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Rituales

De un tiempo a esta parte he experimentado una fascinación especial por comprender muchos de los procesos asociados con la producción.

Desde el artesano japonés que dedica toda su vida a perfeccionar el arte de crear pinceles caligráficos hasta la gestión de pedidos en un Dunkin Donuts. Todas estas actividades comparten, en esencia, la puesta en valor de las rutinas.

Rutinas vs Rituales

Todo proceso conlleva necesariamente manejar rutinas establecidas.

Leí hace poco una frase que me encantó. Decía algo así como «un ritual es una rutina con significado para ti». Eso me hizo reflexionar sobre cómo los rituales terminan siendo fundamentales para aquellos que convierten una actividad en su pasión.

El ritual es una sucesión de acciones que representan algo. A diferencia de una rutina, un ritual no requiere un fin específico ni tiene por qué ir enfocado a un objetivo determinado, pero sí que exige que el completarlo tenga cierta trascendencia.

El ritual ha sido la forma que hemos tenido toda la vida de transmitir un mensaje. Ya sea a una comunidad, como a nosotros mismos.

Está tanto en la coreográfica ceremonia católica ejecutada al milímetro durante una misa, como en esa copa de vino tinto que se sirve mi padre justo antes de disfrutar de una buena comida.

Rituales que nos dirigen

Que un ritual no tenga un objetivo definido no implica que no podamos utilizarlo como mecanismo para alcanzar nuestras metas.

Si un ritual nos transmite un mensaje, ¿por qué no modular ese mensaje en nuestro beneficio? Podemos emplear el ritual para predisponernos hacia una tarea o, como mínimo, hacia una dirección determinada.

Para lograrlo, podemos convertir muchas de nuestras rutinas en rituales si les otorgamos un verdadero significado. Si vinculamos la acción con la emoción.

Acción y Emoción

Aquí está el elemento fundamental. La acción, entendida como la acción voluntaria, es un proceso que ejercemos de forma consciente y que, generalmente, está dirigido por nuestro lóbulo frontal.

En cambio, las emociones surgen de forma inconsciente desde otra parte completamente distinta de nuestro cerebro: amígdala, hipotálamo, etc.

Son dos circuitos independientes que puede ir de la mano si se aprende a relacionar la accion con la emoción. De esta manera, a través de este vínculo, desencadenar comportamientos, siguiendo un poco la idea de Albert Ellis y su Terapia Racional Emotiva Conductual.

Rituales en la vida real

La conclusión de todo esto es que quiero probar estas ideas en mi día a día.

Por ejemplo, justo antes de irme a dormir, quiero tratar de asociar todas esas pequeñas acciones que realizo casi de forma automática con un sentido real.

Quiero convencerme de que todo ese pequeño proceso desemboca en una sensación de placer cuando, después de un largo día, por fin me permito descansar.

Y ahí agregar aquellos pequeños pasos que quiero que doten de verdadero valor al ritual: diez minutos de lectura, dejar todo listo para el día siguiente… Cualquier cosa que me haga sentir que el proceso tiene sentido.

Igual es la enésima ida de olla que me viene de tanto mezclar filosofía, psicología y productividad barata de mercadillo.

Pero imagínate que funciona.

Los circuitos de la dopamina

Mucho se ha hablado, se habla y se hablará, de la importancia que tiene la dopamina en nuestra vida diaria. Conocer los efectos que produce en nuestro organismo ha supuesto un salto cualitativo en la comprensión de los procesos mentales y de nuestra conducta. Pero pese a ser una de las grandes protagonistas en muchas de las charlas relacionadas con la psicología, es también una gran desconocida.

¿Qué es la dopamina?

La dopamina es un neurotransmisor crucial para la regulación de múltiples procesos en nuestro cerebro y sistema nervioso central. Desde la coordinación del movimiento hasta la motivación y el placer, la dopamina es esencial para que podamos disfrutar de las experiencias agradables de la vida y buscar más de ellas. Sin embargo, su desequilibrio está detrás de trastornos graves como la enfermedad de Parkinson, la depresión o diferentes adicciones.

¿Qué es un neurotransmisor?

Un neurotransmisor es una sustancia química que se encuentra en el sistema nervioso central y que se encarga de transmitir señales eléctricas y químicas entre las neuronas o células nerviosas. Estas señales son esenciales para la comunicación y el funcionamiento adecuado del cerebro y del cuerpo en general. Cuando una neurona libera un neurotransmisor, este se une a los receptores de otra neurona, generando un impulso eléctrico que se transmite a lo largo de las células nerviosas y permite la comunicación entre ellas. Existen muchos tipos de neurotransmisores, cada uno con una función específica.

¿Cómo se genera la dopamina?

La síntesis de la dopamina se produce a partir del aminoácido tirosina, que se convierte en dopa mediante la acción de la enzima tirosina hidroxilasa. A continuación, la dopa se convierte en dopamina mediante la acción de la enzima dopa-descarboxilasa.

La síntesis de dopamina es un proceso complejo que requiere la presencia de varias enzimas y cofactores. La disponibilidad de tirosina, la actividad de la tirosina hidroxilasa y la dopa-descarboxilasa, y la presencia de cofactores como el hierro y la vitamina B6 son factores que pueden influir en la síntesis de dopamina.

Una vez sintetizada, la dopamina es liberada por las terminales nerviosas de las neuronas dopaminérgicas en las áreas del cerebro que la requieren. La liberación de dopamina se produce cuando las neuronas se activan y se produce un potencial de acción que lleva a la liberación del neurotransmisor. Este actúa en los receptores dopaminérgicos de las neuronas postsinápticas, lo que produce una respuesta en la célula.

La dopamina también se puede recapturar por las neuronas que la liberaron mediante un proceso llamado recaptación. Este proceso es llevado a cabo por una proteína transportadora llamada DAT (transportador de dopamina), que mueve la dopamina de vuelta a la neurona que la liberó para su almacenamiento y posterior liberación.

Circuitos de la dopamina

  1. Sistema mesolímbico: El sistema mesolímbico es un circuito que se extiende desde el área tegmental ventral (VTA) en el tronco encefálico hasta el núcleo accumbens en el estriado ventral. Este circuito es importante para la motivación, la recompensa y el aprendizaje asociativo. La liberación de dopamina en el núcleo accumbens en respuesta a estímulos placenteros o recompensantes puede reforzar la conducta asociada con esos estímulos.
  2. Sistema mesocortical: El sistema mesocortical es un circuito que se extiende desde el área tegmental ventral hasta la corteza prefrontal medial y dorsolateral. Este circuito está involucrado en el control cognitivo, la toma de decisiones y la regulación emocional. La disfunción del sistema mesocortical puede contribuir a la sintomatología de la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos.
  3. Sistema nigroestriatal: El sistema nigroestriatal es un circuito que se extiende desde la sustancia negra hasta el estriado dorsal. Este circuito es importante para el control motor y la coordinación. La pérdida de neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra puede causar la enfermedad de Parkinson.
  4. Sistema tuberoinfundibular: El sistema tuberoinfundibular es un circuito que se extiende desde el hipotálamo hasta la glándula pituitaria. Este circuito regula la liberación de prolactina, una hormona que juega un papel importante en la lactancia y la reproducción.

Como véis, son muchos los circuitos en los que la dopamina está presente. Esto hace que las implicaciones de su correcta regulación se extiendan a muchas condutas, respuestas emocionales e incluso teniendo impacto en la coordinación motora.

De ahí que protagonice la mayoría de «recetas mágicas» que nos prometen la felicidad eterna: la dopamina se dice que es, en muchos aspectos, la piedra filosofal de esa felicidad.

Activación de la dopamina

La dopamina se activa en el cerebro cuando hay una liberación de este neurotransmisor desde las neuronas que lo sintetizan y almacenan. Esta liberación se produce en respuesta a diferentes estímulos y situaciones, y puede ser modulada por diversos factores.

  1. Estímulos placenteros: La dopamina se libera en el sistema mesolímbico cuando se experimentan estímulos placenteros como la comida, el sexo, las drogas, la música, el ejercicio y otras actividades gratificantes. Estos estímulos pueden reforzar la conducta asociada con ellos, y la liberación de dopamina puede ser importante en el proceso de aprendizaje y motivación.
  2. Estrés: La dopamina también se puede liberar en respuesta a situaciones de estrés. El estrés agudo puede aumentar la liberación de dopamina en el núcleo accumbens y otros circuitos dopaminérgicos, lo que puede estar relacionado con la respuesta de «lucha o huida».
  3. Estimulación sensorial: La estimulación de los sentidos, como la vista, el olfato o el oído, también puede aumentar la liberación de dopamina en el cerebro. Por ejemplo, la visión de imágenes agradables o la escucha de música estimulante puede aumentar la liberación de dopamina en el núcleo accumbens.
  4. Drogas: Las drogas que tienen efectos sobre el sistema dopaminérgico, como la cocaína, la anfetamina y el alcohol, pueden aumentar la liberación de dopamina en el cerebro, lo que puede ser responsable de los efectos placenteros y adictivos de estas sustancias.

Estos factores dan buena muestra de esa relación directa entre la segregación de la dopamina y la sensación de felicidad: su presencia es condición necesaria.

No obstante, hemos de pensar en ella como en un sistema de comunicación de nuestro cerebro: la segregación de dopamina lo que nos indica es que nuestro cuerpo está enviando mensajes para activar mecanismos emocionales, sensoriales, motores o de conducta, pero no es necesariamente algo positivo.

Por ello creo que es importante recalcar que la dopamina no es sinónimo de felicidad, sino de conexión neuronal.

El impacto de la dopamina en la vida cotidiana

La dopamina es, por tanto, un elemento más de la cadena de conexión de nuestro organismo y por ello se la relaciona con múltiples procesos:

  1. Motivación: La dopamina está involucrada en la regulación de la motivación, y su liberación en el cerebro puede aumentar el deseo de realizar ciertas actividades o alcanzar ciertas metas. Por ejemplo, la liberación de dopamina en el sistema mesolímbico puede ser responsable de la sensación de «placer» que se experimenta al alcanzar una meta o lograr un objetivo.
  2. Aprendizaje: La dopamina también está involucrada en el aprendizaje y la memoria, y su liberación puede fortalecer las conexiones sinápticas entre las neuronas que están involucradas en la realización de una tarea o la adquisición de una habilidad. Esto puede ayudar a mejorar el rendimiento y la eficiencia en las tareas.
  3. Emociones: La dopamina también puede afectar el estado de ánimo y las emociones, y su disfunción puede contribuir a trastornos del estado de ánimo como la depresión y el trastorno bipolar.
  4. Control motor: La dopamina es importante para el control motor, y su disfunción puede contribuir a trastornos motores como la enfermedad de Parkinson.
  5. Adicción: La dopamina también está involucrada en el proceso de recompensa y adicción, y su liberación puede ser responsable de los efectos placenteros y adictivos de ciertas drogas y comportamientos adictivos, como el juego compulsivo y la adicción a la comida.

Conclusiones

La dopamina es, en definitiva, parte de la red de comunicaciones que emplea nuestro cerebro para regular nuestra vida.

Una red neuronal que coordina cómo actuamos y cómo nos sentimos, siendo vital mantenerla en buen estado. Al igual que un cableado de red, necesitamos que nuestro sistema de comunicación interno funcione bien.

Esto se consigue manteniendo unos niveles de dopamina regulados y saludables y, para ello, podemos hacernos valer de algunos consejos básicos:

  1. Ejercicio físico: El ejercicio regular puede aumentar los niveles de dopamina en el cerebro. Se recomienda realizar actividades físicas de forma regular, como caminar, correr, nadar, andar en bicicleta o levantar pesas.
  2. Alimentación saludable: Consumir una dieta saludable y equilibrada es importante para mantener los niveles de dopamina en el cerebro. Los alimentos ricos en tirosina, como el pollo, el pavo, el pescado, los huevos, los productos lácteos, los frutos secos y las legumbres, pueden ayudar a aumentar los niveles de dopamina.
  3. Descanso adecuado: El sueño es esencial para la regulación de los niveles de dopamina en el cerebro. Se recomienda dormir entre 7 y 9 horas al día para mantener un equilibrio adecuado.
  4. Reducir el estrés: El estrés crónico puede disminuir los niveles de dopamina en el cerebro. Es importante tomar medidas para reducir el estrés, como practicar técnicas de relajación, como la meditación o el yoga.
  5. Actividades placenteras: Participar en actividades que produzcan placer o disfrute, como escuchar música, bailar, leer o socializar, puede aumentar los niveles de dopamina en el cerebro.
  6. Evitar el abuso de sustancias: El abuso de sustancias, como el alcohol, la nicotina y las drogas, puede disminuir los niveles de dopamina en el cerebro a largo plazo. Es importante evitar el consumo excesivo o adictivo de estas sustancias.

En nuestras manos está convertir a la dopamina, ese neurotransmisor que comunica en nuestro cuerpo, en la verdadera hormona de la felicidad.

Crítica: Chernobyl (2019)

Sumergirte plenamente en el drama de uno de los momentos que pusieron en jaque a toda la humanidad. Pasar de la estupefacción al terror absoluto. Disfrutar de lo que siempre tuvo que ser el cine: una forma maravillosa de relatar historias.  

Chernobyl (2019, HBO) es una joya pulida con la delicadeza que exige el momento histórico que cuenta y nos ofrece cinco episodios de un altísimo nivel. Una narración que se mastica con calma y que se saborea una y otra vez, advirtiendo todos los matices, pero dejando espacio para nuestra propia reflexión.

Valery Legásov, ingeniero nuclear de la extinta URSS, es el catalizador de una historia que me ha hecho recuperar la fe en la televisión comercial y en especial, tras el descalabro absoluto de Juego de Tronos, en HBO.

Así, a través de las situaciones que tuvo que vivir Legásov después del desastre de Chernóbil, entendemos un poco más las razones que nos llevaron al borde de la catástrofe nuclear absoluta.

No es tanto la reproducción de uno de los momentos más críticos de nuestra historia reciente, sino la forma de contarlo. Esto va más de crear una atmósfera que envuelve cada escena, de cómo se cuenta bien una historia para que el espectador se vaya sintiendo en cada instante más y más enredado en su tela de araña.

HBO nos ha regalado esta pequeña pero gran obra maestra para endulzar nuestro amargo 2019 cinematográfico y nos devuelve la esperanza por lo que esté por venir.

Muy recomendable

9/10

El síndrome de Diógenes digital: un breve análisis.

Qué es el Síndrome de Diógenes

El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que afecta, por lo general, a personas de avanzada edad que viven solas. Se caracteriza por el total abandono personal y social, así como por el aislamiento voluntario en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura y desperdicios domésticos. [Fuente: Wikipedia España]

Quién era Diógenes

Diógenes de Sínope, también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, una colonia jonia del mar Negro, hacia el 412 a. C. Vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco.

La escuela cínica consideraba que la civilización y su forma de vida era un mal en sí mismo y Diógenes de Sinope llevó hasta el extremo las ideas del fundador de esta filosofía, Antístenes. Lejos de lo que hoy se entiende por cinismo (tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana y a expresar esta actitud mediante la ironía y el sarcasmo), las ideas de Antístenes buscaban alcanzar la felicidad deshaciéndose de todo lo superfluo. Así, este discípulo directo de Sócrates se retiró a las afueras de Atenas para vivir bajo sus propias leyes, sin obedecer a las convenciones sociales. No obstante, fue su aventajado discípulo, Diógenes, quien hizo célebre su obra a través de la indigencia más absoluta.

El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

Síntomas del síndrome

Básicamente los síntomas están relacionados con cuadros depresivos y, en especial, con la sensación de soledad. Así, las personas que lo padecen, sufren de un marcado aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar y a desatender la limpieza del mismo y toda higiene personal.

Directamente relacionado con esto último está la tendencia a acumular cualquier tipo de cosas por considerar que, de algún modo, tienen o tendrán alguna utilidad. De ahí que se le conozca como Síndrome de Diógenes por entrar en directa contraposición con las ideas del filósofo griego.

Su analogía digital

Quedaos con esta última idea: acumular cualquier tipo de cosas y haced una reflexión. ¿Cuántos archivos tenéis ahora mismo en vuestro ordenador personal cuya utilidad es dudosa y que, acumuláis por las más variopintas de las razones?

Lo que yo considero el Síndrome de Diógenes digital es una extensión del trastorno original que nos lleva a acumular cantidades increíbles de archivos de todo tipo justificando su almacenamiento por motivos de utilidad, valor emocional o por su posible futuro uso.

Este síndrome se manifiesta en forma de carpetas abarrotadas de archivos (de difícil organización), descargas masivas de distintos tipos de ficheros, miles de fotos sin clasificar sin un sistema claro de ordenación, etc.

Consecuencias

Para mi, hay dos grandes problemas directamente relacionados con padecer este síndrome:

El primero es de carácter organizativo. Resulta tremendamente complicado gestionar tales cantidades de información con lo que se termina por emplear distintos sistemas de organización (o tal vez ninguno). Esto lleva a ralentizar más que agilizar todos los procesos: tanto a nivel de hardware del sistema, puesto que a nuestro PC le cuesta más trabajar cuanto más abarrotado esté todo, como a nivel de usuario: ¿cuántas veces hemos perdido la noción del tiempo buscando, con la seguridad de que sabemos que está por algún lado, ese o aquel archivo?

El segundo está directamente relacionado con la psicología del usuario. Tamaña cantidad de datos repercute negativamente en la forma que el usuario se relaciona con el ordenador. Por un lado, porque no estamos preparados cognitivamente para gestionar tantas categorías, tantas etiquetas, tantos sistemas de archivos, por lo que, cuando entramos en un sistema que padece Diógenes, la sensación mental que se nos produce es de rechazo. Por otro lado, se genera también cierta ansiedad cuando disponemos de mucha cantidad de contenido sin visualizar (películas, series, libros, música) y no tenemos el tiempo suficiente para hacerlo.

Consejos para superarlo

Be simple

Al final un ordenador no es más que una habitación más, una casa más, un carpesano más. Es decir: es un contenedor de información, de objetos, con el que interactuamos. Cuanto más simple sea, cuanto mejor estructurado esté, más fácil será para nosotros trabajar con él.

Aquí tenéis algunos consejos en función de cada tipo de archivo.

Películas y música

Estos suelen ser los más pesados (en cuanto a tamaño) y los que más ansiedad generan.
Descargamos (legal o ilegalmente) decenas de películas, de series completas que, por falta de tiempo, se quedan esperando a ser vistas.

El problema es cuando acumulamos tantas que se hace impracticable su organización y, lo que es peor, su visualizado.

Decide: coge la carpeta o carpetas donde tengas las películas y las series y elimina aquello que no te genere ganas reales de ver en ese mismo instante. Frases como «bueno, no tiene mala pinta, aunque ver ahora esta adaptación koreana de la obra de Shakespeare, no me termina mucho» son indicadores claros de objetos a eliminar. Quédate sólo con aquellas películas y series que vas a ver en el corto plazo. Las demás, ya las conseguirás más adelante.

Un caso similar sucede con la música: aquello que no has escuchado, que no has grabado en CD o has pasado al reproductor de MP3, y que sigue sin apetecerte escuchar, difícilmente lo vas a escuchar en un futuro. ¡A la papelera!

Aplicaciones

Con las aplicaciones es más sencillo actuar. Las almacenamos muchas veces por desidia, porque instalamos el programa y nos olvidamos del instalable.

¿Qué sentido tiene que todavía guardes el instalador de la versión 6 de Photoshop que te bajaste hace 2 años?
¿O esa versión beta del Winamp del 98?

Todo lo que no tenga una utilidad directa y real (o que no puedas conseguir fácilmente), a la basura.

En realidad, yo te diría que lo borrases todo salvo los 3 o 4 programas imprescindibles para cualquier instalación básica: Paquete ofimático, reproductor de Vídeo/música y poca cosa más.

Documentos

Aquí haz dos distinciones.

  • Los documentos personales: Que al final son los que realmente necesitas almacenar: estructura un buen sistema de carpetas organizándolos en categorías simples y de fácil acceso.
  • Los documentos no personales: guías, licencias, PDFs, etc. A la basura.

Fotografías

Aquí llegamos a la madre del cordero. Esto es, sin ningún género de dudas, lo más complicado de gestionar. Desde la invención de la fotografía digital, carpetas y carpetas con fotos y fotos, abarrotan nuestros ordenadores. Con la ya manida frase «tu echa fotos, total, son gratis», nos encontramos con carpetas del cumpleaños de tu prima de hace 3 años, con más de 200 fotos sin clasificar.

A eso súmale los vídeos.

Se que lo que te voy a decir no te va a gustar, pero debes empezar a limpiar. Esto es como guardar 300 o 400 álbumes de fotos. Los guardas por su «valor sentimental» pero sabes (o más bien sabemos, tú y yo) que pocos o ninguno van a salir del estante donde están cogiendo polvo.

Dedícate a borrar todo aquello que no te genere una sensación positiva y, para la próxima, si vuelves de la comunión de tu sobrina con 600 fotos, haz el esfuerzo de seleccionar ese día o al día siguiente, sólo aquellas que verdaderamente merezcan la pena.

Ve a lo sencillo, practica el minimalismo

Prueba a jugar al juego de mantener a raya la «suciedad» digital. Si te bajas una foto para enviarla por correo, bórrala de tu disco duro. Cada elemento que se cruza en nuestra vida tiene un objetivo en ella, una vez cumplido, déjalo ir.

Si mantienes esa idea en la cabeza, con un poco de suerte, dentro de un tiempo, no tendrás una carpeta con 400 películas que no vas a ver jamás.

La música en nuestra vida

En un día a día como el nuestro en el que, ya alejados de la necesidad de buscar alimento para sobrevivir, nos toca lidiar con batallas con un contenido psicológico mayor, hoy me gustaría hacer especial hincapié en **la importancia que tiene la música en nuestro equilibrio mental. **

Nuestro oído es importante

Desde un punto de vista psicofisiológico, el oído es el más cualificado de los estímulos sensoriales, aportando un 50% de información al cerebro.

Además, sabemos que existe una relación entre la interpretación que nuestro cerebro hace de una pieza musical basándose en su sistema de referencia y la posterior liberación de hormonas relacionadas con el bienestar como es la dopamina.

Ayuda a nuestro equilibrio interior

Se dice muchas veces que siempre hay una canción para cada estado de ánimo. Nuestro cerebro, a través del aprendizaje, es capaz de relacionar determinados patrones musicales con estados de ánimo. Si armonizamos nuestro actual estado emocional con lo que estamos escuchando nos sentiremos reconfortados: de ahí aquello de que cuando estamos tristes nos apetece escuchar canciones tristes.

Pero además podemos influir en él, actuando con la música sobre las emociones y moldeándolas. En momentos de estados emocionales relacionados con la tristeza, escuchar una canción que nos guste (y que, por ejemplo, sea alegre) puede motivar un cambio de nuestro estado de ánimo.

Úsa la música como catalizador y como motivador

La motivación es el combustible que nos permite afrontar nuestros desafíos, alcanzar cotas más altas, proponernos nuevas metas, etc. Una buena selección musical, adaptada en cada momento a las necesidades de nuestra tarea, nos va a insuflar un extra de motivación a veces tan necesario cuando nos enfrentamos con trabajos desagradables o complejos.

De esta forma, estudios demuestran que hay una relación electroquímica entre escuchar música que nos resulta agradable y la liberación de dopamina: un potente neurotransmisor con, entre otras, relación directa con la actividad motora, la motivación, el sueño o el humor.

La atención y la música

Pero cuidado con pasarse. Pese a que está demostrado que podemos mantener la atención en diferentes estímulos de forma simultánea, no es menos cierto que nuestras capacidades atencionales son limitadas. Así que debemos asegurarnos de escoger adecuadamente lo que escuchamos para no interferir con la tarea principal.

Música suave, clásica o con BPM (Beats per minute) bajos son estupendas para tareas con una complejidad media, mientras que para tareas complejas yo no recomendaría nada que no fuera instrumental y a un volumen relativamente bajo.

Para actividades que requieran menos atención, como por ejemplo el ejercicio físico, el abanico de posibilidades se amplia, siendo aquellas canciones de ritmos alegres, a partir de 120 BPM, ideales para motivarse en la práctica deportiva.

Estudio y música

No soy excesivamente partidario de estudiar con música. El silencio es la mejor forma de enfocar por completo nuestros esfuerzos en aquello que estamos estudiando. No obstante, para tareas que requieren un esfuerzo cognitivo menor no es una mala compañera de viaje. Así, si hoy te toca revisar los apuntes, hacer ejercicios simples, preparar el material o alguna tarea sencilla, la música puede ser un ingrediente más para despertar tu motivación.

La música es una parte inherente a nuestra vida

Ya nuestros antepasados entendieron que la música formaba parte del ser humano y su cultura, desarrollando instrumentos musicales y componiendo piezas desde el albor de los tiempos modernos. Así, la música nos ha acompñado de una forma u otra en nuestro caminar por este planeta, siendo partícipe de nuestros avances evolutivos y convirtiéndose en un pilar fundametal de nuestra cultura y nuestra historia.

Ahora, después de todo esto, sólo te queda darle al play a tu reproductor y escuchar tu tema favorito.

Lecturas recomendadas: Psicología de la música y emoción musical (Josefa Lacárcel Moreno, Universidad de Murcia)

La importancia de los títulos universitarios

Hace ya un tiempo vengo escuchando en diversos ambientes una especie de sonido de fondo en el que veladamente, nunca directamente, se menosprecia el valor de un título universitario.

Curiosamente ese menosprecio viene, en la mayoría de los casos, desde la tribuna de aquellos que no disponen de ningún tipo de título.

Los que me conocen bien saben que no soy de los que defienden el valor de un papel en el que se dice que sabes hacer algo frente a la experiencia de haberlo hecho. Soy un ferviente defensor del empirismo laboral: el que sabe realmente cómo funcionan las cosas es aquel que ha tenido que lidiar con la realidad de las mismas y la problemática que las rodea y esto muchas veces no aparece escrito en los libros teóricos.

No busco por tanto entrar en el debate del enfrentamiento directo entre el nivel de estudios y la experiencia, aunque sí que diré que, como todo en esta vida, la perfección se alcanza con el equilibrio: un buen nivel de estudios y una buena experiencia.

Pero volviendo al tema que nos atañe hoy, cuando leo o escucho esos ataques encubiertos contra los títulos trato de contenerme, pero una carrera universitaria es harina de otro costal. Una carrera universtaria para empezar implica un elemento crítico que aquellos empeñados en devaluarla obvian (mal)intencionadamente: el increíble sacrificio que lleva obtenerla.

Sacar adelante un proyecto como una Ingeniería, una Licenciatura o una Diplomatura es algo que acarrea horas y horas de concienzudo trabajo y esfuerzo. Y no sólo eso. Además del esfuerzo se requieren una serie de habilidades fundamentales en la futura vida laboral: capacidad de síntesis, desarrollo de soluciones a problemas, planteamiento de alternativas, etc., sumado a conocimientos fundamentales de los que mucho de esos «críticos» carecen.

Todo esto lo proporciona una carrera universitaria. Y a partir de ahí, todo lo demás: la de Matemáticas, la de Física o la de Química, las herramientas para cambiar cómo comprendemos el mundo, las Ingenierías, la capacidad de reinventar la rueda, de hacer realidad los sueños de miles de bombillas esperando a encenders; las ciencias sociales, la economía, la psicología, el conocimiento acerca del comportamiento del ser humano y de aquello que le rodea para predecir y prever futuras situaciones y actuar ante ellas y, por supuesto, las ciencias naturales, la biología y la medicina, para entender de qué estamos hechos como especie, para arreglarnos e incluso mejorarnos.

Así que no, para triunfar en esta vida y ser un buen profesional, no hace falta tener un título universitario. Pero el poseedor del mismo no tiene un trozo de papel sin más. Tiene el resultado de años de sudor y duro esfuerzo y la prueba física de que tiene las capacidades y los conocimientos básicos para convertirse en un gran profesional de su sector.

La próxima vez que lea o escuche una de esas frases lapidarias haré como hace mi padre cuando menosprecian el valor de haber obtenido una plaza de funcionario tras una oposición, les diré a esos gurús del siglo XXI, vendedores de humo y genios del nadismo vestido de frases motivacionales de restaurante chino de barrio: cuando queráis, os sacáis una y me venís y me contáis qué tal.

Primeras impresiones: Cosmos (2014)

Cuando saltó la noticia hace unos meses la acogí con una mezcla de emoción y escepticismo: Cosmos, la mítica serie científica dirigida por Carl Sagan iba a tener un remake en 2014.

A los mandos de esta nueva aventura se embarcaría el también científico Neil deGrasse, bastante popular por haber participado en un sinfín de conocidos documentales científicos.

Pintaba bien pero generaba dudas. Para empezar la cadena encargada de llevar a término este proyecto era la FOX: y todos sabemos lo que es la FOX, para lo bueno y para lo malo.

En una época en la que las audiencias caprichosas pueden dar muerte a series con mucha proyección o mantener en antena a otras que hace años que deberían haber terminado, la realización de una serie científica generaba incertidumbre.

Las cosas bien hechas

Desde el mismo instante en el que se supo cuándo se iba a estrenar la serie una maquinaria gigante de márketing hizo un trabajo impecable. Para esto los americanos, hay que reconocérselo, son unos auténticos maestros. Convirtiendo el estreno del nuevo Cosmos en un acontecimiento internacional y haciendo que las redes sociales hiriveran con la noticia, el primer episodio de Cosmos fue un auténtico éxito de audiencia.

El programa

He podido ver los dos primeros episodios de la serie y la realidad es aplastante: Cosmos es una pedazo de serie científica. Comandada por el «capitán» deGrasse en la llamada Nave de la Imaginación, Cosmos nos ha sumergido ya en dos grandes áreas de nuestra ciencia moderna: el orígen del Universo y el orígen de las Especies. Y lo ha hecho empleando unas imágenes asombrosas que han contribuido notablemente a darle cuerpo al programa.

Llevados magistralmente por un deGrasse que empezó dubitativo, tal vez atado por un guión demasiado definido, pero que con el desarrollo de la serie se le está viendo estupendamente bien, con Cosmos el espectador se sumerge en un verdadero espectáculo científico.

Se antoja inimaginable disfrutar de algo así por tierras españolas donde en la actualidad nos encontramos huérfanos de programas puramente científicos.

El futuro

Las audiencias son caprichosas, y no han tardado las hordas de paletos sectarios en intentar meter sus narices en una serie que adora a un único dios: el Método Científico.

Nunca se sabe cómo acabará esta interesante aventura del saber, lo que está claro es que iniciativas como esta son las que verdaderamente ayudan a que crezcamos como especie y que, algún día, de verdad, podamos llegar a las estrellas.

«Somos polvo de estrellas.» – Carl Sagan

No dejes de usar el microondas

Y menos por una premisa falsa.

Microondas

Microondas convencional

El horno de microondas (comúnmente conocido como microondas) es uno de los electrodomésticos casi indispensables en la mayoría de cocinas en la actualidad pero, sin embargo, existen una serie de falsos mitos a su alrededor que le han dotado de una «peligrosidad» que en realidad no tiene.

Historia y Fundamentos

Durante la 2ª Guerra Mundial la ciencia aplicada experimentó un gran avance. Con la llegada del RADAR y sus aplicaciones civiles el horno de microondas apareció, como la mayoría de cosas, casi por casualidad.

Fue un ingeniero que estaba realizando pruebas con el RADAR y un magnetrón. El magnetrón es un dispositivo que mediante unos imanes y una serie de ranuras consigue transformar la energía eléctrica en energía electromagnética en forma de ondas microondas.

Las ondas microondas son ondas electromagnéticas cuya frecuencia se situa entre los 300 MHz y los 300 GHz y son bastante más comunes de lo que nos pensamos. Por poneros un ejemplo, la televisión, las redes de comunicaciones inalámbricas (Wi-Fi) y la telefonía móvil emplean el mismo rango de frecuencias.

El ingeniero que estaba realizando pruebas con el magnetrón, Percy Spencer, descubrió que la chocolatina que llevaba en el bolsillo se había derretido.

Tras realizar algunos experimentos más llegó a la conclusión de que los alimentos sufrían un proceso de calentamiento al incidir sobre ellos ondas microondas. Más tarde se comprobó la razón. La molécula del agua, presente en la mayoría de alimentos, así como algunas grasas, sufren un proceso por el cual liberan energía en forma de calor cuando son irradiadas con ondas microondas.

Es muy importante en este momento dejar clara una cosa: la radiación producida por las ondas microondas es de caracter no-ionizante. Esto viene a significar que este tipo de radiación no cambia las características estructurales de la molecula y, por lo tanto, no entraña el riesgo para la salud que otras radiaciones ionizantes sí que tienen: los rayos X, por ejemplo.

El horno microondas.

Han pasado ya unos cuantos años desde su descubrimiento y el aparato que a día de hoy disfrutamos en nuestras casas dista mucho del enorme armatoste con el magnetrón dentro que se empezó a comercializar en los años 50.

Nuestro aparato se compone en esencia, del mismo sistema, aunque de proporciones reducidas, que lo que busca es aislar las ondas microondas en su interior para aumentar su eficiencia. Por eso la caja es una caja aislante que filtra las ondas para evitar que éstas salgan del recinto de cocción.

Lo relevante es que el único riesgo que entraña el horno de microondas para la salud humana radica en el hecho de que al radiar ondas a potencia elevada puede hacer que nuestras moléculas de agua generen calor y nos produzcan quemaduras. Pero esto sólo ocurriría si el aislamiento fallase estrepitosamente y tuviéramos la cabeza dentro del aparato.

Pero pese a esto todavía existe gente que desconfía de estos dispositivos considerándolos nocivos e incluso he llegado a escuchar que culpables del desarrollo de algunas enfermedades. Nada más lejos de la realidad científica. Lo curioso, sin embargo, es verlos decir todo esto con el móvil pegado a la oreja conectado a su red WiFi a escasos metros de distancia.

La entropía de la vida

Últimamente estoy analizando concienzudamente algunos de los aspectos de vivir de forma independiente.

Uno de ellos es la sensación de que pese a que recojas las cosas, la tendencia innata de todo lo que te rodea es el desorden.

Ello me ha llevado a terminar dando con la definición de una magnitud física: la entropía. Si tenéis tiempo, ganas, y unos mínimos conocimientos en física os recomiendo enérgicamente que le echéis un vistazo al interesante artículo sobre ella que tiene la Wikipedia. [ Entropía ]

 

A grosso modo y para que nos entendamos, la entropía aplicada a nuestro caso es un concepto relacionado con el desorden de un sistema, su homogeneidad, y viene a decirnos que cualquier estado natural tiene la tendencia innata al desorden y no al revés.

¿Por qué?

Básicamente porque pasar de un estado «desordenado» a un estado «ordenado» consume más energía. Y tiene sentido, podemos dejarnos llevar en el día a día y los cestos, mesitas, cómodas y camas comenzaran a tender a un estado caótico sin lógica salvo que hagamos un esfuerzo, aportemos esa energía necesaria para alcanzar el estado «ordenado».

Y he aquí que me pregunto yo…

Si la naturaleza tiende, en esencia, al desorden, ¿quiénes somos nosotros para ir contra natura? 

¿Nacemos optimistas?

Interesante charla de la investigadora Tari Sharot acerca del comportamiento optimista innato del ser humano.

Parece ser que todos los seres humanos tenemos la tendencia a pensar de forma optimista sobre nuestro futuro. Este pensamiento, siempre que sea equilibrado y realista, es el que nos impulsa a conseguir metas y alcanzar objetivos.

Os dejo algunas de las frases interesantes de su charla:

«Sea lo que sea lo que suceda, tanto si tienes éxito como si fracasas, la gente con altas espectativas siempre se siente mejor, porque cómo se sienten, cuando son despedidos o son elegidos el empleado del mes, depende en cómo interpretan ese evento»

«Independientemente del resultado, el acto puro de anticipación nos hace felices»

«Los optimistas son aquellos que esperan más besos en su futuro, más paseos en el parque. Y esta anticipación mejora su bienestar»