Cuando vi por primera vez el primer trailer de El atlas de las nubes tuve la sensación de que prometía ser una buena propuesta cinematográfica. Muchas veces esa sensación falla y la película termina quedándose muy lejos de lo que aparentaba.

El atlas de las nubes no es uno de esos casos.

De la mano de los hermanos (ahora hermano y hermana) Andy y Lana Wachowski [Matrix], El atlas de las nubes es un auténtico sudoku hecho celuloide. La premisa es tan antigua como simple: nuestras vidas están interconectadas a lo largo del tiempo. Somos producto de acciones del pasado y nuestro presente determinará el futuro, no sólo nuestro, sino del resto de la humanidad.

Con esta idea la película nos sumerge en un sinfín de historias y de saltos temporales como hilos independientes en un telar. Conforme la película va avanzando estos hilos se van entretejiendo más y más hasta formar una casi perfecta estructura única: un trozo de tela que representa la suma de las vidas de los seres humanos.

Lo verdaderamente interesante de esta propuesta es ver a los mismos actores interpretando personajes atrás y adelante en el tiempo, como herederos de sus acciones pasadas, como creadores de futuros distintos. Mediante este artificio, los Wachowsky consiguen que el peso de la narración lo soporten simultáneamente varios actores en contextos completamente diferentes impidiendo que el espectador se mantenga contemplativo con la historia. Así que tenemos a un polifacético Tom Hanks, a Halle Berry, Jim Broadbent (éste está especialmente sublime en su interpretación),  Hugo Weaving, Jim Sturgess, y así un largo etc. interpretando papeles completamente antagónicos en momentos históricos distintos.

El argumento engancha con esas historias entrelazadas cuyo desenlace añade una crítica sutil a la cerrazón humana. A ese lobo que el hombre es para sí mismo. A la necesidad, en cualquier momento y en cualquier lugar, de la aparición de esos hombres y mujeres capaces de ver más allá de lo que la sociedad les impone, les dicta.

Un mensaje de esperanza embotellado en una excelente obra de entretenimiento con una fotografía de contrastes y una banda sonora que acopla a la perfección.

Recomendable para cualquiera de esas tardes de verano en las que una tormenta nos tuerce los planes.

Nota: 8/10