Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Mes: abril 2020 (página 1 de 1)

Todos somos héroes

Con cada día que pasamos confinados, más y más capas de pintura van desconchándose por el efecto del tiempo y mejor podemos observar en toda su esencia hasta donde hemos llegado a caer como sociedad.

Yo crecí mirando hacia referentes inalcanzables, a personas que en una vida que parecía discurrir con parámetros temporales diferentes, habían llegado al Olimpo de los logros cambiando a la humanidad de alguna forma.

Esos referentes debían ser inalcanzables, porque todo lo ideal parte de la base de que jamás podrá llegar al mundo de lo real.

Pero el mundo cambió y exigió que los ídolos también pasaran el filtro de esa recién estrenada democracia. Y esa incipiente sociedad de consumo vio en ello uno de tantísimos filones para generar beneficios. Entendió que podría convencernos de algo y sacar dinero de ello.

Y así los dioses, los mitos, nacían en el mismo barrio que tú y terminaban marcando el gol de todos los tiempos, crecían jugando con los colegas en un garaje como el tuyo y revolucionaban la informática y la vida de las personas.

Ahora era posible ser un héroe: solo hacía falta esfuerzo. ¿Cuánto? Mucho. Muchísimo. Y siempre haría falta más. Aunque estuvieras lejos de alcanzarlo debías seguir esforzándote sin parar. Aunque se les hubiera olvidado añadir a esa receta del éxito que otros componentes como la suerte, el talento o el contexto social tuvieran un impacto crucial en ella. Pese a que todas esas historias de éxito absoluto llevaran un carga de márketing increíble detrás.

Para esa generación se acuñaron términos en inglés con una fuerte carga emocional. Ahora ya no eras empresario sino emprendedor. Ahora ya no montabas tu negocio sino tu start-up y nos dijeron aquello de «Si quieres, puedes».

El problema de vender humo es que, tarde o temprano, el viento lo termina disipando y, para evitar que algún niño señale al Emperador al verlo desnudo hay que correr a la máquina de humo para hacer más.

Y vaya si se hizo. Porque en esa escalada hacia la democratización del éxito, se dio un paso más, y se democratizó el talento. Todos teníamos el derecho, por una Constitución Universal, de tener talento. Estaba ahí, en algún lado escondido, solo había que encontrarlo (o que pagar por él).

Ya no es necesario, ni siquiera, el pensar en cambiar el mundo. Basta con creer mucho en nuestro talento, el que creamos que sea. Basta con mostrarlo al mundo, aunque nadie nos lo haya pedido. El cuento ha cambiado: somos todos los que vamos desnudos y absolutamente nadie se da cuenta. Somos todos los que nos creemos vestidos de nuestro propio éxito cuando, en realidad, apenas podemos taparnos con nuestras carencias y nuestras inseguridades.

El último escalón en esa carrera sin sentido hacia la democracia de lo inútil, hacia la estupidez suprema, lo hemos dado con esta cuarentena. No hace falta hacer nada. Literalmente. Nos repiten en los medios que todos, TODOS, somos héroes. Todos tenemos nuestra medalla, nuestra capa, nuestra Batcueva. ¿Por qué? Porque nos quedamos en casa y cumplimos como buenos niños lo que nos piden los expertos.

Ahora, después de todo este lento discurrir en una bajada a los infiernos del sentido común, somos nuestros propios héroes, nuestros propios referentes. Todos: los que nos quedamos en casa o los que salen de ella a hacer su trabajo. La heroicidad la estamos vendiendo al peso.

Salimos al balcón a aplaudir cada tarde, nos miramos entre nosotros con una mezcla de complacencia y orgullo y, de forma inconsciente o no tanto, nos aplaudimos a nosotros mismos.

Porque tenemos derecho.

Porque nos lo merecemos.

Reseña: La Trilogía de Trajano (Santiago Posteguillo)

Por fin, después de unos cuantos meses, tuve el placer de acabar con la inmensa trilogía que Santiago Posteguillo le dedica a la figura de Macro Ulpio Trajano, el gran emperador hispano de Roma.

La mezcla entre historia novelada e información historiográfica hacen de las tres novelas, en su conjunto, una obra de proporciones titánicas que demuestra el esmero y el esfuerzo que el autor ha puesto para dotar de verosimilitud a la narración. Las múltiples líneas argumentales entretejen una historia de amor y traición, de ascenso al poder y de caída con el trasfondo de uno de los momentos de mayor expansión militar del Imperio Romano.

Santiago Posteguillo, con una prosa dinámica y con un marcado acento cinematográfico en muchos de sus capítulos, nos cuenta en la Trilogía de Trajano una especie de biografía del gran militar y político que fue Marco Ulpio Trajano. De su nacimiento e infancia en tierras andaluzas a su posterior desempeño militar como tribuno en el norte de Europa para, finalmente, relatar su ascenso político alcanzado el poder supremo del mundo como emperador romano.

La Legión Perdida, último de los volúmenes de esta trilogía, debe su nombre al mito de la Legión que Craso, cien años antes de la llegada al poder de Trajano, llevó a tierras partas y que perdió en uno de los momentos más infames que recordaría el pueblo romano. El mismo Marco Licinio Craso perecería en aquella batalla en Carras y así daría inicio a una leyenda que perseguiría, cual fantasma, a todos los intentos del Imperio por cruzar el Éufrates.

Esa misma legión perdida es la que se enrosca entre las idas y venidas de la etapa final del emperador Trajano, esa misma historia, repetida cien años después, pero con sabor a amarga victoria de las tropas romanas. Partia caería, y los límites del Imperio Romano alcanzarían una extensión que jamás volverían a ver.

Pero Roma jamás estuvo preparada para gestionar un imperio de tales dimensiones y la muerte de Trajano trajo la contracción de un imperio que empezaba su lento viaje hacia la desaparición.

La Trilogía de Trajano ha sido mi primer contacto con el trabajo de Santiago Posteguillo y he de reconocer que sus tres novelas son apasionantes. Están plagadas, en algunos momentos con algo de exceso, de referencias históricas que le permiten sumergirse en la Roma imperial y acercarse a la figura humana de sus emperadores y, en especial, al magnetismo y la capacidad estratégica de Marco Ulpio Trajano, uno de los más grandes emperadores que tuvo jamás el Imperio Romano.

Como bien diría Domicia Longina en las últimas páginas de la novela: “Trajano fue un emperador demasiado grande para una Roma demasiado pequeña”.

Nota: 8/10