Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

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Crítica: La Sociedad de la Nieve

Hay muchas formas de hacer cine y todas y cada una de ellas tienen de alguna forma cabida en la gran pantalla.

J.A. Bayona es de esos directores que no hacen un tipo de cine, sino que hacen Cine, como concepto: único y sin especificar.

En su nueva producción, La Sociedad de la Nieve, podemos disfrutar de ese Cine. Una película que combina emoción, drama y personajes en una trágica epopeya basada en hechos reales.

Una misma historia, dos formas de contarla

¡Viven! (1993) alcanzó la fama en su momento por contarnos la dramática crónica de aquel accidente aéreo en los Andes, de las dificultades a las que se tuvieron que enfrentar los supervivientes para lograrlo. Es una grandísima película.

¿Qué sentido tiene hacer una nueva versión de la historia?

Pues porque si bien ¡Viven! se centra en el qué y el cómo de lo sucedido: en qué pasó y en cómo sobrevivieron (haciendo especial hincapié, aunque con elegancia, en ciertos elementos clave de su supervivencia), en La Sociedad de la Nieve, Bayona explora el por qué.

Toda la película transita en el bosque de emociones de los supervivientes, a veces en forma de susurros y otras veces convertidas en gritos, pero siempre buscando la humanidad de cada individuo: tanto de aquellos que salieron vivos de aquel trance, como de quienes se quedaron en el camino.

No son números de un desastre, no hay personajes más protagonistas que otros. Hay personas, cada una de ellas individualmente, representando un universo propio.

Una factura al alcance de pocos

Para poder contar en condiciones los hechos y dotar al conjunto de verosimilitud, J.A. Bayona se rodea de todo lo necesario: una fotografía impoluta, unos actores a la altura de las circunstancias, banda sonora, efectos, que hacen del conjunto una pieza para el deleite (y el esperado sufrimiento) del espectador.

Pero, por encima de todo, está la forma de contar. Porque te puedes rodear del mejor equipo y aún así, para que una película trascienda, necesitas saber contar su historia de tal manera que traspase la pantalla.

La Sociedad de la Nieve lo consigue prácticamente desde el primer minuto, absorbiendo la atención del espectador hasta su escena final.

Una oda a la amistad en medio de los límites de la supervivencia. Un cuento acerca de la bondad humana, del vínculo entre personas, de la vida y de la muerte como elementos antagónicos pero inseparables.

Es una maravillosa, tanto en lo trágico como en lo virtuoso, historia.

Nota: 7/10

Crítica: Succession

«El poder no corrompe a las personas; simplemente revela quiénes son realmente.»

James Clear

La cita con la que inicio este post es un estupendo punto de partida para hablar de Succession. La serie de HBO, aclamada por público y crítica, emitió su úlimo episodio el pasado lunes.

Muchos se han apresurado a encumbrarla al olimpo de las series históricas, reincidiendo ese error humano de pretender arrebatarle al tiempo la potestad de decidir quien le sobrevive.

Es, de eso no tengo dudas, una de las grandes series de los últimos tiempos. Y creo que lo ha logrado explotando su mayor virtud: la capacidad de mostrarnos en pantalla la miseria humana que acompaña al sistema de valores en el que vivimos.

El poder, el dinero, la fama, todos ellos caras de una misma moneda que revela nuestras más evidentes carencias, nuestros más oscuros defectos.

Una historia de nuestra generación

Succession es un epopeya en 4 actos que pretende querer hablar de grandes herencias, de corporaciones globales y acuerdos multimillonarios, pero que esconde la tragedia más humana de todas: una familia rota por la ambición desmedida.

Logan Roy es el ejemplo de hombre hecho a sí mismo de manual: construye, de forma implacable, un imperio millonario; decide presidentes, se codea con las élites económicas. Es el éxito personificado.

No hay objetivo que se le resista.

No hay compañía que no pueda comprar.

No hay lujo que no se pueda permitir.

Y justo en ese descomunal éxito a ojos de nuestro sistema, reside su mayor fracaso. En el ocaso de sus días comienza a ver resquebrejarse el mundo: su imperio tiene pies de barro.

Pese a todo, se resiste a aceptar una verdad inevitable, su vida es el resultado de haber sacrificado lo humano por alcanzar ese «sueño» de dominarlo todo y termina el viaje luchando por lo único que quiso más que a sí mismo: el dinero y el poder.

Kendall Roy, el primogénito, el heredero. Quizá lo que mejor defina todo su personaje sean los últimos 15 minutos del último episodio cuando le suplica a su hermana que le deje ser lo único que sabe ser: un sucedáneo de su padre.

Shiv Roy, la mujer. Tan competente y ambiciosa como su padre, pero cometió el error de nacer con el sexo incorrecto. La visión patriarcal de la sociedad y, en especial de su propio padre, le impedirá ser quien podría haber sido y la forzará a buscar la aprobación de forma enfermiza. Su última escena roza la perfección.

Roman Roy, el juguete roto. Para mí el mejor personaje (por papel y por el nivel de Kieran Culkin a lo largo de toda la serie). El más humano de todos y, por ello, el más destrozado por las luchas de poder de su familia. No deja de intentar que alguien le quiera, que alguien le muestre un mínimo de ese cariño que los dólares no son capaces de transmitir. Y, a pesar de que fracasa en su intento, es sobre el que más esperanza hay de que algún día pueda ser feliz.

Evolución y narrativa

Succession es una joya narrativa que hace que el espectador disfrute de una evolución constante de todos sus personajes. Capaz de hacerte amarlos y minutos después despreciarlos, es un fiel reflejo de la cruda realidad de nuestras vidas en las que nada es blanco o negro.

No sólo es un excelente producto de entretenimiento, sino que nos obliga a reflexionar acerca de nuestra propia forma de entender el mundo, sus relaciones y el peso de nuestros valores. ¿De verdad importan tanto el poder, la fama o el dinero?

Al menú lo aderezan personajes que suman su granito de arena a esa estupenda parodia circense. Tom o Greg son ese incompetente capaz de nadar en el furioso océano del poder y sobrevivir a todas sus tormentas. Son parásitos del capitalismo que, a cambio de vender su poca dignidad, se les permite comer las sobras de los altos señores.

La idea detrás de todo y de todos

Pero tras sus últimos segundos el poso de toda la historia, de sus personajes, de su mensaje, empieza a germinar dentro de ti.

Un mensaje claro y meridiano: en la sociedad regida por el dinero, la aristocrática sucesión patrimonial de padres a hijos dejó de tener sentido hace mucho tiempo. Y es el valor fundamental del dinero el que actúa como erupción volcánica para las relaciones personales.

Son quienes más tienen y, sobre todo, quienes menos lucharon por tenerlo, los que dudan menos en sacrificar sus pocos valores morales.

Un divertido espectáculo que da para reflexionar

En su conjunto, Succession es una obra completa, de principio a a fin, con una factura tan cuidada y detallada que te deja huérfano al terminar.

Transita en esa delgada línea entre la pariodia y la reflexión crítica, y nos pone a todos frente al espejo: nos empuja a cuestionarnos nuestros verdaderos valores, nuestros verdaderos objetivos vitales.

Una verdadera gozada.

Nota: 9.5/10

Primeras impresiones: Black Mirror S03

Hace poco Netflix anunciaba a bombo y platillo la llegada a su servicio de la esperada temporada 3 de Black Mirror.

Black Mirror es una serie un poco atípica.

Producida en el Reino Unido, sus dos primeras temporadas eran de tan sólo 3 episodios cada una, de alrededor de una hora por capítulo.

Eran historias autoconclusivas que tenían como eje conductor común el centrar su argumento en un futuro relativamente cercano y una realidad acorde con él. Un mundo plausible, a medio plazo, en el que la humanidad progresaba, la tecnología avanzaba y la sociedad se adaptaba a ello. 

Lo interesante de las dos primeras temporadas era que la práctica mayoría de los episodios inducían al espectador a reflexionar acerca del progreso, de la dirección que la sociedad podría estar tomando y de su participación como individuo en ella.

La tercera temporada: un inicio interesante.

Cuando Netflix anunció la disponibilidad de la tercera temporada me lancé a por ella. El primero de los seis episodios que consta esta serie, titulado “Caída libre”, me entusiasmó al principio: un análisis muy certero acerca de la superficialidad a la que nos están abocando las redes sociales y su posible influencia en la vida real y en cómo ésta se articula.

Cierto es que el capítulo se fue un poco de madre y el final terminó por no redondearlo, pero fue una buena primera toma de contacto. La serie apuntaba maneras.

Un desarrollo pobre e inestable.

Sin embargo, mi gozo en un pozo. He visto ya los tres episodios siguientes y, la verdad, es una temporada decepcionante.

Tanto el segundo como el tercer episodio son del todo lamentables: carecen del espíritu original de la serie. Uno no reflexiona absolutamente nada con ellos. A veces hasta se siente un poco perdido intentando entender si encierran algún tipo de mensaje escondido, pero no. Son simples, planos y sin alma.

El cuarto parece que remonta un poco, aunque vuelve a perderse en caminos a ninguna parte, terminando, otra vez, la faena a mitad.

Un futuro incierto

Me quedan los dos últimos, un pequeño hilo de esperanza. Tal vez con ellos la serie termine la temporada de una forma digna, pero no albergo demasiadas ilusiones. Quizá había demasiadas expectativas puestas sobre ella. Tal vez se nos ha hecho demasiado mainstrem.

Lo que está claro es que anda lejos, muy lejos, de la calidad y el nivel de algunas de las maravillas de temporadas anteriores.

Crítica: Stranger Things (2016)

Resulta tremendamente increíble como una serie, con los ingredientes idóneos, es capaz de teletransportarte directamente a tu más tierna infancia en unos pocos minutos de emisión. Stranger Things, una producción propia de Netflix lo logra de una forma tan increíblemente directa que, aún estando advertido, soprende soberanamente. Ver en pantalla mezclados, en muy poco tiempo, iconos fundamentales del cine de los 80, despierta la conciencia más infantil de cualquiera

Argumento

Grandes ideas llevadas a cabo con mucha cabeza

Si por algo destaca Stranger Things es sin ningún género de dudas, por su notable factura visual. El cuidado de los detalles, desde una cabecera con el típico grano de las cintas VHS, hasta una ambientación, vestuario e incluso música perfectamente seleccionados, convierten a esta serie, casi sin despeinarse, en una de las series de este 2016.

Lo paranormal como eje conductor

Si a esta maravillosa ambientación ochentera le sumamos una historia que mezcla a partes iguales fantasía y ciencia ficción, tenemos un producto verdaderamente interesante. Hawkings, un pequeño pueblo típico americano, es el escenario donde cuatro geniales niños disfrutan del día a día entre clases y partidas de rol en el garaje. Un buen día, de vuelta a casa, algo sucede. Fijaos si considero interesante la historia que hasta aquí puedo contar para no restarle ni un ápice de tensión a la misma.

Los peros de un guión fantástico

No todo va a ser perfecto, está claro, y, a pesar de lo ya mencionado, Stranger Things adolece de algunas, digamos, lagunas argumentativas, que sin embargo le perdonamos por un conjunto de tanto nivel. Estos peros los podréis reconocer durante la serie al tratarse de lo que normalmente llamamos agujeros en el argumento, hay cosas que no encajan del todo bien y que, tal vez, requerían una explicación más extensa.

Personajes

Si la historia de la que hablamos es increíblemente buena, lo de los cuatro actores elegidos para interpretar a los cuatro niños protagonistas no tiene nombre. El director de casting de esta serie se merece un monumento. Flinn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y un genialísimo Gaten Matarazzo hacen las delicias de los expectadores, que ven en esta suerte de reboot de la pandilla de Los Goonies un paseo por sus momentos de bollycaos, palomitas y cine a 200 pesetas en aquellos cines de pueblo con su olor característico.

Eso sí, Wynona Ryder ha envejecido mal (aunque a mi personalmente nunca me gustara) y su interpretación, histriónica por momentos, chirría con el resto del elenco.

Su éxito tiene explicación

Resulta que a todos nos gusta la melancolía. Seamos personas más o menos felices, un poquito de aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor» nunca nos viene mal. Netflix lo sabe. Como también sabe que el target al que va dirigido esta serie es, fundamentalmente, aquellos que están alrededor de la treintena y que, por tanto, vivieron de pequeños el boom de películas como E.T. o Los Goonies. Así que cuando a alguien que vivió con ocho o nueve años cómo Elliot volaba en su bicicleta, huyendo de los malos, le plantas una serie en la que el guiño deja de ser una excepción para convertirse en la regla, lo conquistas fácilmente.

A mi, personalmente, me ha enamorado la serie.

Nota: 8/10

Primeras impresiones: Cosmos (2014)

Cuando saltó la noticia hace unos meses la acogí con una mezcla de emoción y escepticismo: Cosmos, la mítica serie científica dirigida por Carl Sagan iba a tener un remake en 2014.

A los mandos de esta nueva aventura se embarcaría el también científico Neil deGrasse, bastante popular por haber participado en un sinfín de conocidos documentales científicos.

Pintaba bien pero generaba dudas. Para empezar la cadena encargada de llevar a término este proyecto era la FOX: y todos sabemos lo que es la FOX, para lo bueno y para lo malo.

En una época en la que las audiencias caprichosas pueden dar muerte a series con mucha proyección o mantener en antena a otras que hace años que deberían haber terminado, la realización de una serie científica generaba incertidumbre.

Las cosas bien hechas

Desde el mismo instante en el que se supo cuándo se iba a estrenar la serie una maquinaria gigante de márketing hizo un trabajo impecable. Para esto los americanos, hay que reconocérselo, son unos auténticos maestros. Convirtiendo el estreno del nuevo Cosmos en un acontecimiento internacional y haciendo que las redes sociales hiriveran con la noticia, el primer episodio de Cosmos fue un auténtico éxito de audiencia.

El programa

He podido ver los dos primeros episodios de la serie y la realidad es aplastante: Cosmos es una pedazo de serie científica. Comandada por el «capitán» deGrasse en la llamada Nave de la Imaginación, Cosmos nos ha sumergido ya en dos grandes áreas de nuestra ciencia moderna: el orígen del Universo y el orígen de las Especies. Y lo ha hecho empleando unas imágenes asombrosas que han contribuido notablemente a darle cuerpo al programa.

Llevados magistralmente por un deGrasse que empezó dubitativo, tal vez atado por un guión demasiado definido, pero que con el desarrollo de la serie se le está viendo estupendamente bien, con Cosmos el espectador se sumerge en un verdadero espectáculo científico.

Se antoja inimaginable disfrutar de algo así por tierras españolas donde en la actualidad nos encontramos huérfanos de programas puramente científicos.

El futuro

Las audiencias son caprichosas, y no han tardado las hordas de paletos sectarios en intentar meter sus narices en una serie que adora a un único dios: el Método Científico.

Nunca se sabe cómo acabará esta interesante aventura del saber, lo que está claro es que iniciativas como esta son las que verdaderamente ayudan a que crezcamos como especie y que, algún día, de verdad, podamos llegar a las estrellas.

«Somos polvo de estrellas.» – Carl Sagan

Primeras impresiones: En el aire.

Ayer los amantes de la buena televisión, para la que todavía queda esperanza, tuvimos el inmenso placer de volver a ver en la pequeña pantalla a ese todoterreno de los programas de humor inteligente que es don (el don se lo ha ganado a pulso) Andreu Buenafuente.

Bajo el nombre de «En el aire», Andreu volvió a la televisión con un programa de los que le gustan a él y lo hizo manteniendo la estructura a la que nos tenía acostumbrados.

Un monólogo inicial que da paso a una mesa donde se tratan temas de actualidad, invitados famosos, sketchs, música en directo, etc.

En el aire tiene todo eso pero ha venido con la cara renovada. Belén Cuesta, Jorge Ponce y Bob Pop son las caras menos conocidas mientras que el núcleo central del programa lo siguen llevado esa pareja inconmensurable que son Andreu y Berto.

Al programa de ayer se le notó que era el primero. Ligeramente falto de ritmo al principio, tuvo un lastre importante con las nuevas incorporaciones. Jorge Ponce, que aparece desde nada más comenzado el programa, todavía tiene demasiado camino que recorrer para ponerse a la altura de Berto como partenaire de Andreu.

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Al que no tuve forma humana de soportar fue al tal Bob Pop. Que resulta que es un «famoso» blogger. Hasta ahí que la parte de conexión con las redes sociales la lleve él se comprende. Ahora bien, las RR.SS. son una fuente inagotable de humor inmediato, la prueba viviente la tenemos en programas como APM! o TT, y sin embargo, Bob Pop no sólo le restó humor con cada una de sus intervenciones al programa sino que además se le notó excesivamente nervioso y demasiado encajonado en su guión.

Con todos estos ingredientes, no es de extrañar que para cuando entró Marc Giró con su desmedida verborrea, pasadas ya más de la 1 de la madrugada, la decisión terminase por ser apagar el televisor.

Anoche se vieron destellos de lo que puede ser En el aire: el genial sketch de «Andro Rey» fue sin duda lo mejor que vi y la idea de contar la vida de alguien sólo con emoticonos me pareció genial. Sólo falta asentar un poco a los personajes, que cojan confianza y tal vez adelantar un poco el horario de emisión. 

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Yo, que a Andreu desde «La Cosa Nostra» le tengo un especial cariño, le deseo la mejor de las suertes en esta nueva andadura y espero de corazón que En el Aire se convierta pronto en un programa referencia de cómo se puede hacer televisión sin tener que recurrir ni al drama humano ni a la mal llamada prensa del corazón.

Crítica: Breaking Bad

Sólo entiendes lo grande que es una serie cuando empiezas a sentir el vacío que te deja cuando la terminas.

Con Breaking Bad el enamoramiento se produce como debe ser: despacito y sin prisas.

Porque su primera temporada es como el encuentro entre dos desconocidos. Tibio, nervioso. A veces incluso lento. Los futuros enamorados, ahora sólo conocidos, van entendiendo quién es quién, y van profundizando en el ardua tarea de comprender al otro.

Ahí conoces a Walter White, el arquetipo de perdedor. Un genio incomprendido que malgasta sus días dando clases de Química en un instituto hasta que la vida decide empujarle a cambiar, o a morir.

Porque de eso se trata, de como dijera en su genial discurso en Stanford Steve Jobs: «Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder».

Y así, nuestro querido y afable Walt, el papá Walt, el cuñado Walt, el perdedor, decide que no le queda ya nada por perder y si mucho por ganar.

A partir de ahí comienza la mejor evolución de un personaje que he visto jamás. De Walt, el profesor Walter White, Mr. White a Heisenberg. Todo un Jekyll y Mr. Hyde. La realidad de una persona que se oculta detrás de capas y capas de rutina y vida precocinada.

La serie es un grito sordo de alguien que se sabe capaz de cambiar el mundo pero que siente como el mundo le ha dado espalda.

En el camino somos los espectadores los que disfrutamos de esa evolución perfecta. De ese despertar de una bestia contenida durante años frente a una pizarra y un lavadero de coches. Y va creciendo y creciendo hasta que llegamos al episodio sexto de la cuarta temporada. En ese momento sencillamente ves una escena que sabes que pasará a la historia de las series.

Entonces lo sientes, te percatas por fin (si no lo habías hecho antes) de la realidad, de que todo empieza y termina en Walter White, el profesor convertido en químico, el químico convertido en deidad todopoderosa. Y comienza a nacer la duda, muy dentro tuya, de que quizá no te guste, tal vez no sea tan bueno, tal vez no deberías quererlo tanto.

Walter White, Heisenberg. Es una figura tan grande, tan grandiosa, tan terriblemente completa y compleja que muchas veces oscurece al otro enorme protagonista de la historia: Jesse Pinkman.

El inútil, el prescindible. Un peón que no lo es. Capaz de lo mejor y de lo peor y que termina por ser una contradicción: lo odias pero lo amas, lo amas pero quieres que muera, o que no muera. Nunca lo terminas de saber. Él también sufre una profunda metamorfosis, pero más previsible, más comprensible. Saca de sus entrañas la moralidad que nunca debió perder. Es el yang de Heisenberg.

La historia, su argumento, sus entresijos, su cambios, Saul Goodman, Hank Schreader, su música. Son tantísimas cosas y tan buenas que no quiero aburrir listándolas todas.

Sólo diré que esta es de las series a las que no me cuesta nada darles un 10.

Y añadiré que pese a todo, después de sus cinco temporadas y de conocer al verdadero Walter White, al terrible Heisenberg, citaré una de esas frases sobre la amistad:

«Un amigo de verdad es aquel que conoce todos tus defectos y a pesar de ello te quiere».

Yo, Walter White, querido amigo, te lo perdono todo.

Nota: 10/10

5 razones por las que leer Juego de Tronos antes de ver la serie

Es una realidad que la serie televisiva Juego de Tronos (Game of Thrones) se ha convertido en todo un fenómeno de masas alcanzando cuotas de pantalla impresionantes y llevándola a copar todas las listas y premios audiovisuales.

No obstante, tras haber visto las dos primeras temporadas y haber comenzado la tercera, mi impresión es que es un requisito casi indispensable para saborear bien la historia de Poniente el leerse primero los libros:

1. Profundidad de los personajes. La historia congrega una cantidad inmensa de personajes que se van interrelacionando entre sí a medida que el argumento se desarrolla. Pese a que se trata de un formato televisivo en el que contamos con episodios de casi una hora de duración, lamentablemente no es suficiente como para ahondar en todos y cada uno de los matices que George R.R. Martin ha sido capaz de trasladar en las novelas.

2. Imaginación. La televisión y el cine son un medio fabuloso pero limitante. Con la palabra escrita somos nosotros los que damos rienda suelta a nuestra mente y somos capaces de imaginarnos inmensos palacios rodeados de suntuosos paisajes exóticos. Pese a la bellísima factura fotográfica que presenta la serie televisiva, todavía queda lejos de alcanzar nuestra capacidad imaginativa.

3. Historia atropellada. En un argumento de corte histórico-fantástico hay algo que se hace fundamental desde mi punto de vista: la pausa. Las cosas, cuando se cuentan, cuando se leen, van sucediendo poco a poco, y de esta manera tejen una tupida tela en la que nos sumergimos. Esa pausa no existe en la adaptación. Todo sucede rápido, las elipsis temporales entre capítulos a veces son desconcertantes y los misterios y el suspense son prácticamente inexistentes.

4. Cambios en el guión. Es inevitable, pese a contar con el apoyo del propio escritor, que la historia varíe, sufra modificaciones para poder adaptarse a un medio distinto con lo que esto conlleva. Esto puede parecer poco importante pero en algunos momentos se pierde parte de la magia de la historia al eliminar o modificar pasajes escritos.

5. Entender Canción de Hielo y Fuego. Si empezamos a conocer la historia de Poniente a partir de los libros y luego la complementamos con la serie podemos alcanzar una visión global muy interesante de todo este mundo de fantasía ideado por Martin.

Todo esto no busca en absoluto desmerecer la adaptación televisiva que es, sin ningún género de dudas, una de las mejores, por no decir la mejor, de la historia de la televisión. Se trata más bien de recomendar lo que siempre se ha dicho: primero el libro, luego la película. Con Canción de Hielo y Fuego, es indispensable.

Anime: Darker than Black

This is the first post of a new series on which I will talk about the tv series, anime, etc. that I’m watching.

A work colleague recommended to me the anime Darker than Black and this week I started to watch it.

As I’ve seen watching the two first episodes, Darker than Black is an amazing anime which starts in a hypothetical city on where something happened. Something about sky and stars. After that event, some special human beings appeared. People who had strange powers. People who were able to do incredible things. And a mysterious history starts at that point.

As you can see, it’s a fantastical anime with an interesting drawing and a really cool soundtrack.

I’ll tell you more when I finish it.

La jugada de «LaSexta»

mediaproLeyendo el otro día por la red fui a parar a este interesante artículo donde se desvelan los posibles planes de futuro de la productora MediaPRO que pasará a disponer el año que viene de la práctica totalidad de los derechos de explotación del fútbol de primera división en España.

Por lo que se ve, su idea es usar la plataforma de transmisión TDT para crear contenido «premium». En palabras claras y sin demasiados rodeos: que nos quieren cobrar.

Lo curioso del caso es que en realidad su idea es cobrarnos 19€ al mes por 3 canales, uno de los cuales, por supuesto, sería GolTV (el que parece estar destinado a emitir los partidos de fútbol).

Las cuestiones son varias.

¿Dónde está ahora esa máxima que viene popularizando LaSexta (propiedad de MediaPro) de que el fútbol gratis es un derecho de los españoles?

¿Se atreverán a cobrar y a emitir los partidos de las 17.00 de la tarde en forma de multifútbol cutre? Más que nada porque asumo que Barça y Madrid dispondrán de horarios especiales para que se emitan sin problemas, pero el resto de equipos probablemente compartan horario.

No me imagino a un aficionado del Sevilla o del Almería pagando cerca de 20€ al mes por ver sus partidos a trozos.

Está todo todavía por verse pero parece que ser que MediaPro tiene claro que el año que viene, una vez que se ha cargado la actual plataforma de explotación de contenidos: AudioVisual Sport, lo del fútbol gratis por LaSexta se va a acabar.

Más información y Debate | http://meneame.net/story/tdt-pago-costara-19-euros-mes-incluira-tres-canales-entre-ellos