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Los que estéis siguiendo el Europeo de Polonia en la que la selección de baloncesto española partía como clara favorita, estaréis de acuerdo conmigo que no se está cumpliendo ninguna de las espectativas.

La imagen dada por la selección en los partidos que lleva jugados en Polonia no podría ser más oscura. Un Pau Gasol que viene de ganar un anillo en la NBA muy por debajo de sus posibilidades, la «bomba» Navarro inédito, Raúl López desaparecido. Los únicos que parece que tienen algo de claridad de ideas son Rudy Fernández y Felipe Reyes y, de vez encuando, Ricky Rubio. Y así pasa: hoy Turquía, sin un juego especialmente brillante y echando mano de sus torres y su envergadura, nos ha ganado por 63 a 60.

Me pregunto si esta falta de definición y concetración puede venir motivada por parte del entrenador o por un exceso de relejación al considerarse ya campeones.

No lo sé. Lo que está claro es que ahora mismo la situación se plantea complicada: España tiene la obligación de ganar los dos partidos que le quedan. Uno es contra la selección anfitriona: Polonia. El otro, contra Lituania (que nos dejó en evidencia en el último partido que jugamos con ellos).

O cambian mucho las cosas o nos volveremos a casa con uno de los mayores fracasos deportivos del año.