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Objetivos vs Procesos: Una lucha del Siglo XXI

De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de una característica común en todos mis proyectos. Sea cual sea el tipo de proyecto, todos comparten una visión enormemente enfocada al logro.

Tanto es así que muchas de las actividades relacionadas con el proyecto, tanto antes como durante, llevan asociado cierto nivel de ansiedad.

Ya escribí acerca de la trampa de la inmediatez, de cuáles eran sus características, su orígen y sus síntomas en nuestra sociedad.

En línea con esa visión de una realidad cortoplacista está la estrategia orientada al objetivo.

Estrategias orientada al objetivo

Si revisamos la bibliografía asociada a la psicología mas contemporánea que trata estos temas y, sobre todo, si echamos un vistazo a todos estos libros de gestión de proyectos y autoayuda, tienen en común una idea troncal: el foco, la consecución de objetivos, la eliminación de distracciones que nos alejan del resultado.

Y, por el camino, cientos de métodos para cuantificar hasta el más pequeño de los pasos, decenas de sistemas que parametrizan una vida para terminar convirtiéndola en un proceso con variables de entrada y de salida.

Quizá el mayor de los problemas de esta estrategia es concebir al ser humano como una especie de máquina, de computadora.

Alerta espoiler: no lo somos. Ni lo seremos jamás. Y aceptarlo va diametralmente en contra de toda esta corriente de pensamiento asociada a la disciplina como bandera del éxito.

1. Una mirada enfocada en el final.

El proceso queda relegado a un segundo plano cuando el actor principal es el resultado. Todo es, por tanto, una carrera contrarreloj con tal de llegar a la meta.

Es contrarreloj porque, para nuestra desgracia, nuestro tiempo es limitado.

Quizá una correcta planificación y una mirada realista de lo que uno es capaz de hacer podrían aliviar este primer problema, pero vivimos rodeados de un contexto que nos invita a pensar justo lo contrario.

Hoy se ponen en valor la precocidad y la rapidez. Nadie valora a la persona de 60 años que vive una vida plena, sino al adolescente de 16 que termina su segunda carrera. El resultado, cuyo valor puede ser hasta incluso discutible, domina la esencia de nuestro trabajo.

Esta mirada enfocada al objetivo tiene, a su vez, la caracterítica de ser extremadamente estrecha. Las corrientes pseudopsicológicas asociadas a la eficiencia abogan por cuantificar los proyectos (sean de la índole que sean), reducir las distracción enfocándose agresivamente en el objetivo y reducir el proceso a un mero medio para alcanzar un fin.

2. Ausencia de refuerzo durante el proceso.

Precisamente esa forma de entender el proceso nos lleva a la carencia de refuerzos durante el mismo. A mí me sucede constantemente en cualquiera de los proyectos en los que me embarco.

Muchos de esos proyectos son, como mínimo, a medio plazo. Eso implica que durante el proceso pueden no haber elementos relevantes que marquen una idea de progreso.

Puedo, claro está, intentar autoconvencerme marcándome metas a corto plazo. Puedo definir objetivos mucho más cortos, y toda esa historia tantas veces repetida.

No funciona.

Y no funciona porque no somos tontos y nuestro cerebro sabe perfectamente que nos estamos intentando hacer trampas jugando al solitario. Queremos el premio final, aun sin tener muy claro cuál es, y no nos conformamos con las migajas.

Lo gracioso del asunto es que, hasta para esto, la sociedad individualista ha encontrado un filón con el que seguir vendiéndonos su producto.

Primero te aleccionan para que tu mirada esté puesta casi exclusivamente en la meta. Luego te exigen que trabajes la disciplina, entendiéndola como una férrea dictadora que nos obliga a dejar de escuchar nuestras emociones, lo que nuestro cuerpo nos dice, obviando nuestras circunstancias y nuestro contexto. Y por último, cuando todo el sistema fracasa, te dicen que la culpa es tuya por no haberlo intentado lo suficiente.

Estrategia orientada al proceso

Existe una alternativa que quiero evaluar para abordar mis proyectos, mis aficiones o mi trabajo (en la medida que eso sea posible).

Quizá suena contraintuitivo, pero puede ser un buen punto de partida alejarnos de esa visión estrecha y desenfocarla un poco.

Que el objetivo deje de ser la meta y se centre en el proceso.

Antonio Machado decía eso de «caminante no hay camino, se hace camino al andar» y es una frase que me ha acompañado desde el momento que la escuché por primera vez.

Es simple, pero no por ello sencilla: toda la vida se reduce a transitar. Si vivimos en constante mirada hacia adelante, si nuestro foco está en aquello que está por venir, lo que en realidad estamos haciendo es desperdiciar nuestro tiempo aquí.

Igual es una auténtica estupidez propia de alguna de las innumerables crisis por las que seguramente pasaré a lo largo de mi vida.

O igual me sirve para dejar de preocuparme tanto por el resultado, por terminar, por hacer, por rellenar una lista intrascendente de cosas que a nadie le importan.

Y aprender, de una vez por todas, a disfrutar del camino.

La música en nuestra vida

En un día a día como el nuestro en el que, ya alejados de la necesidad de buscar alimento para sobrevivir, nos toca lidiar con batallas con un contenido psicológico mayor, hoy me gustaría hacer especial hincapié en **la importancia que tiene la música en nuestro equilibrio mental. **

Nuestro oído es importante

Desde un punto de vista psicofisiológico, el oído es el más cualificado de los estímulos sensoriales, aportando un 50% de información al cerebro.

Además, sabemos que existe una relación entre la interpretación que nuestro cerebro hace de una pieza musical basándose en su sistema de referencia y la posterior liberación de hormonas relacionadas con el bienestar como es la dopamina.

Ayuda a nuestro equilibrio interior

Se dice muchas veces que siempre hay una canción para cada estado de ánimo. Nuestro cerebro, a través del aprendizaje, es capaz de relacionar determinados patrones musicales con estados de ánimo. Si armonizamos nuestro actual estado emocional con lo que estamos escuchando nos sentiremos reconfortados: de ahí aquello de que cuando estamos tristes nos apetece escuchar canciones tristes.

Pero además podemos influir en él, actuando con la música sobre las emociones y moldeándolas. En momentos de estados emocionales relacionados con la tristeza, escuchar una canción que nos guste (y que, por ejemplo, sea alegre) puede motivar un cambio de nuestro estado de ánimo.

Úsa la música como catalizador y como motivador

La motivación es el combustible que nos permite afrontar nuestros desafíos, alcanzar cotas más altas, proponernos nuevas metas, etc. Una buena selección musical, adaptada en cada momento a las necesidades de nuestra tarea, nos va a insuflar un extra de motivación a veces tan necesario cuando nos enfrentamos con trabajos desagradables o complejos.

De esta forma, estudios demuestran que hay una relación electroquímica entre escuchar música que nos resulta agradable y la liberación de dopamina: un potente neurotransmisor con, entre otras, relación directa con la actividad motora, la motivación, el sueño o el humor.

La atención y la música

Pero cuidado con pasarse. Pese a que está demostrado que podemos mantener la atención en diferentes estímulos de forma simultánea, no es menos cierto que nuestras capacidades atencionales son limitadas. Así que debemos asegurarnos de escoger adecuadamente lo que escuchamos para no interferir con la tarea principal.

Música suave, clásica o con BPM (Beats per minute) bajos son estupendas para tareas con una complejidad media, mientras que para tareas complejas yo no recomendaría nada que no fuera instrumental y a un volumen relativamente bajo.

Para actividades que requieran menos atención, como por ejemplo el ejercicio físico, el abanico de posibilidades se amplia, siendo aquellas canciones de ritmos alegres, a partir de 120 BPM, ideales para motivarse en la práctica deportiva.

Estudio y música

No soy excesivamente partidario de estudiar con música. El silencio es la mejor forma de enfocar por completo nuestros esfuerzos en aquello que estamos estudiando. No obstante, para tareas que requieren un esfuerzo cognitivo menor no es una mala compañera de viaje. Así, si hoy te toca revisar los apuntes, hacer ejercicios simples, preparar el material o alguna tarea sencilla, la música puede ser un ingrediente más para despertar tu motivación.

La música es una parte inherente a nuestra vida

Ya nuestros antepasados entendieron que la música formaba parte del ser humano y su cultura, desarrollando instrumentos musicales y componiendo piezas desde el albor de los tiempos modernos. Así, la música nos ha acompñado de una forma u otra en nuestro caminar por este planeta, siendo partícipe de nuestros avances evolutivos y convirtiéndose en un pilar fundametal de nuestra cultura y nuestra historia.

Ahora, después de todo esto, sólo te queda darle al play a tu reproductor y escuchar tu tema favorito.

Lecturas recomendadas: Psicología de la música y emoción musical (Josefa Lacárcel Moreno, Universidad de Murcia)