Siempre he sido de aquellos que piensan que en esta vida sólo queriendo cada día un poquito más, no conformándote con aquello que la vida te va dejando, es la única forma de poder vencer en la carrera con un final definido que comenzamos todos al nacer.

Estos últimos días he tenido una pequeña mezcla de sensaciones debidas probablemente a dos situaciones muy puntuales, una de carácter personal que parece estar resolviéndose y la otra de carácter profesional con la publicación de lo que son los primeros pasos de Wala! la iniciativa empresarial que he comenzado junto con dos compañeros de profesión.

En ambos casos, el cariz que está tomando la situación hace que me esté ilusionando verdaderamente con los proyectos a corto y medio plazo que este 2011 ha traído bajo el brazo.

Ilusión. Motor de  cualquier cosa, cualquier relación, cualquier objetivo en la vida. Con ella generamos la motivación suficiente para creernos capaces de llegar a cualquier sitio, escalar cualquier montaña, alcanzar límites y superarlos.

Y en esas estamos, iniciando con muchas fuerzas y con muchas ganas un proyecto en el que tenemos depositadas las ilusiones. Porque es el momento, en medio de toda esta galopante crisis que parece habernos dejado a todos sin esa capacidad de creer en nuestra posibilidades, de ver esa luz que nos indica que el camino es posible y que llega el final del túnel.