Muchos de los que me conocéis sabréis que tengo una especial predilección por la cultura oriental y, en especial, por la parte espiritual de ésta.

Por ello me propongo realizar una serie de artículos explicando, desde mi humilde desconocimiento, los fundamentos de la cultura Zen.

Pretendo ser conciso y simple, sin añadidos excesivos, sin maquillajes, sin ambigüedades que puedan llevar a equívocos. La cultura Zen y la meditación no son la piedra filosofal que buscaban los alquimistas, no se trata de una especie de hechizo por el que, al realizarlo, nos convertimos en mejores personas o alcanzamos el éxito. No hay magia. La meditación Zen es una estilo de vida, una perspectiva tan válida como otras muchas, que sin embargo se ha comprobado científicamente que proporciona un sinfín de beneficios al que la practica.

¿Qué es el Zen?

La palabra zen es la pronunciación en japonés de la palabra china chan (禪), que a su vez deriva de la palabra sánscrita dhiana, que significa ‘meditación’. [fuente: Wikipedia]

Actualmente se denomina Zen a una amplia rama de escuelas de budismo y se considera que se originó en China allá por el siglo VII.

Lo que es importante, más allá de dónde y cuándo nació, es qué es en realidad el Zen. Zen, como acabo de decir, es una religión, la budista exactamente, pero el budismo difiere y mucho de las religiones monoteistas de Occidente que conocemos: el cristianismo, el judaísmo o el islam.

Para empezar el budismo es una religión no teísta, es decir, no hay un Dios como en las religiones occidentales.

El budismo es una filosofía de vida y el Zen, como parte de ésta, lo es también.

Se trata de una visión empírica de todo lo que nos rodea, basada en la experiencia vital y alejada del racionalismo con el que se han desarrollado las culturas occidentales. Una vertiente más espiritual y menos material del ser humano.

Una cultura de la sencillez, de búsqueda de la simpleza en los actos. Reducir al mínimo todo aquello que nos rodea hasta que nos convirtamos en una nota más tocando al unísono en la sinfonía universal.

Así, con el Zen o la meditación, se aspira a ir conociéndose a uno mismo para estar en armonía con el universo. Se puede practicar en cualquier sitio y sólo requiere de la tranquilidad y la quietud necesarias para estar con uno mismo en paz.

La meditación consiste, fundamentalmente, en dejar fluir la mente, sin pensar en nada, dejando que los pensamientos lleguen, se posen en tu cabeza y partan de ella convenientemente, manteniendo siempre un actitud abierta.

Aquel que sigue la vía del Zen tratará de