Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Mes: noviembre 2013 (página 1 de 1)

Eliminando distractores para ser más productivo.

Una de las herramientas fundamentales a la hora de multiplicar nuestra productividad personal es nuestra fuerza de voluntad.

El problema es que ésta, como herramienta, quizá no esté preparada y con una puesta a punto capaz de responder ante las necesidades que se le presenten.

Por eso, como una forma de engrasar y afilar esta herramienta, debemos complementarla y ayudarla con pequeños pasos previos que pueden suponer un gran cambio al final.

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Distractores ¿Qué son?

Por distractor entendemos aquel elemento que nos fuerza a cambiar de foco y, por tanto, a perder la concentración de lo que estamos haciendo.

Existen dos tipos de distractores:

  • Los distractores internos: son aquellos que tienen que ver con nuestro propio estado mental y nuestra capacidad de concentrarnos. Un problema familiar, de pareja, laboral, etc. que contínuamente está pasando por nuestra cabeza es un ejemplo claro de distractor interno.
  • Los distractores externos: relacionados con los elementos a nuestro alrededor que pueden desconcentranos.

¿Cómo evitarlos?

Hoy nos vamos a fijar en los externos porque son, en mayor medida, los que podemos más fácilmente erradicar de nuestro entorno.

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Cuando nos decidimos a comenzar una tarea el paso previo que debemos realizar para estar en condiciones de alcanzar un buen grado de concentración en ella es eliminar de nuestro alrededor todos y cada uno de los elementos que consideramos posibles distractores externos.

Os pongo una lista ejemplo:

  • Teléfono móvil: apagarlo o, al menos, colocarlo en silencio para que ninguna de sus notificaciones nos afecte durante el tiempo que estamos trabando.
  • Televisión y otros dispositivos: En la actualidad disponemos de un sinfín de aparatos que pueden terminar por distraernos. Apagados.
  • El ordenador: Asumo que muchos de los que leéis esto tenéis que trabajar por fuerza con un ordenador y, por tanto, queda descartado apagarlo, pero…:
    • Deshabilita cualquier tipo de notificación.
    • Cierra todos los programas de mensajería instantánea (incluso los que vienen integrados en las aplicaciones web).
    • Evita entrar en ninguna red social salvo que sea imprescindible y en tal caso céntrate en la tarea que vas a realizar.
    • Si trabajas con música, prepárate de antemano una playlist que supere con creces el tiempo que tienes pensado dedicarle al trabajo.

Al final todo esto reduce a que elimines de tu alrededor todo aquello que consideres que en un determinado momento puede hacerte cambiar de contexto y, por lo tanto, perder el hilo de lo que estabas haciendo.

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Son sólo ejemplos y eres tú el que debes adecuarlo a tus necesidades.

En mi caso estoy empezando a ocultar la barra de inicio para no centrarme en el reloj y no preocuparme más que de aquello que estoy haciendo.

Esto sólo es el paso previo y en nada garantiza alcanzar los objetivos propuestos: detrás queda mucho más trabajo que realizar. El siguiente paso lo tenéis excelentemente explicado en este artículo sobre consecución de metas (http://psicoesfera.wordpress.com/2013/09/10/el-ano-empieza-en-septiembre-consigue-tus-metas/).

Probando: Ni no kuni – La ira de la bruja blanca.

Encontrar un juego que cumpla, de un modo relativamente completo, todas las expectativas depositadas en él es, en la actualidad, bastante complicado.

Vivimos en un mundo donde gracias a la potencia y capacidad de los actuales sistemas, se opta por enfocar el esfuerzo en maravillar visualmente más que en crear arte.

Aunque resulte paradójico, maravillar visualmente y arte no son conceptos idénticos en el mundo de los videojuegos.

Ejemplos de ello los tenemos en muchos de los títulos de la actual generación de consolas: Playstation 3 y Xbox 360. Uno de ellos, quizá el más doloroso por lo que un título de ese calibre conlleva, fue el Final Fantasy XIII.

Atrás quedó el recuerdo borroso de las maravillas artísticas, esta vez sí, que fueron el FFVII, el VIII o el X. Square Enix desarrolló una auténtica obra magna visual completamente vacía de contenido y, lo que supuso su muerte prematura, de jugabilidad.

¿Quién iba a ocupar el precioso hueco que iba a dejar la franquicia nipona?

Puedes probarotros jRPGs que se han quedado incluso más lejos que el FFXIII en su intento por alcanzar un nivel decente. Todos incurren en el mismo error una vez tras otra: son muy buenos técnicamente pero se han esmerado poco o nada en desarrollar un argumento convincente, que enganche, que sumerja al jugador en un entorno del que se sienta pleno participante.

Llega la respuesta

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Pero justo en el albor de la llegada de las «next gen» de las que todo el mundo habla, cuando quizá la esperanza de jugar a un jRPG aceptable estaba cerca de esfumarse apareció la noticia: el Estudio Ghibli estaba desarrollando un juego. Y sí, iba a ser un jRPG tradicional.

Para empezar, hablar del Estudio Ghibli son palabras mayores. El Castillo Ambulante. La Princesa Mononoke. Mi Vecino Totoro. Todas y cada una de las obras que se le pueden venir a uno a la cabeza son verdaderas obras maestras.

La noticia venía acompañada de algunas capturas y bocetos y todo pintaba tan bien que daba hasta miedo ilusionarse demasiado.

La semana pasada terminó cayendo en mis manos tras el habitual periodo de espera para que su precio fuera decente. Benditos 16 euros.

Ni No Kuni: La ira de la Bruja Blanca es una obra de arte. En su concepción, en su desarrollo y ya veremos si en su finalización.

Tras cuatro horas de toma de contacto no hay duda: una animación exquisita, una jugabilidad que mejora en mucho al tradicional juego por turnos y, por fin, un argumento propio de cualquiera de sus películas: magia, guerreros, humor a raudales, jugabilidad, etc., son sus ingredientes. La tarta salió del horno y huele estupendamente.

Introduciendo al jugador y divirtiéndole

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Y es que sus dos primeras horas son completamente introductorias y, pese a eso, amenas. Esa era la idea y el Estudio Ghibli ha sabido plasmarla a la perfección. Cinemáticas preciosas junto con un tutorial integrado en la propia historia hacen que tras un breve lapso de tiempo comprendas el juego y quieras a sus personajes (que al fin tienen carisma).

Una mecánica pulida hace que las batallas no se conviertan en el repetitivo «dale sin parar a la X y sube de nivel». La introducción de los Únimos (animalillos divertidos que nos ayudan en las batallas) agrega versatilidad al juego manteniendo su frescura.

Personajes carismáticos

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La historia se centra en un jovencito llamado Oliver que, tras una serie de sucesos, acaba en un mundo mágico de la mano de «El rey de los Gnomos»: Drippy.

El juego sólo se encuentra en inglés y japonés aunque está subtitulado, eso sí, al castellano. Y la magia empieza precisamente ahí, en la traducción. Lejos de buscar una traducción literal, los diálogos están llenos de palabras típicas españolas, con una libertad que muy pocas veces había disfrutado en una adaptación española de un videojuego y que me recuerda por momentos al lenguaje empleado en dibujos como «Hora de Aventuras».

Primeras sensaciones

Con todo esto, las primeras sensaciones tras haber probado el juego son más que satisfactorias. Por fin, después de tanto tiempo, una historia que involucra al jugador se viste de videojuego con una jugabilidad interesante y nos permite disfrutar de horas de aventuras en un entorno fantástico.

Al final, después de todo, no era tan complicado. ¿Verdad?

Primeras impresiones: En el aire.

Ayer los amantes de la buena televisión, para la que todavía queda esperanza, tuvimos el inmenso placer de volver a ver en la pequeña pantalla a ese todoterreno de los programas de humor inteligente que es don (el don se lo ha ganado a pulso) Andreu Buenafuente.

Bajo el nombre de «En el aire», Andreu volvió a la televisión con un programa de los que le gustan a él y lo hizo manteniendo la estructura a la que nos tenía acostumbrados.

Un monólogo inicial que da paso a una mesa donde se tratan temas de actualidad, invitados famosos, sketchs, música en directo, etc.

En el aire tiene todo eso pero ha venido con la cara renovada. Belén Cuesta, Jorge Ponce y Bob Pop son las caras menos conocidas mientras que el núcleo central del programa lo siguen llevado esa pareja inconmensurable que son Andreu y Berto.

Al programa de ayer se le notó que era el primero. Ligeramente falto de ritmo al principio, tuvo un lastre importante con las nuevas incorporaciones. Jorge Ponce, que aparece desde nada más comenzado el programa, todavía tiene demasiado camino que recorrer para ponerse a la altura de Berto como partenaire de Andreu.

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Al que no tuve forma humana de soportar fue al tal Bob Pop. Que resulta que es un «famoso» blogger. Hasta ahí que la parte de conexión con las redes sociales la lleve él se comprende. Ahora bien, las RR.SS. son una fuente inagotable de humor inmediato, la prueba viviente la tenemos en programas como APM! o TT, y sin embargo, Bob Pop no sólo le restó humor con cada una de sus intervenciones al programa sino que además se le notó excesivamente nervioso y demasiado encajonado en su guión.

Con todos estos ingredientes, no es de extrañar que para cuando entró Marc Giró con su desmedida verborrea, pasadas ya más de la 1 de la madrugada, la decisión terminase por ser apagar el televisor.

Anoche se vieron destellos de lo que puede ser En el aire: el genial sketch de «Andro Rey» fue sin duda lo mejor que vi y la idea de contar la vida de alguien sólo con emoticonos me pareció genial. Sólo falta asentar un poco a los personajes, que cojan confianza y tal vez adelantar un poco el horario de emisión. 

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Yo, que a Andreu desde «La Cosa Nostra» le tengo un especial cariño, le deseo la mejor de las suertes en esta nueva andadura y espero de corazón que En el Aire se convierta pronto en un programa referencia de cómo se puede hacer televisión sin tener que recurrir ni al drama humano ni a la mal llamada prensa del corazón.

Crítica: Breaking Bad

Sólo entiendes lo grande que es una serie cuando empiezas a sentir el vacío que te deja cuando la terminas.

Con Breaking Bad el enamoramiento se produce como debe ser: despacito y sin prisas.

Porque su primera temporada es como el encuentro entre dos desconocidos. Tibio, nervioso. A veces incluso lento. Los futuros enamorados, ahora sólo conocidos, van entendiendo quién es quién, y van profundizando en el ardua tarea de comprender al otro.

Ahí conoces a Walter White, el arquetipo de perdedor. Un genio incomprendido que malgasta sus días dando clases de Química en un instituto hasta que la vida decide empujarle a cambiar, o a morir.

Porque de eso se trata, de como dijera en su genial discurso en Stanford Steve Jobs: «Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder».

Y así, nuestro querido y afable Walt, el papá Walt, el cuñado Walt, el perdedor, decide que no le queda ya nada por perder y si mucho por ganar.

A partir de ahí comienza la mejor evolución de un personaje que he visto jamás. De Walt, el profesor Walter White, Mr. White a Heisenberg. Todo un Jekyll y Mr. Hyde. La realidad de una persona que se oculta detrás de capas y capas de rutina y vida precocinada.

La serie es un grito sordo de alguien que se sabe capaz de cambiar el mundo pero que siente como el mundo le ha dado espalda.

En el camino somos los espectadores los que disfrutamos de esa evolución perfecta. De ese despertar de una bestia contenida durante años frente a una pizarra y un lavadero de coches. Y va creciendo y creciendo hasta que llegamos al episodio sexto de la cuarta temporada. En ese momento sencillamente ves una escena que sabes que pasará a la historia de las series.

Entonces lo sientes, te percatas por fin (si no lo habías hecho antes) de la realidad, de que todo empieza y termina en Walter White, el profesor convertido en químico, el químico convertido en deidad todopoderosa. Y comienza a nacer la duda, muy dentro tuya, de que quizá no te guste, tal vez no sea tan bueno, tal vez no deberías quererlo tanto.

Walter White, Heisenberg. Es una figura tan grande, tan grandiosa, tan terriblemente completa y compleja que muchas veces oscurece al otro enorme protagonista de la historia: Jesse Pinkman.

El inútil, el prescindible. Un peón que no lo es. Capaz de lo mejor y de lo peor y que termina por ser una contradicción: lo odias pero lo amas, lo amas pero quieres que muera, o que no muera. Nunca lo terminas de saber. Él también sufre una profunda metamorfosis, pero más previsible, más comprensible. Saca de sus entrañas la moralidad que nunca debió perder. Es el yang de Heisenberg.

La historia, su argumento, sus entresijos, su cambios, Saul Goodman, Hank Schreader, su música. Son tantísimas cosas y tan buenas que no quiero aburrir listándolas todas.

Sólo diré que esta es de las series a las que no me cuesta nada darles un 10.

Y añadiré que pese a todo, después de sus cinco temporadas y de conocer al verdadero Walter White, al terrible Heisenberg, citaré una de esas frases sobre la amistad:

«Un amigo de verdad es aquel que conoce todos tus defectos y a pesar de ello te quiere».

Yo, Walter White, querido amigo, te lo perdono todo.

Nota: 10/10

Reseña: El bolígrafo de gel verde.

Cuando me recomendaron este libro y empecé a leer sus primeras páginas he de reconocer que me embargó cierta sensación de conexión. Como si las palabras escritas fueran capaces de establecer un vínculo entre el protagonista y el lector.

Sin embargo, con el devenir de la historia, esa sensación terminó por desaparecer.

El bolígrafo de gel verde es una historia cotidiana, de un hombre cotidiano, con una vida cotidiana. Y en esa cotidianidad en la que a veces nos establecemos casi sin querer, el protagonista termina por ahogarse.

Éste, que por no tener no tiene ni nombre, nos cuenta en primera persona los últimos días de una de las etapas más difíciles de su vida.

La historia, aunque muchas veces empleada, se hace amena durante toda la lectura: el viaje iniciático de alguien que, hastiado de una vida llena de sinsabores, decide (o acaso es la vida la que le obliga) emprender un largo periplo en busca de sí mismo.

Quizá el primer problema con el que te encuentras al leer el libro es el lenguaje.

Si hay algo que me enamoró perdidamente en «Bajo la misma estrella» es su lenguaje cercano, sencillo, bello por su simplicidad. Las frases justas, las palabras necesarias. El bolígrafo de gel verde es la antítesis de la sencillez. La narrativa se convierte en un laberinto de bucles del lenguaje, que se estira y se retuerce hasta formar una imagen excesivamente edulcorada de la realidad, tal vez buscando ser poética, que en lugar de acercarse termina por distanciarse. Es un muro que se alza casi al instante, tras esas primeras páginas, entre el protagonista y el lector.

Y sin conexión es complicado identificarse.

Es curioso porque muchas de las críticas que he leído hablan de lo identificados que se sienten con el protagonista. Supongo que es comprensible cuando el pobre carga con la práctica totalidad de los problemas psicológicos propios que una persona de más de 40 años puede tener en la sociedad actual: un trabajo anodino, la falta absoluta de tiempo para vivir, una vida rutinaria que desemboca en un matrimonio fallido, la soledad de aquel que mira a la juventud con melancolía, la incapacidad de reaccionar, el miedo a reaccionar…

El argumento, más allá de la moraleja de auto-ayuda que destila, flaquea en momentos importantes donde la acción se torna poco creíble. Una primera parte que de tan triste y dramática resulta grotesca. Un desenlace que de biempensante y arregladito chirría con el tono gris negruzco del principio. Y un constante intento de mantener el suspense que termina volviéndose contra la propia historia. La vida son contrastes, sí, pero la escala de colores va más allá del negro suicida y del blanco felicísimo.

Eso sí, lejos de ser un mal libro se trata de una novela más que decente, bien escrita, bien estructurada, con algunos giros argumentales muy bien planteados y que en definitiva resulta fácil leer.

No os diré que vaya a ser la mejor obra que os leáis en la vida, pero merece la pena darle una oportunidad.

Nota: 6.5/10


Datos del libro:

Título: El bolígrafo de gel verde.
Autor: Eloy Moreno.
Editorial: Espasa
Enlace de compra: http://www.amazon.es/bol%C3%ADgrafo-gel-verde-Eloy-Moreno-ebook/dp/B0064SUW2S/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1383801674&sr=8-1&keywords=el+boligrafo+de+gel+verde

El auge del K-Pop

El fenómeno de masas que supuso hace un tiempo la llegada de PSY y su Gagnam Style no debe considerarse un hecho aislado o flor de un día.

El K-Pop (diminutivo de Korean Pop) es una corriente que lleva ya años siendo una referencia en oriente y haciéndose un hueco en Europa.

Mi primer contacto con el K-Pop vino del espectacular y visual video de 2NE1 – I am the best.

Y es que si algo caracteriza al producto que nos llega desde Korea es su creatividad gráfica. En la mayoría de los casos los clips presentados por estos grupos muestran un derroche sin parangón de colores y efectos visuales.

Parece que hasta Youtube ha terminado por rendirse ante las bondades de este género y ha galardonado con el premio del «Vídeo del año» a las Girls’ Generation, un grupo que, como 2NE1 mezcla música electrónica, Pop y decorados saturados en todas sus propuestas.

Girls’ Generation – I Got a Boy

Aunque personalmente me quedo con su Galaxy Supernova.

Google presenta su Nexus 5

Google nos ha presentado su nuevo y flamante terminal de la serie Nexus. El Nexus 5.

Con este movimiento Google intensifica su estrategia de disponer de un terminal propio en el Universo Android pudiendo así adaptar perfectamente su Sistema Operativo a las características del dispositivo.

De la mano de LG, la que también fabricase en su día la versión 4 de esta línea de productos, el Nexus 5 viene con unas características técnicas que le permiten entrar en la lidia de la actual generación de smartphones.

Núcleo poderoso. Pantalla vistosa

Para empezar nos encontramos con un procesador Qualcomm Snapdragon 800 a 2.3GHz el cual supera y con creces el 1.9GHz Snapdragon 600 que trae la versión americana del Samsung Galaxy S4. Esto sumado a su display de 445ppi full HD IPS hacen del Nexus 5 un dispositivo con unas especificaciones técnicas atractivas.

Una cámara limitada

Sin embargo nos encontramos con una cámara trasera de 8 MPx y una frontal de 1.3 MPx que parecen quedarse un poco rezagadas en cuanto a la definición se refiere aunque algunos tests realizados con ella arrojan resultados bastante positivos.

Batería al nivel.

Con sus 2300mAH, la batería del Nexus 5 cumple con los estándares actuales proporcionando una autonomía similar a las de sus competidores. Tendremos, como nos sucede con todos los smartphones del mercado, que cargar nuestro terminal cada día si realizamos un uso prolongado del mismo.

Precio imbatible.

Y he aquí donde tenemos a la mayor de todas las ventajas del Nexus 5. Google apunta a un segmento mucho mayor que el de sus competidores con un terminal que reduce a la mitad el coste. Estamos hablando de que en ningún caso se llega a los 400$, cuya conversión en el mercado europeo será desgraciadamente 1:1.

Hablamos de 350€ por un smartphone libre con unas prestaciones espectaculares y una relación calidad/precio imbatible.