Hace mucho, mucho tiempo, cuando empecé a caminar por la senda de los cuadernos de bitácoras, lo hice a través de un blog titulado desdemicielo. Los que me seguís desde casi el principio lo recordaréis.

El título venía de un libro que había terminado de leer. Pero en realidad siempre he tenido la sensación de que cuando alguien se nos marcha sigue observándonos desde su pequeño rincón en el cielo: ayudándonos en secreto y velando porque nuestra vida siga el curso del destino más benévolo.

Durante este último mes, el destino nos ha arrancado a alguien muy querido y ha vuelto a mi esa sensación de que desde un lugar tan lejano como infinito, esas personas que un día desaparecieron de nuestra realidad, nos siguen mimando y ayudando.

Pero este mes mis ojos han podido ver más allá.

Han visto cómo se desgarra el alma cuando la vida te asesta un golpe tan duro que hasta vivir te duele.

He visto en la profundidad de las lagrimas la belleza del amor en estado puro, sin ningún aditivo. En la ternura de los abrazos el recuerdo de tiempos donde lo único que importaba era quién jugaba primero. En el dolor de la pérdida he admirado sorprendido como un verdadero hermano puede no compartir tu sangre.

He aprendido que existen lazos que se crean con el tiempo, con el cariño diario, compartiendo momentos y que ni la muerte es capaz de romper.

Por eso, hoy vuelvo a dejar a un lado la tecnología, la música, el cine…, y abro de nuevo la puerta de mi corazón.

Porque en el recuerdo, en nuestro recuerdo, en cada una de las anécdotas que durante tu camino has ido dejando, en cada una de las sonrisas que permanecerán en la memoria de muchos, continuarás estando vivo.

Y en cada uno de los giros del destino, de los guiños de la vida, seguiré creyendo que nos observas, sentado… , tranquilo… , sonriendo…,

desde tu cielo.

En memoria de Paquito 02/04/2010.