He de reconocer que me he hecho con el tiempo un auténtico fan de Jake Gyllenhaal. Culpa de ello tienen en su mayor parte tres películas: Zodiac y Prisioneros y, en menor medida, El Príncipe de Persia.

No es que sea el mejor actor de la historia pero ese tipo tiene algo en la mirada, algo en el gesto, que me genera intranquilidad.

Esta semana, tras venir recomendada por varios amigos, terminé por ver Nightcrawler, en la que Dan Gilroy se estrenaba como director y he de reconocer que la acabé con una sensación muy positiva.

Apostando todo el peso de la narración sobre los hombros de un Gyllenhaal que brinda una de las mejores interpretaciones que le recuerdo, Nightcrawler es la historia de Lou Bloom, un ser un tanto extraño que malvive robando metal. Ocupa su tiempo libre navegando por internet y aprendiendo todo lo que la red le permite. Un buen día, por casualidad, es testigo de un accidente y observa como un reportero independiente toma unas imágenes del siniestro. A partir de ahí, la maquinaria de su cabeza se pone a funcionar.

En realidad la película gira entorno a una interpretación de ese ideal americano, del hacerse a uno mismo y convertirse en dueño de su destino. Pero se aproxima desde un ángulo distinto, desde el que enfatiza que en el camino del éxito se produce, en algunos casos, un distanciamiento total de la condición humana. Todo vale si con ello alcanzamos nuestros objetivos. El fin por encima de todo.

La historia es capaz de cautivarte y mantenerte pendiente, con una segunda parte que va ganando fuerza hasta que llega un final que te deja con la necesidad de reflexionar sobre lo que has visto.

Nota: 7/10