya te contaré, por de pronto esta noche nos vamos de fiesta».

Escena 2: De vuelta de recoger el pan, me cruzo con un padre y una niña de unos 4 o 5 años. Ambos son árabes (no musulmanes porque no tengo ni idea, ni me interesa, la religión que profesan). Él le está explicando con el cariño de un padre cómo se cuenta en castellano (sí, en castellano, no en un idioma islamista) del 1 al 6. La escena destila candidez por todos los poros. Ambos, por si importase después de todo, visten de forma completamente occidental: nada de burkas, ni de sábanas.

No voy a opinar más, simplemente dejo estas dos escenas para que, quien quiera, reflexione un poco sobre esta maldita crisis, sobre la xenofobia y el racismo que se está generando de forma indiscriminada y, sobretodo, para que se intente ver quiénes son los culpables de todo esto. Parafraseando a aquél que tuvimos por presidente del gobierno «creo que los culpables no se encuentran en desiertos muy remotos, ni en montañas muy lejanas».