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Crítica: Interstellar (2014)

Cuando uno está sentado disfrutando de lo que parece ser una obra maestra sucede algo especial. Al menos a mi me pasa. Ocurre que en medio de la vorágine de sentimientos en los que andas inmerso tu cerebro para por un instante y te dice: disfruta, porque lo que estás presenciando te va a marcar.

Si a una obra maestra le añades un ingrediente más, que es, una temática que idolatras desde que tenías uso de razón y la capacidad para imaginar a través de las palabras escritas en papel, entonces lo que sucede trasciende lo meramente visual para convertirse en algo puramente metafísico.

Interstellar (2014, Christopher Nolan) es la culminación rayana a la perfección de eso. Leía ayer en un comentario que es la película que todo amante de la Ciencia Ficción lleva años soñando con ver. No podría estar más de acuerdo con esa afirmación.

Descubriendo Interstellar

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El argumento no es desconocido pero lo que caracteriza a los primeros momentos de la historia es su dosis de realidad. Estamos en una Tierra que sufre el azote de plagas y de unas tormentas de polvo a causa del cambio climático que hacen que la vida en el planeta sea cada vez más complicada. Lejos de mostrarnos un mundo post-apocaliptico distópico como últimamente nos presentan las denominadas teen-movies, la Tierra sigue funcionado y la Humanidad sigue viviendo a pesar de las circunstancias.

La vida sigue y hemos tenido que adaptar nuestra sociedad a las nuevas características de nuestro entorno.

Aquí Nolan ya me convence porque se aleja de topicazos manidos de una sociedad donde impera el ley del más fuerte y donde nos vestimos con trozos de uralita a modo de armadura medieval.

En estas circunstancias la actual sociedad ha renegado de la ciencia, sobretodo la aeroespacial, por considerarla un despilfarro de dinero cuando lo más acuciante es ser capaz de dar de comer a los millones de habitantes del planeta. Tal es el grado de apatía científica que se empieza a educar a los niños para que su futuro sea ser granjeros y se olviden de conquistar el espacio: genial la escena donde se dice que en las escuelas se va a empezar a decir que el hombre jamás llegó a la Luna.

Uno de esos granjeros, que en su día fue ingeniero y piloto espacial, dedica su día a día a intentar sobrevivir aplicando sus conocimientos de ingeniería en su nuevo trabajo. Hasta que algo cambia.

Un envoltorio perfectamente científico.

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Durante toda la película hay algo que impera por encima del resto de cosas y que dota a la historia de la fuerza y la solidez necesarias: la ciencia como ley sobre todas las cosas.

Uno de los mayores problemas de los que adolecen las películas de ciencia ficción es su escaso rigor científico. Giros inverosímiles de un guión que carece de base científica restan mucha credibilidad a esas historias.

Con Insterstellar disfrutamos de una increíble historia con una robusta base científica.

Está claro que a lo largo de la cinta hay algunas licencias cinematográficas pero en líneas generales se trata de una película científicamente muy sólida. (Si queréis una visión mucho más científica de la misma leed este interesantísimo artículo: http://danielmarin.naukas.com/2014/11/09/los-aciertos-y-errores-de-insterstellar/)

La verdadera razón de la historia: el amor.

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Si a la mencionada fortaleza argumental en relación a los conceptos puramente científicos le añadimos una dosis medida de emociones, lo que sale de ahí es algo maravilloso.

Porque en Interstellar lo que importa es el amor. El amor como vehículo y como motor. El amor como esencia inagotable de una de las mayores virtudes del Homo Sapiens: la esperanza. La mirada hacia las estrellas de aquellos que algún día las conquistarán. Y la lucha constante, día a día, fracaso tras fracaso, para que un buen día lleguemos al Sol.

Nolan, gracias.

Si a alguien le debemos agradecer esta estupenda epopeya es a los hermanos Nolan. Christopher como director y coguionista junto con su hermano Jonathan tejen una auténtica obra maestra donde son capaces de mezclar con buen criterio conceptos tan dispares como los agujeros negros y la relación paterno-filial.

La mano de Nolan (Christopher) se ve en muchos pequeños detalles, en esos giros a veces imperceptibles y otras veces notables de la historia que por momentos nos recuerda a Origen o a El Caballero Oscuro.

Siempre estarán aquellos que no les haya gustado.

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Mucha gente, no obstante, como suele ser habitual cuando hablamos de Nolan, ha criticado hasta la saciedad la película. De esa gran cantidad de críticos he decidido hacer dos grandes grupos.

El primero engloba a todos aquellos que por ignorancia, desconocimiento, o porque el día que visionaron la película estaban pensando en el partido de Champions del Madrid, no han entendido la película. Criticas que se centran en algunos detalles de la película que ya han sido explicados por parte de físicos, o que no alcanzan a entender lo que subyace a la trama de los viajes interestelares.

El segundo es para los que han tratado de enfocar sus críticas en aquello que no está en lugar de centrarse en lo que sí que está. De esta forma han buscado concienzudamente debilidades en el guión (que las tiene) o se quejan de cosas tan terriblemente importantes como que la banda sonora, que a mi me parece acertadísima, tenga un tema principal que se repite mucho (igual, digo yo, por algo se le conoce como tema principal).

Aunque, como en todo, para gustos siempre tendremos una infinidad de colores y tal vez yo esté muy condicionado por mi lado tan puramente científico.

McConaughey lo vuelve a hacer.

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Pero volvamos a las bondades que son incontables. Más allá de una historia alucinante y una forma de relatarla fantástica, la película se sostiene sobre un pilar del que pocos se han atrevido a poner en duda: Matthew McConaughey. Incontestable. Superior. Capaz de llevar todo el peso de la historia y dotar a los momentos emocionalmente críticos de un realismo desmedido. Sin lugar a dudas debería ser un candidato a estatuilla dorada.

Junto a él, Nolan ha vuelto a usar a Anne Hathaway. No es mi favorita. Cambié ligeramente de opinión con su inigualable Fantine en Les Misérables y me gustó mucho como Cat Woman en The Dark Knight Rises. En esta mantiene el tipo. En algunos momentos incluso supera las expectativas. Pero, al menos para mí, sigue a la sombra de McConaughey.

El resto del reparto, Caine a la cabeza, están muy bien. Mención especial, todo sea dicho, para ella, Jessica Chastain, con un papelón que complementa y completa a Matthew McConaughey de una forma sublime convirtiéndose en el centro gravitacional alrededor del cual orbita toda la película.

La música es otra obra maestra

Os comentaba antes las quejas sobre la banda sonora, obra del genio Hans Zimmer. Para empezar criticar a Zimmer es como para hacérselo ver. A mi entender la comunión entre la música y la historia roza la perfección.

Consigue sumar en las escenas que se necesita y desaparece en aquellas cuya carga emocional es suficientemente elevada como para no necesitarla.

Un final tan bueno como redondo

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Os escribo con Zimmer de fondo, recordando la emoción que despertó en mi la película, el sabor que dejó impreso cuando la terminé. El ser humano como fuente inagotable de desafíos hacia un mañana por descubrir, las paradojas temporales, la música, la inmensidad de un destino que nos pertenece. La mirada hacia arriba, hacia las estrellas, hacia la conquista de un imposible.

Impagable.

Historia: 10

Actuación: 10

Música: 10

Efectos Especiales: 10

Final: 10

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Nota: 10

Primeras impresiones: Cosmos (2014)

Cuando saltó la noticia hace unos meses la acogí con una mezcla de emoción y escepticismo: Cosmos, la mítica serie científica dirigida por Carl Sagan iba a tener un remake en 2014.

A los mandos de esta nueva aventura se embarcaría el también científico Neil deGrasse, bastante popular por haber participado en un sinfín de conocidos documentales científicos.

Pintaba bien pero generaba dudas. Para empezar la cadena encargada de llevar a término este proyecto era la FOX: y todos sabemos lo que es la FOX, para lo bueno y para lo malo.

En una época en la que las audiencias caprichosas pueden dar muerte a series con mucha proyección o mantener en antena a otras que hace años que deberían haber terminado, la realización de una serie científica generaba incertidumbre.

Las cosas bien hechas

Desde el mismo instante en el que se supo cuándo se iba a estrenar la serie una maquinaria gigante de márketing hizo un trabajo impecable. Para esto los americanos, hay que reconocérselo, son unos auténticos maestros. Convirtiendo el estreno del nuevo Cosmos en un acontecimiento internacional y haciendo que las redes sociales hiriveran con la noticia, el primer episodio de Cosmos fue un auténtico éxito de audiencia.

El programa

He podido ver los dos primeros episodios de la serie y la realidad es aplastante: Cosmos es una pedazo de serie científica. Comandada por el «capitán» deGrasse en la llamada Nave de la Imaginación, Cosmos nos ha sumergido ya en dos grandes áreas de nuestra ciencia moderna: el orígen del Universo y el orígen de las Especies. Y lo ha hecho empleando unas imágenes asombrosas que han contribuido notablemente a darle cuerpo al programa.

Llevados magistralmente por un deGrasse que empezó dubitativo, tal vez atado por un guión demasiado definido, pero que con el desarrollo de la serie se le está viendo estupendamente bien, con Cosmos el espectador se sumerge en un verdadero espectáculo científico.

Se antoja inimaginable disfrutar de algo así por tierras españolas donde en la actualidad nos encontramos huérfanos de programas puramente científicos.

El futuro

Las audiencias son caprichosas, y no han tardado las hordas de paletos sectarios en intentar meter sus narices en una serie que adora a un único dios: el Método Científico.

Nunca se sabe cómo acabará esta interesante aventura del saber, lo que está claro es que iniciativas como esta son las que verdaderamente ayudan a que crezcamos como especie y que, algún día, de verdad, podamos llegar a las estrellas.

«Somos polvo de estrellas.» – Carl Sagan

No dejes de usar el microondas

Y menos por una premisa falsa.

Microondas

Microondas convencional

El horno de microondas (comúnmente conocido como microondas) es uno de los electrodomésticos casi indispensables en la mayoría de cocinas en la actualidad pero, sin embargo, existen una serie de falsos mitos a su alrededor que le han dotado de una «peligrosidad» que en realidad no tiene.

Historia y Fundamentos

Durante la 2ª Guerra Mundial la ciencia aplicada experimentó un gran avance. Con la llegada del RADAR y sus aplicaciones civiles el horno de microondas apareció, como la mayoría de cosas, casi por casualidad.

Fue un ingeniero que estaba realizando pruebas con el RADAR y un magnetrón. El magnetrón es un dispositivo que mediante unos imanes y una serie de ranuras consigue transformar la energía eléctrica en energía electromagnética en forma de ondas microondas.

Las ondas microondas son ondas electromagnéticas cuya frecuencia se situa entre los 300 MHz y los 300 GHz y son bastante más comunes de lo que nos pensamos. Por poneros un ejemplo, la televisión, las redes de comunicaciones inalámbricas (Wi-Fi) y la telefonía móvil emplean el mismo rango de frecuencias.

El ingeniero que estaba realizando pruebas con el magnetrón, Percy Spencer, descubrió que la chocolatina que llevaba en el bolsillo se había derretido.

Tras realizar algunos experimentos más llegó a la conclusión de que los alimentos sufrían un proceso de calentamiento al incidir sobre ellos ondas microondas. Más tarde se comprobó la razón. La molécula del agua, presente en la mayoría de alimentos, así como algunas grasas, sufren un proceso por el cual liberan energía en forma de calor cuando son irradiadas con ondas microondas.

Es muy importante en este momento dejar clara una cosa: la radiación producida por las ondas microondas es de caracter no-ionizante. Esto viene a significar que este tipo de radiación no cambia las características estructurales de la molecula y, por lo tanto, no entraña el riesgo para la salud que otras radiaciones ionizantes sí que tienen: los rayos X, por ejemplo.

El horno microondas.

Han pasado ya unos cuantos años desde su descubrimiento y el aparato que a día de hoy disfrutamos en nuestras casas dista mucho del enorme armatoste con el magnetrón dentro que se empezó a comercializar en los años 50.

Nuestro aparato se compone en esencia, del mismo sistema, aunque de proporciones reducidas, que lo que busca es aislar las ondas microondas en su interior para aumentar su eficiencia. Por eso la caja es una caja aislante que filtra las ondas para evitar que éstas salgan del recinto de cocción.

Lo relevante es que el único riesgo que entraña el horno de microondas para la salud humana radica en el hecho de que al radiar ondas a potencia elevada puede hacer que nuestras moléculas de agua generen calor y nos produzcan quemaduras. Pero esto sólo ocurriría si el aislamiento fallase estrepitosamente y tuviéramos la cabeza dentro del aparato.

Pero pese a esto todavía existe gente que desconfía de estos dispositivos considerándolos nocivos e incluso he llegado a escuchar que culpables del desarrollo de algunas enfermedades. Nada más lejos de la realidad científica. Lo curioso, sin embargo, es verlos decir todo esto con el móvil pegado a la oreja conectado a su red WiFi a escasos metros de distancia.

La entropía de la vida

Últimamente estoy analizando concienzudamente algunos de los aspectos de vivir de forma independiente.

Uno de ellos es la sensación de que pese a que recojas las cosas, la tendencia innata de todo lo que te rodea es el desorden.

Ello me ha llevado a terminar dando con la definición de una magnitud física: la entropía. Si tenéis tiempo, ganas, y unos mínimos conocimientos en física os recomiendo enérgicamente que le echéis un vistazo al interesante artículo sobre ella que tiene la Wikipedia. [ Entropía ]

 

A grosso modo y para que nos entendamos, la entropía aplicada a nuestro caso es un concepto relacionado con el desorden de un sistema, su homogeneidad, y viene a decirnos que cualquier estado natural tiene la tendencia innata al desorden y no al revés.

¿Por qué?

Básicamente porque pasar de un estado «desordenado» a un estado «ordenado» consume más energía. Y tiene sentido, podemos dejarnos llevar en el día a día y los cestos, mesitas, cómodas y camas comenzaran a tender a un estado caótico sin lógica salvo que hagamos un esfuerzo, aportemos esa energía necesaria para alcanzar el estado «ordenado».

Y he aquí que me pregunto yo…

Si la naturaleza tiende, en esencia, al desorden, ¿quiénes somos nosotros para ir contra natura? 

Future echoes

With the recent doubts regarding the Theory of Relativity of Albert Einstein and its axiom of the limit of velocity: no physical object, message or field line can travel faster than the speed of light in vacuum, I’m meditating about our thoughts about reality and our points of view.

Newton, Copernicus, Ptolomeo, had their own point of view with the restrictions in their perspective that the circumstances of the time when they lived accounted to them.

It’s possible; therefore, that now we have our own limitations of sight. What if there is something in our point of view that limits us? What if time is a measurement which travels forwards and backwards?

Let me think for a moment that there is one possibility of someone who doesn’t have that sort of limitations and is capable of perceive the echoes of time, the shadows of things that will happen…

Think about it for a while. Do you have someone: a friend, a relative, who has the power of feel some things, know about what is about to happen…? What if he or she can really do it?

Acércate a la física cuántica.

La2 de Televisión Española ha comenzado a emitir una serie de entrevistas a grandes personalidades de la ciencia para que expliquen cuál es su trabajo y lo hagan de una forma sencilla al alcance de todos.

La primera de estas entrevistas fue para Juan Ignacio Cirac, el director de la división téorica de física cuántica del Instituto Max Plank en Alemania.

Sin lugar a dudas es una entrevista muy recomendable de ver y de disfrutar.

El mundo de la física cuántica, de los electrones y de las partículas subatómicas junto con las consecuencias y los avances que pueden llegar a lograrse tras su estudio, explicado por una persona enamorada de su trabajo.

Enalace a vídeo en la web de rtve.es | http://www.rtve.es/alacarta/la2/#898672

Rhea, la luna de Saturno

cassini-rhea

Impresionante imagen tomada a más de 1.000.000 km de una de las lunas de Saturno: Rhea.

Rhea (o Rea en castellano) es una titánide de la mitología griega (de los famosos Titanes) que fue la madre de Zeus, Poseidón, Hades o Hera entre otros. Curiosamente, se le asocia al símbolo de la luna.

Imágenes como esta nos hacen apreciar la inmensidad de lo que nos rodea.

Vísto en menéame.net

Ser invisible

Ayer me convencieron para acudir a una charla que impartía Alejandro Martínez sobre algo denominado metamateriales.

Los metamateriales tienen su fundamento en los materiales zurdos, que se denominan así debido a que dadas las propiedades que tienen, se debe usar la regla de la mano izquierda en lugar de la regla de la mano derecha a la hora de realizar cálculos.

Es bastante interesante porque se desconocía la posibilidad, hasta hace muy poco, de «crear» materiales que tuvieran esas propiedades (ε y μ negativas).

Lo que resulta de tener ε y μ negativas es que si recubrimos un elemento cualquiera por una coraza de metamaterial, ésta última se encargará de desviar la radiación que incide sobre el elemento y hacer que lo rodee. Como la luz no es más que un tipo de radiación, se podría llegar a dar el caso de que si un objeto cualquiera no refleja la radiación que le incide, deje de ser visible.

Saqué dos conclusiones bastante interesantes de la charla. En primer lugar, que aunque parezca que todo está establecido, inventado y desarrollado, hace falta que nos cuestionemos cualquier cosa (aunque parezca una barbaridad) para poder descubrir un campo nuevo y lleno de desafíos.

En segundo lugar, y pese a que se nos repitió hasta la saciedad que el concepto de invisibilidad está muy alejado de lo que se está desarrollando actualmente y que los enfoques van más dirigidos, por ejemplo, a conseguir «parar la luz» y obtener así memorias fotónicas, no pude dejar de pensar en lo que muchos de vosotros ya habréis hecho leyendo el texto:

ninja

Ninja Gray Fox. MGS [Youtube]

Un hipercubo

No me queda muy claro, y menos con esta representación, la realidad física de un hipercubo.

En geometría un teseracto o hipercubo es una figura formada por dos cubos tridimensionales desplazados en un cuarto eje dimensional (llamemos al primero longitud, el segundo altura y el tercero profundidad). En un espacio tetradimensional, el teseracto es un cubo de cuatro dimensiones.

hipercubo

Vamos, es un cubo de 4D pero que con nuestra limitada visión en 3D sólo podemos alcanzar a imaginarnos.

Lo sé, te quedas como hipnotizado viendo el dibujito.

Vía Menéame
Información extraída de la wikipedia