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Reseña: El Imperio Romano – Isaac Asimov

Si por algún periodo histórico siento verdadera debilidad es por el que abarca el nacimiento, esplendor y caída del Imperio Romano. Su legado, tan presente hoy en día, sus historias convertidas en leyenda, sus grandes figuras. Hoy somos, en parte, sus herederos y tributarios.

Si, además, quien trata del tema es un divulgador de la altura de Isaac Asimov, leer se convierte en un verdadero placer.

El Imperio Romano – Isaac Asimov

En El Imperio Romano, Isaac Asimov realiza un recorrido desde los cimientos y la fundación del Imperio Romano, empezando por la llegada al poder de Octavio y su proclamación como Augusto, primer emperador de Roma. Cubre todo su desarrollo y máximo explendor y finaliza con su desintegración, primero en el 476 DC, con la conquista de Roma, y, posteriormente, con la caída de de Constantinopla y la desparación definitiva del Imperio Romano Oriental.

Un relato intenso, profundo y aderezado

A lo largo de sus páginas, Asimov consigue mantener el espírutu didáctico, componiendo una visión global de la construcción política, social y cultural que rodeó a uno de los mayores imperios de la época antigua. Aunque está esencialmente enfocado en el devenir de los acontecimientos políticos más importantes, hay etapas en las que se centra en analizar el bagaje cultural que hemos conseguido rescatar tras su caída.

Una de las muchas virtudes de esta obra son los mordaces comentarios acerca de alguno de los líderes del Imperio que Asimov deja caer mientras nos explica su historia. Una sutil crítica (a veces menos sutil) que muestra, por un lado, la profunda admiración que profesaba el autor a todo aquello que rodease a Roma y, por otro, su opinión clara acerca de las circunstancias que provocaron su desaparición.

Roma, grandiosa pero a merced de unos líderes incompetentes.

El Imperio Romano pone en evidencia cómo evolucionan las construcciones humanas: un comienzo titubeante, con un peligro abierto de desaparecer, una consolidación que lo lleva a cotas inimaginables y una lenta decadencia hasta morir. Y, en el caso que nos atañe, un denominador común que explica estas variaciones, su auge y su caída: el emperador, el líder supremo.

Figuras con la fuerza de Augusto o Trajano, tiranos como Calígula o Nerón, locos como Domiciano y auténticos inútiles como la ristra interminable de emperadores en la última etapa del Imperio.

Todo esto en medio de la eclosión del cristianismo que cambia por completo el destino del Imperio: primero rebelándose contra él para terminar fagocitándolo.

La historia antigua tiene mucho de leyenda

A pesar de buscar un rigor histórico, el relato que rodea al Imperio Romano tiene siempre un halo de leyenda. Batallas épicas como las de Trajano en la lejana Partia, decenas de traiciones como las de Julio César o Cómodo, infames actores secundarios como Narciso y un sinfín de anécdotas, curiosidades o referencias que hoy en día perduran.

Ha sido una de esas lecturas que divierte, entretiene y, además, te culturiza.

Nota: 8/10

Reseña: La Trilogía de Trajano (Santiago Posteguillo)

Por fin, después de unos cuantos meses, tuve el placer de acabar con la inmensa trilogía que Santiago Posteguillo le dedica a la figura de Macro Ulpio Trajano, el gran emperador hispano de Roma.

La mezcla entre historia novelada e información historiográfica hacen de las tres novelas, en su conjunto, una obra de proporciones titánicas que demuestra el esmero y el esfuerzo que el autor ha puesto para dotar de verosimilitud a la narración. Las múltiples líneas argumentales entretejen una historia de amor y traición, de ascenso al poder y de caída con el trasfondo de uno de los momentos de mayor expansión militar del Imperio Romano.

Santiago Posteguillo, con una prosa dinámica y con un marcado acento cinematográfico en muchos de sus capítulos, nos cuenta en la Trilogía de Trajano una especie de biografía del gran militar y político que fue Marco Ulpio Trajano. De su nacimiento e infancia en tierras andaluzas a su posterior desempeño militar como tribuno en el norte de Europa para, finalmente, relatar su ascenso político alcanzado el poder supremo del mundo como emperador romano.

La Legión Perdida, último de los volúmenes de esta trilogía, debe su nombre al mito de la Legión que Craso, cien años antes de la llegada al poder de Trajano, llevó a tierras partas y que perdió en uno de los momentos más infames que recordaría el pueblo romano. El mismo Marco Licinio Craso perecería en aquella batalla en Carras y así daría inicio a una leyenda que perseguiría, cual fantasma, a todos los intentos del Imperio por cruzar el Éufrates.

Esa misma legión perdida es la que se enrosca entre las idas y venidas de la etapa final del emperador Trajano, esa misma historia, repetida cien años después, pero con sabor a amarga victoria de las tropas romanas. Partia caería, y los límites del Imperio Romano alcanzarían una extensión que jamás volverían a ver.

Pero Roma jamás estuvo preparada para gestionar un imperio de tales dimensiones y la muerte de Trajano trajo la contracción de un imperio que empezaba su lento viaje hacia la desaparición.

La Trilogía de Trajano ha sido mi primer contacto con el trabajo de Santiago Posteguillo y he de reconocer que sus tres novelas son apasionantes. Están plagadas, en algunos momentos con algo de exceso, de referencias históricas que le permiten sumergirse en la Roma imperial y acercarse a la figura humana de sus emperadores y, en especial, al magnetismo y la capacidad estratégica de Marco Ulpio Trajano, uno de los más grandes emperadores que tuvo jamás el Imperio Romano.

Como bien diría Domicia Longina en las últimas páginas de la novela: “Trajano fue un emperador demasiado grande para una Roma demasiado pequeña”.

Nota: 8/10