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París – Día 1 – Mañana.

El despertador sonó. Y no, no había sido un sueño. Eran las 8.00 de una nublada mañana de Invierno y estábamos en París.

Ducha rápida. Que toca desayunar. ¡Esos sí que son croissants!

Sevrés-Lecourbe a Bir-Hakeim. El metro nos sorprende por su puntualidad y por su frecuencia. Aunque también por sus precarias infraestructuras. En menos de 20 minutos bajamos del metro. Seguimos a la gente. Al cruzar la calle veo una típica Brasserie y un Bistró. Todo parece sacado de alguna pelicula. Me acuerdo de Amélie.

De pronto, al girar una de las esquinas aparece imponente. Tanto que sin querer me emociono. Es la de verdad, la que tantas veces he visto en fotos, en el cine, he imaginado en las páginas de algún libro. E impresiona infinitamente más. La torre Eiffel nos da la verdadera bienvenida a París.

Paseamos, nos hacemos fotos, alucino con la ingeniería que lleva detrás la construcción y comienza el verdadero plan de la mañana.

Subimos al segundo piso. Se ve todo París. Al menos todo lo que los ojos son capaces de atisbar. Es enorme. A lo lejos vemos Notre Dame, el Sagrado Corazón y la zona moderna de París.

Una vez abajo contiunamos con el plan. Un crucero por el Sena. Pasamos por varios de los puentes más importantes de la ciudad. El Pequeño y el Gran Palacio. La Asamblea Nacional. El puente de los Inválidos. La arquitectura de esta ciudad me ha enamorado. Hasta la Estatua de la Libertad (la pequeña). Incluso pasamos junto a la Plaza de la Concordia, antes conocida como Plaza de la Revolución. Allí guillotinaron a Luis XVI y Maria Antonieta. Historia pura ante nuestros ojos.

Luego hay que coger fuerzas y es aquí donde Sheila se enamora del chocolate francés. Esto son crêpes de verdad. Saborear una delicia culinaria a la orilla del río Sena es mucho más de lo que podía pedir.

La mañana está llegando a su fin y decidimos adelantar un poco el plan y dirigirnos ya hacia el Palacio de Versalles.

Sin lugar a dudas la mañana ha sido espectacular y ha ido mucho más allá de lo que había podido imaginar. Esta ciudad tiene algo en el ambiente, en el aire, que la convierte en especial sólo con estar paseando por sus calles. Hay tanta historia alrededor…

París – día 0.

El viernes pasado Sheila y yo hicimos una pequeña escapada a la capital de Francia con la intención de celebrar nuestro segundo aniversario, en los próximos posts intentaré poner un poco en orden las sensaciones que extraje del viaje.

Ese propio viernes nuestro avión salía a las 19.20 de la tarde. Durante la mañana estuvimos ultimando las compras de última hora y terminando de hacer la maleta. Resulta muy curioso lo que pesan unos calcetines o una bolsa de aseo cuando tienes que ajustarte a 15 kg. Una vez en el aeropuerto he de reconocer que los nervios aparecieron: facturar la maleta, que las dos de mano cumplan con las medidas (Ryanair no se fijó ni en la ida ni en la vuelta), los bolsos dentro de las maletas, y por fin, después de una media hora de espera en la puerta de embarque: el avión.  Y más nervios.

A Sheila, que ya había volado en avión (pero en un Airbus 330-200), por poco le da algo al ver la «tartana» que es un Boeing 737-800. Nos sentamos al lado de la ventanilla. Las indicaciones de las azafatas y a volar.

El despegue fue muy bien (para ser una tartana) y de camino nos encontramos turbulencias pero nada que no superase la emoción de estar llegando a la ciudad del amor.

Una vez aterrizamos tras rebotar dos veces en el suelo nos encontramos en un pequeño aeropuerto a 80km de París. Beauvais. De allí rápidamente cogimos un Bus. Todo estaba oscuro hasta que un «ooooh» nos despertó del sueño: a lo lejos se veía imponentemente iluminada la obra de Gustave Eiffel para la Expo.

Una vez en París, nos quedaba el último trayecto, en metro, hasta nuestro hotel. Llegamos a las 12, cansados del viaje, pero ilusionadísimos por encontrarnos en pleno centro de París y con 3 días por delante para ver aquello que sólo con los propios ojos uno es capaz de disfrutar. Calentitos, en una habitación desde la que veíamos las calles de un París precioso en diciembre.

La tele francesa nos ayudó a conciliar el sueño pensando en que al día siguiente nos esperaba la gran Torre Eiffel, un paseo por el Sena y el suntuoso Palacio de Versalles.

A bientôt!

Canción : Sous le ciel du París.