La producción cinematográfica basada en la novela de John Boyne es sencillamente una buena adaptación.

Esto, en muchos casos, vendría a decir que es una buena película. Sin embargo, cuando se trata de un libro como «El niño con el pijama de rayas» hay varios matices a tener en cuenta.

El primero es que hemos de asumir que es un libro corto y escrito con el objetivo de ser entendido por un segmento de edad muy amplio. Esto le imprime esa esencia de inocencia en la lectura pero lo despoja de cualquier profundidad y desarrollo de los personajes.

Este primer aspecto, obviamente, se ve reflejado en la película, donde cada uno de los personajes que aparecen tiene un escaso tratamiento personal.

Otro de los detalles que hay que subrayar es que, si bien el libro trata la historia desde la primera persona del protagonista y es ahí donde encontramos la ternura de los pensamientos de un niño sin maldad; la versión llevada a las salas de cine toma la posición de una visión externa eliminando por tanto ese punto de complicidad.

En rasgos generales, la película está bien, se puede ver y aquéllos que hayan acudido al cine habiéndose leído el libro y buscando una adaptación fiel saldrán con buen sabor de boca.

No obstante, no será una película que pase a la historia.