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Categoría: Series (página 1 de 4)

Crítica: Succession

«El poder no corrompe a las personas; simplemente revela quiénes son realmente.»

James Clear

La cita con la que inicio este post es un estupendo punto de partida para hablar de Succession. La serie de HBO, aclamada por público y crítica, emitió su úlimo episodio el pasado lunes.

Muchos se han apresurado a encumbrarla al olimpo de las series históricas, reincidiendo ese error humano de pretender arrebatarle al tiempo la potestad de decidir quien le sobrevive.

Es, de eso no tengo dudas, una de las grandes series de los últimos tiempos. Y creo que lo ha logrado explotando su mayor virtud: la capacidad de mostrarnos en pantalla la miseria humana que acompaña al sistema de valores en el que vivimos.

El poder, el dinero, la fama, todos ellos caras de una misma moneda que revela nuestras más evidentes carencias, nuestros más oscuros defectos.

Una historia de nuestra generación

Succession es un epopeya en 4 actos que pretende querer hablar de grandes herencias, de corporaciones globales y acuerdos multimillonarios, pero que esconde la tragedia más humana de todas: una familia rota por la ambición desmedida.

Logan Roy es el ejemplo de hombre hecho a sí mismo de manual: construye, de forma implacable, un imperio millonario; decide presidentes, se codea con las élites económicas. Es el éxito personificado.

No hay objetivo que se le resista.

No hay compañía que no pueda comprar.

No hay lujo que no se pueda permitir.

Y justo en ese descomunal éxito a ojos de nuestro sistema, reside su mayor fracaso. En el ocaso de sus días comienza a ver resquebrejarse el mundo: su imperio tiene pies de barro.

Pese a todo, se resiste a aceptar una verdad inevitable, su vida es el resultado de haber sacrificado lo humano por alcanzar ese «sueño» de dominarlo todo y termina el viaje luchando por lo único que quiso más que a sí mismo: el dinero y el poder.

Kendall Roy, el primogénito, el heredero. Quizá lo que mejor defina todo su personaje sean los últimos 15 minutos del último episodio cuando le suplica a su hermana que le deje ser lo único que sabe ser: un sucedáneo de su padre.

Shiv Roy, la mujer. Tan competente y ambiciosa como su padre, pero cometió el error de nacer con el sexo incorrecto. La visión patriarcal de la sociedad y, en especial de su propio padre, le impedirá ser quien podría haber sido y la forzará a buscar la aprobación de forma enfermiza. Su última escena roza la perfección.

Roman Roy, el juguete roto. Para mí el mejor personaje (por papel y por el nivel de Kieran Culkin a lo largo de toda la serie). El más humano de todos y, por ello, el más destrozado por las luchas de poder de su familia. No deja de intentar que alguien le quiera, que alguien le muestre un mínimo de ese cariño que los dólares no son capaces de transmitir. Y, a pesar de que fracasa en su intento, es sobre el que más esperanza hay de que algún día pueda ser feliz.

Evolución y narrativa

Succession es una joya narrativa que hace que el espectador disfrute de una evolución constante de todos sus personajes. Capaz de hacerte amarlos y minutos después despreciarlos, es un fiel reflejo de la cruda realidad de nuestras vidas en las que nada es blanco o negro.

No sólo es un excelente producto de entretenimiento, sino que nos obliga a reflexionar acerca de nuestra propia forma de entender el mundo, sus relaciones y el peso de nuestros valores. ¿De verdad importan tanto el poder, la fama o el dinero?

Al menú lo aderezan personajes que suman su granito de arena a esa estupenda parodia circense. Tom o Greg son ese incompetente capaz de nadar en el furioso océano del poder y sobrevivir a todas sus tormentas. Son parásitos del capitalismo que, a cambio de vender su poca dignidad, se les permite comer las sobras de los altos señores.

La idea detrás de todo y de todos

Pero tras sus últimos segundos el poso de toda la historia, de sus personajes, de su mensaje, empieza a germinar dentro de ti.

Un mensaje claro y meridiano: en la sociedad regida por el dinero, la aristocrática sucesión patrimonial de padres a hijos dejó de tener sentido hace mucho tiempo. Y es el valor fundamental del dinero el que actúa como erupción volcánica para las relaciones personales.

Son quienes más tienen y, sobre todo, quienes menos lucharon por tenerlo, los que dudan menos en sacrificar sus pocos valores morales.

Un divertido espectáculo que da para reflexionar

En su conjunto, Succession es una obra completa, de principio a a fin, con una factura tan cuidada y detallada que te deja huérfano al terminar.

Transita en esa delgada línea entre la pariodia y la reflexión crítica, y nos pone a todos frente al espejo: nos empuja a cuestionarnos nuestros verdaderos valores, nuestros verdaderos objetivos vitales.

Una verdadera gozada.

Nota: 9.5/10

Crítica – Los anillos de Poder (2022)

Vaya por delante que soy un absoluto y perdido enamorado de todo lo que rodea a JRR Tolkien y, por tanto, mi capacidad de juicio sobre cualquier historia que adapte su legendarium se ve condicionada.

No soy, si os pudiera preocupar, uno de esos puristas trastornados que se autoproclaman defensores a ultranza del legado del escritor inglés y claman por cualquier variación, por mínima que sea, de su interpretación de la literatura de Tolkien.

La expectación

Los Anillos de Poder (2022, Amazon Prime) es la primera gran producción tras las 6 películas que Peter Jackson realizó, con dispar factura, entre 2001 y 2014.

Había muchísimas ganas de ver lo que un gigante como Amazon, con tanto billete listo para ser quemado, podía hacer con una historia que ya por aquel entonces no se sabía muy bien dónde iba a encuadrar.

Los herederos y dueños de los derechos de las novelas de Tolkien habían cedido una parte muy reducida de estos derechos para realizar una serie basada en la obra.

Este punto es de vital importancia, puesto que la serie sucede en un periodo para el que no hay ninguna novela como tal, sino que bebe de referencias de los textos de Tolkien.

Unos inicios titubeantes

Así que con esta premisa la serie inició su andadura con unos primeros capítulos de presentación de personajes. El comienzo siempre es complejo y no siempre se logra encontrar el equilibrio entre un relato dinámico y contar todo lo necesario para sentar las bases de lo que sucederá.

Estos primeros episodios ya muestran una clara distancia con sus predecesoras: aunque tratan de mantener una fotografía muy similar, se alejan, con o sin intención, de la épica que tenían las películas de Jackson.

Unos personajes dispares

Aquí llega el primer gran desafío al que se enfrenta la serie: la credibilidad de sus personajes. La historia, de la que hablaré más adelante, necesita sustentarse en unos personajes capaces de hacérnosla creíble.

Los Anillos de Poder lo consigue, pero no siempre. Apuntan maneras personajes como la Dama Galadriel, o el Señor Elrond: muy diferentes a los escogidos en su día para las películas, pero con el carisma necesario para representar el papel de Altos Elfos de la Tierra Media.

Siguiendo con los aciertos, la elección de Durin IV es otro de ellos: su relación con Elrond, que revive en nuestra memoria la maravillosa amistad entre Legolas y Gimli, parte como uno de los pilares de esta primera temporada.

Y, cómo no, Adar, un personaje tremendamente misterioso con una potencia brutal a lo largo de los distintos capítulos en los que aparece.

Del resto, algunos pasan más desapercibidos que otros, y algunos van a necesitar mucho para llegar a algún sitio (a Isildur van a tener que ponerle las pilas) y otros han sido elegidos con bastante poco tino: mención especial para Celebrimbor.

Una historia que gana fuerza hacia el final

Y, por fin, llegamos al relato. ¿Qué sería de cualquier aventura sin las palabras que nos la relatan? Los Anillos de Poder es la historia de la búsqueda de poder, de la salvación y de amistades y de engaño.

“En aquellos anillos residía el poder y la voluntad para gobernar a cada raza. Pero todos ellos fueron engañados… pues otro anillo más fue forjado… en la tierra de Mordor…”

Así iniciaba Galadriel en La Comunidad del Anillo el relato de la leyenda alrededor del Anillo Único.

Como ya he dicho, la primera parte de esta primera temporada hace el difícil trabajo de presentarnos a los personajes, aderezando algunos de la mística de lo desconocido.

Y quizá el abuso de ese ilusionismo le puede terminar pasando factura.

Pero volviendo a la narrativa, la historia crece a lo largo de los 8 episodios hasta un clímax que nos propone un futuro interesante y atractivo.

Los personajes crecen con el devenir de los acontecimientos y algunos ya parecen decididos a anidar en nuestra retina como lo hicieran los Aragorn, Frodo, Arwen, Legolas o Gimli.

Confiemos en que la serie siga el camino de crecimiento iniciado y nos regalen más momentos tan sumamente épicos como el del Istari o la llegada a Númenor.

Nota: 7/10

Crítica: Chernobyl (2019)

Sumergirte plenamente en el drama de uno de los momentos que pusieron en jaque a toda la humanidad. Pasar de la estupefacción al terror absoluto. Disfrutar de lo que siempre tuvo que ser el cine: una forma maravillosa de relatar historias.  

Chernobyl (2019, HBO) es una joya pulida con la delicadeza que exige el momento histórico que cuenta y nos ofrece cinco episodios de un altísimo nivel. Una narración que se mastica con calma y que se saborea una y otra vez, advirtiendo todos los matices, pero dejando espacio para nuestra propia reflexión.

Valery Legásov, ingeniero nuclear de la extinta URSS, es el catalizador de una historia que me ha hecho recuperar la fe en la televisión comercial y en especial, tras el descalabro absoluto de Juego de Tronos, en HBO.

Así, a través de las situaciones que tuvo que vivir Legásov después del desastre de Chernóbil, entendemos un poco más las razones que nos llevaron al borde de la catástrofe nuclear absoluta.

No es tanto la reproducción de uno de los momentos más críticos de nuestra historia reciente, sino la forma de contarlo. Esto va más de crear una atmósfera que envuelve cada escena, de cómo se cuenta bien una historia para que el espectador se vaya sintiendo en cada instante más y más enredado en su tela de araña.

HBO nos ha regalado esta pequeña pero gran obra maestra para endulzar nuestro amargo 2019 cinematográfico y nos devuelve la esperanza por lo que esté por venir.

Muy recomendable

9/10

La última temporada de Juego de Tronos: un tibio inicio.

Aviso: Este artículo contiene spoilers (revelaciones de la trama) de la octava temporada de Juego de Tronos.

Una serie de las dimensiones de Juego de Tronos siempre corre el mismo riesgo: levantar más expectativas de las que es humanamente posible responder.

Ayer llegaba a España el primer episodio de la octava y última temporada de la historia que narra las aventuras de Poniente y lo hizo con un arranque demasiado en tierra de nadie.

En busca del carisma

En primer lugar quizá lo más relevante del final de la última temporada y el comienzo de esta es que dos de los personajes con más fuerza han comenzado una relación amorosa. Peligroso camino que transitar porque se trata de un concepto ajeno a la esencia de la serie, más centrada en las intrigas políticas que en los paseos a lomos de dragones entre risas y arrumacos.

Del resto de personajes el episodio nos da una mínima pincelada de todos ellos, como queriéndonos convencer de que todos son importantes y que tendrán su papel en el devenir de los acontecimientos.

Este intento de cubrir todos los flancos deja a este primer episodio en la incómoda situación de querer decir mucho y terminar contando poco.

Arcos argumentales conectados

El final de la séptima temporada terminó por conectar muchos de los arcos argumentales que, hasta la fecha, habían tomado caminos distintos. Esta variedad de contextos dotaba de dinamismo a la serie y permitía cambios rápidos de entornos y de personajes. Ayer todo transcurrió entre Invernalia y Desembarco del Rey. Todos los personajes comparten ahora escenario y el resultado es la sensación de que la historia no avanza.

Cersei

Mención aparte merece la todavía reina Cersei Lannister.

Es uno de los personajes con más proyección prácticamente desde el episodio uno. Se ha ido construyendo a sí misma, conformando lo que parecía una batalla entre dos grandes mujeres en un mundo hecho para los hombres. Sin embargo, ella también se contagia de la fragilidad argumental del episodio, se diluye entre escenas y termina aparentando ser una sombra de lo que en su día fue. Confiemos en que la historia la devuelva a su merecido lugar.

Es pronto, todavía hay esperanza

La última temporada acaba de dar comienzo. Todavía tiene mucho margen de mejora y es comprensible que este primer asalto fuera más un ejercicio de puesta en escena de las piezas del tablero de ajedrez. A medio camino entre un refresco para la memoria de los espectadores y el planteamiento inicial de lo que se prevé sea la batalla de todos los tiempos.

No perdamos la esperanza.

Siempre nos quedará Tyrion.

Crítica: Sharp Objects (2018)

Cuando tras la deliciosa aunque brutal Animales Nocturnos supe de la existencia de una serie de HBO protagonizada por la irresistible Amy Adams, no lo dudé y me lancé a por ella.

Venía acompañada de una genial crítica y se decía de ella que mezclaba componentes de True Detective (la primera temporada, es decir, la buena), Mindhunter e incluso algo de Hereditary. Con estas referencias, la serie corría un alto riesgo de ser o bien una auténtica joya o un lamentable fiasco. 

Y lo cierto es que ha sido lo primero, o incluso mejor.

La serie

Sharp Objects (HBO, 2018), es una serie de 8 episodios de alrededor de una hora de duración que narra la historia de Camille Preaker, una joven periodista que vuelve a su pueblo natal a cubrir la noticia del asesinato de una niña y la posterior desparación de otra. 

Su regreso la llevará a rememorar su infancia y, con ella, los fantasmas que la llevan persiguiendo toda su vida. 

Así, Camille deberá, por un lado, tratar de desvelar qué y quién hay detrás de la muerte y desaparción de esas niñas, pero al mismo tiempo, por otro, lidiar con sus atormentados recuerdos. 

¿Por qué es tan buena?

Más allá de que la trama ya es interesante por sí misma, Sharp Objects destaca por un elemento clave en prácticamente cualquier obra audiovisual: su pluscuamperfecta forma de narrar la historia.

Los personajes que conforman el relato se van descubriendo, poco a poco, al ritmo que impone el discurrir de los acontecimientos. El entorno, un pequeño pueblo de Missouri, contribuye a asentar los cimientos de una narrativa opresora. La construcción de cada uno de ellos es inmensa, en especial la protagonista. En cada escena en la que ella aparece se esbozan las líneas que describen los rasgos de una persona torturada por su pasado y su propia mente.

Y junto a ella, el resto del elenco se suma en esta tétrica pero estéticamente maravillosa ópera, aportando los sonidos que terminan por conformar una melodía dramática, asfixiante, que sume al espectador en una lucha constante por desentrañar las miserias de cada uno de ellos. 

El desenlace no solo termina por redondear definitivamente el conjunto de la obra, sino que le añade un epílogo que enmudece al auditorio, que ya solo puede escuchar el zumbido de sus propios pensamientos. 

Una delicia en ocho bocados

Ya dicen que el mejor de los perfumes suele venir en frasco pequeño. Sucedió con True Detective, incluso con Westworld. Ocho horas de metraje que sirven a Jean-Marc Vallée para envolvernos en el sofocante pueblo de Wind Gap, en las miradas acusadoras de sus ciudadanos, en los monstruos que toda familia guarda en el armario. 

Ocho horas de luces y sombras proyectadas sobre la esencia misma del alma humana.

Muy recomendada.

Nota: 8/10

Primeras impresiones: Black Mirror S03

Hace poco Netflix anunciaba a bombo y platillo la llegada a su servicio de la esperada temporada 3 de Black Mirror.

Black Mirror es una serie un poco atípica.

Producida en el Reino Unido, sus dos primeras temporadas eran de tan sólo 3 episodios cada una, de alrededor de una hora por capítulo.

Eran historias autoconclusivas que tenían como eje conductor común el centrar su argumento en un futuro relativamente cercano y una realidad acorde con él. Un mundo plausible, a medio plazo, en el que la humanidad progresaba, la tecnología avanzaba y la sociedad se adaptaba a ello. 

Lo interesante de las dos primeras temporadas era que la práctica mayoría de los episodios inducían al espectador a reflexionar acerca del progreso, de la dirección que la sociedad podría estar tomando y de su participación como individuo en ella.

La tercera temporada: un inicio interesante.

Cuando Netflix anunció la disponibilidad de la tercera temporada me lancé a por ella. El primero de los seis episodios que consta esta serie, titulado “Caída libre”, me entusiasmó al principio: un análisis muy certero acerca de la superficialidad a la que nos están abocando las redes sociales y su posible influencia en la vida real y en cómo ésta se articula.

Cierto es que el capítulo se fue un poco de madre y el final terminó por no redondearlo, pero fue una buena primera toma de contacto. La serie apuntaba maneras.

Un desarrollo pobre e inestable.

Sin embargo, mi gozo en un pozo. He visto ya los tres episodios siguientes y, la verdad, es una temporada decepcionante.

Tanto el segundo como el tercer episodio son del todo lamentables: carecen del espíritu original de la serie. Uno no reflexiona absolutamente nada con ellos. A veces hasta se siente un poco perdido intentando entender si encierran algún tipo de mensaje escondido, pero no. Son simples, planos y sin alma.

El cuarto parece que remonta un poco, aunque vuelve a perderse en caminos a ninguna parte, terminando, otra vez, la faena a mitad.

Un futuro incierto

Me quedan los dos últimos, un pequeño hilo de esperanza. Tal vez con ellos la serie termine la temporada de una forma digna, pero no albergo demasiadas ilusiones. Quizá había demasiadas expectativas puestas sobre ella. Tal vez se nos ha hecho demasiado mainstrem.

Lo que está claro es que anda lejos, muy lejos, de la calidad y el nivel de algunas de las maravillas de temporadas anteriores.

Crítica: Stranger Things (2016)

Resulta tremendamente increíble como una serie, con los ingredientes idóneos, es capaz de teletransportarte directamente a tu más tierna infancia en unos pocos minutos de emisión. Stranger Things, una producción propia de Netflix lo logra de una forma tan increíblemente directa que, aún estando advertido, soprende soberanamente. Ver en pantalla mezclados, en muy poco tiempo, iconos fundamentales del cine de los 80, despierta la conciencia más infantil de cualquiera

Argumento

Grandes ideas llevadas a cabo con mucha cabeza

Si por algo destaca Stranger Things es sin ningún género de dudas, por su notable factura visual. El cuidado de los detalles, desde una cabecera con el típico grano de las cintas VHS, hasta una ambientación, vestuario e incluso música perfectamente seleccionados, convierten a esta serie, casi sin despeinarse, en una de las series de este 2016.

Lo paranormal como eje conductor

Si a esta maravillosa ambientación ochentera le sumamos una historia que mezcla a partes iguales fantasía y ciencia ficción, tenemos un producto verdaderamente interesante. Hawkings, un pequeño pueblo típico americano, es el escenario donde cuatro geniales niños disfrutan del día a día entre clases y partidas de rol en el garaje. Un buen día, de vuelta a casa, algo sucede. Fijaos si considero interesante la historia que hasta aquí puedo contar para no restarle ni un ápice de tensión a la misma.

Los peros de un guión fantástico

No todo va a ser perfecto, está claro, y, a pesar de lo ya mencionado, Stranger Things adolece de algunas, digamos, lagunas argumentativas, que sin embargo le perdonamos por un conjunto de tanto nivel. Estos peros los podréis reconocer durante la serie al tratarse de lo que normalmente llamamos agujeros en el argumento, hay cosas que no encajan del todo bien y que, tal vez, requerían una explicación más extensa.

Personajes

Si la historia de la que hablamos es increíblemente buena, lo de los cuatro actores elegidos para interpretar a los cuatro niños protagonistas no tiene nombre. El director de casting de esta serie se merece un monumento. Flinn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y un genialísimo Gaten Matarazzo hacen las delicias de los expectadores, que ven en esta suerte de reboot de la pandilla de Los Goonies un paseo por sus momentos de bollycaos, palomitas y cine a 200 pesetas en aquellos cines de pueblo con su olor característico.

Eso sí, Wynona Ryder ha envejecido mal (aunque a mi personalmente nunca me gustara) y su interpretación, histriónica por momentos, chirría con el resto del elenco.

Su éxito tiene explicación

Resulta que a todos nos gusta la melancolía. Seamos personas más o menos felices, un poquito de aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor» nunca nos viene mal. Netflix lo sabe. Como también sabe que el target al que va dirigido esta serie es, fundamentalmente, aquellos que están alrededor de la treintena y que, por tanto, vivieron de pequeños el boom de películas como E.T. o Los Goonies. Así que cuando a alguien que vivió con ocho o nueve años cómo Elliot volaba en su bicicleta, huyendo de los malos, le plantas una serie en la que el guiño deja de ser una excepción para convertirse en la regla, lo conquistas fácilmente.

A mi, personalmente, me ha enamorado la serie.

Nota: 8/10

Primeras impresiones: True Detective – Segunda temporada

Estaba claro que repetir la fórmula de éxito que catapultó a Pizzolato y con él a dos figuras de la talla de McConaughey y Harrelson a la fama iba a ser tarea complicada.

True Detective se estrenaba hace poco con una nueva y renovada temporada con Colin Farrell y Rachel McAdams como caras más visibles.

Un nuevo True Detective: Las semejanzas y las diferencias

Lo cierto es que esta nueva temporada mantiene ciertos aspectos de su predecesora aunque difiere en otros.

En primer lugar nos encontramos con una cabecera cuya banda sonora se aleja de la potente Far From Any Road de The Handsome Family. Esta vez Pizzolato ha decidido utilizar la profunda y perturbadora voz de Leonard Cohen al mismo tiempo que vuelve a usar esas imágenes mezcladas con tanta carga visual que ya emplease en la primera temporada.

Para seguir con las semejanzas, la historia comienza a desarrollarse sobre una pequeña ciudad, esta vez del estado de California, en la que nadie parece ser quien aparenta. Esto es algo que ya me gustó mucho de la primera temporada: la profundidad de cada uno de los personajes, su pasado, su bagaje emocional.

Sin embargo no estamos en Lousiana y esa tremenda tensión natural que se apreciaba en los planos de la anterior entrega desaparece. En esta pequeña ciudad de Vinci parece que lo que oprime a sus gentes es la llegada inminente de los especuladores y de las macroconstrucciones, ese equilibrio inestable entre corrupción y progreso.

Otra de las grandes diferencias, aunque menos acusada, es la diversificación del peso narrativo. Durante la primera temporada existía una sola moneda con dos caras: Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Ying y Yang. El primer episodio de la segunda temporada muestra, al menos, a cuatro grandes protagonistas: un devastado Colin Farrell, una compleja Rachel McAdams, un enigmático Taylor Kitsch y un malo malísimo Vince Caughn (con Kelly Reilly a la sombra).

Los personajes

En este primer análisis os hablaré de los que para mi son los tres ejes fundamentales a nivel de personajes de la serie.

Dejo a un lado a Vince Vaughn a la espera de ver el desarrollo de su personaje. Como adelanto he de decir que en este primer episodio cumple y con creces.

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Colin Farrell [El poli malo]: Intuía que su personaje tendría que ver mucho con esa idea que transmite de persona devastada por las adicciones con un pasado del que no logra deshacerse y que lo atormenta día tras día. Aquí vuelven a utilizar los flashbacks para contarnos el desarrollo del Detective Ray Velcoro. Farrell está exactamente donde se le espera y, aunque no es McConaughey, da la sensación de que tiene mucho margen de crecimiento.

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Rachel McAdams [La poli complicada]: Con ella influye el estar perdidamente enamorado de su sonrisa y, pese a todo, verla en el papel de policía dura, curtida en las batallas diarias de la vida y con una familia desestructurada hacen que uno sienta que va a tener una importancia tremenda en el devenir de los hechos en la serie.

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Taylor Kitsch [El poli misterioso]: Por último la grata sorpresa. Al no querer informarme demasiado sobre el estreno para no comerme ningún spoiler tampoco supe de su participación. Taylor Kitsch me gusta mucho como actor pero es que su personaje me llama todavía más la atención. La sensación de ambigüedad que transmite, de estar un paso por encima del bien y del mal y, en algunos momentos, ese ligero destello de semejanza a Rust Cole, han hecho que se haya convertido en mi personaje favorito por ahora.

Una idea en el aire

Tensión, misterio y juego de espejos es lo que vuelve a traernos Pizzolato. Mezcla sin igual de música, imagen e historia en lo que de nuevo quiere convertirse en una revolución en el mundo de las series de televisión. Si la rueda se puede reinventar y, si no mejorar, si enfocar de manera diferente, muy posiblemente este sea el caso de True Detective en su segunda temporada.

Primeras impresiones: Dragon Ball – Fukkatsu no F

Akira Toriyama, ese genio que le puso color a nuestra infancia a base de batallas épicas lleva unos cuantos días apareciendo en la prensa especializada y no tan especializada debido al reciente anuncio de la continuación de su famosa saga Dragon Ball bajo el nombre de Dragon Ball Super.

Los que hemos crecido de la mano de Son Goku, Vegeta y compañía estamos más que emocionados ante tal evento.

Con tal de ir preparándonos y tras el estreno de la mediocre Dragon Ball: The Battle of Gods, se publicaron los tres volúmenes de Dragon Ball – Fukkatsu no F.

Dragon Ball – Fukkatsu no F

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En esta obra la gran F hace referencia al malvado Freezer, el archienemigo de Goku, que es resucitado mediante las Bolas de Dragón.

Con la lectura del primer volumen, es el Toriyama de siempre el que nos mezcla historia y aventuras con un divertido toque de humor.

Un dibujo cuidado y un argumento que aparenta ser interesante: Freezer ha vuelto y ha decidido entrenar de lo lindo para superar a Son Goku y a Vegeta, son los ingredientes con los que Akira Toriyama nos presenta su reload de su saga.

¿Qué nos traerá con Dragon Ball Super?

En Julio de este mismo año  lo sabremos.

Primeras impresiones: Cosmos (2014)

Cuando saltó la noticia hace unos meses la acogí con una mezcla de emoción y escepticismo: Cosmos, la mítica serie científica dirigida por Carl Sagan iba a tener un remake en 2014.

A los mandos de esta nueva aventura se embarcaría el también científico Neil deGrasse, bastante popular por haber participado en un sinfín de conocidos documentales científicos.

Pintaba bien pero generaba dudas. Para empezar la cadena encargada de llevar a término este proyecto era la FOX: y todos sabemos lo que es la FOX, para lo bueno y para lo malo.

En una época en la que las audiencias caprichosas pueden dar muerte a series con mucha proyección o mantener en antena a otras que hace años que deberían haber terminado, la realización de una serie científica generaba incertidumbre.

Las cosas bien hechas

Desde el mismo instante en el que se supo cuándo se iba a estrenar la serie una maquinaria gigante de márketing hizo un trabajo impecable. Para esto los americanos, hay que reconocérselo, son unos auténticos maestros. Convirtiendo el estreno del nuevo Cosmos en un acontecimiento internacional y haciendo que las redes sociales hiriveran con la noticia, el primer episodio de Cosmos fue un auténtico éxito de audiencia.

El programa

He podido ver los dos primeros episodios de la serie y la realidad es aplastante: Cosmos es una pedazo de serie científica. Comandada por el «capitán» deGrasse en la llamada Nave de la Imaginación, Cosmos nos ha sumergido ya en dos grandes áreas de nuestra ciencia moderna: el orígen del Universo y el orígen de las Especies. Y lo ha hecho empleando unas imágenes asombrosas que han contribuido notablemente a darle cuerpo al programa.

Llevados magistralmente por un deGrasse que empezó dubitativo, tal vez atado por un guión demasiado definido, pero que con el desarrollo de la serie se le está viendo estupendamente bien, con Cosmos el espectador se sumerge en un verdadero espectáculo científico.

Se antoja inimaginable disfrutar de algo así por tierras españolas donde en la actualidad nos encontramos huérfanos de programas puramente científicos.

El futuro

Las audiencias son caprichosas, y no han tardado las hordas de paletos sectarios en intentar meter sus narices en una serie que adora a un único dios: el Método Científico.

Nunca se sabe cómo acabará esta interesante aventura del saber, lo que está claro es que iniciativas como esta son las que verdaderamente ayudan a que crezcamos como especie y que, algún día, de verdad, podamos llegar a las estrellas.

«Somos polvo de estrellas.» – Carl Sagan