Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

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La burbuja del emprendimiento (I)

Corría el verano del año 2010 cuando nos sumergíamos de lleno en una crisis donde los brotes verdes habían dado paso a los agujeros negros.

La gente empezaba a darse cuenta que la cosa iba para largo, Zapatero seguía siendo presidente del gobierno y España luchaba por labrarse un lugar en la historia del Olimpo futbolístico.

Y en esas que nos dio por emprender.

Emprender, que para empezar, ni conocíamos esa palabra. «Montar una empresa», «tener un proyecto», «dar forma a una idea», nos podían llegar a sonar, pero la traducción más o menos acertada del americano «entrepeneur» nos arrojaba como resultado: emprendedor.

¿Qué significaba eso?

Si buscamos la definición de Emprender en el DRAE, nos dice esto:

Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.

(El destacado es mío).

Al final todo se reducía a lo siguiente: teníamos una idea, estábamos en crisis y nos decían que la crisis era el mejor momento para «emprender» y en eso que nos pusimos.

Empezamos a entender qué era eso del «Community Management», el «branding», el «márketing directo», a hablar de planes de negocio, de punto crítico, de producto mínimo viable, de estudios de mercado y de un sinfín de términos que bien podrían dar lugar a un dialecto del propio castellano: el emprenderil.

Palmadas en la espalda, vuestra idea es cojonuda, os forraréis seguro. Todo eso era una constante en todas y cada una de las charlas/conferencias a las que cualquiera acudiese. Supongo que de haber existido, el detector de autofelaciones habría explotado en alguna de ellas.

Una orquesta perfectamente sincronizada cuyo objetivo era, sencillamente, dar de comer a ese insaciable ego del que se considera futuro conquistador del mundo, el Jobs de Villagarcía de Abajo.

Estamos en 2014, han pasado ya unos cuantos años desde aquel verano del 2010, que bien podría ser una canción de amor, y de aquellos barros, estos lodos.

El mensaje se ha mantenido, las condiciones han empeorado, los que en su momento eran conferenciantes ahora son gurús y han dejado paso a nuevos «iluminados» todavía más incompetentes y profanos en la materia. La gente ha comulgado con la idea que muchos han querido transmitir intencionadamente: emprender es gratis y te haces rico. Mira al tipo de Facebook. Y esa incansable máquina de venta de éter como bien inmaterial no ha dejado de funcionar ni por un segundo.

Luego, eso sí, se han dedicado a cortar y pegar miles de frases motivacionales extraídas de algún libro de autoayuda, a plagar sus cuentas de Facebook, Twitter o sus blogs de verborrea superficial para dejar claro que el esfuerzo y la confianza en uno mismo son fundamentales.

Por desgracia, en un país como el nuestro de extremos, hemos pasado de la casta empresarial de finales de siglo XX anclada en conceptos propios del XIX  a crear una corriente empresarial donde impera la venta de humo, a menudo proporcionada por personas de dudosa credibilidad y experiencia en la materia, y que nos ha llevado a crear una nueva burbuja, que tarde o temprano explotará: la burbuja del emprendimiento. 

Escoge el motivo correcto

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Cuando decidimos planificar un proyecto, sea cual sea, desde redecorar una habitación hasta crear una empresa, una de las variables que van a resultar fundamentales en el éxito y la consecución de nuestros objetivos es, sin lugar a dudas, el motivo.

A priori resulta tan obvio que para muchos pasará desapercibido y puede llevar al fracaso de nuestro proyecto.

No es lo mismo, volviendo al ejemplo inicial, querer redecorar una habitación porque disfrutamos con ello, porque sentimos que la habitación lo necesita y porque el resultado final nos va a hacer vivir más a gusto y en mejores condiciones que hacerlo porque la vecina del cuarto lo ha hecho también, porque quiero hacerle fotos y publicarlas en las redes sociales para que vean lo moderno que soy o porque no sé qué hacer con el dinero que tengo.

Tengo la sensación de que no hay motivos correctos o erróneos sino que hay motivos más correctos que otros. Puede ser perfectamente aceptable que quieras desarrollar una aplicación para Mac con la intención de hacerte rico y retirarte, pero quizá con esa motivación tengas más difícil alcanzar el objetivo inicial. Tal vez te pases más tiempo buscando cómo comercializar la aplicación, como hacer que genere dinero, en lugar de centrarte en cómo hacer una buena aplicación, la utilidad de la misma, la facilidad de su uso, etc.

Si planteas todo proyecto como una experiencia personal, un viaje a lo desconocido que te va a hacer crecer como profesional y como persona y buscas como resultado ayudarte a ti y a los demás, más allá de intereses económicos o de ego, estarás sembrando el éxito sobre un terreno muy fértil.

Nadie te asegura que tu proyecto termine resultando y consigas aquello que te propusiste al empezar pero estoy seguro que lo que extraigas de él será mucho más beneficioso si escogiste el motivo adecuado en su momento.

Todavía

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Te levantas cualquier mañana y ves con resignación y tristeza que el mundo parece no tener solución.

Que los que deben ayudar al resto sólo buscan su propio beneficio. 

Que la sed de sangre por el dinero, por unas ideas, por unos dioses diferentes a los míos, a los tuyos, es lo que está marchitando este planeta.

Que todo está inventado, que nada se puede hacer ya que no se haya hecho antes. Que de nada sirve reivindicar, inventar, esforzarse, querer cambiar algo. Nada va a cambiar.

Debe ser entonces cuando te repitas: siempre es más oscuro justo antes de amanecer. 

Porque todavía…

Todavía quedan personas que siguen luchando sin importarles el final del camino.

Todavía quedan cosas que hacer, cosas que descubrir, cosas por las que sorprenderse, cosas por las que emocionarse.

Todavía hay oportunidades para cambiar el mundo, para revolucionarlo, para dejar tu huella en él.

Así que te deshaces de esa resignación y de esa tristeza, te desvistes de ese fatalismo autoimpuesto y decides que el traje de hoy será el del optimismo, el de la sonrisa ante lo que está por venir y te tatúas en el espíritu que:

Hoy es siempre todavía. 

Hacia qué modelo de ventas se dirige Internet

La llegada de Internet al público general de forma masiva ha traído consigo la adopción de nuevas costumbres y la adaptación de viejos sistemas para poder dar respuesta a las necesidades de una tipo de usuario cada vez más específico.

En términos económicos, Chris Anderson acuñó hace unos años en un artículo publicado en la revista Wired el concepto «Long Tail» (Larga cola) [es.wikipedia]. De forma muy resumida y simplificada, la larga cola define un modelo de negocio basado en una plataforma de ventas de muchos productos específicos que tienen una gran masa de futuros compradores. Conocidos también como mercado de nichos, y que se enfrentan a los conocidos como mercados de masas donde pocos productos «best-seller» se venden de forma masiva.

La teoría de Anderson viene a decirnos que es posible, en determinadas situaciones, que ese mercado de nichos pueda superar al mercado de masas.

Un ejemplo claro lo tenemos con las plataformas de venta online Amazon, iTunes, AppStore, Google Play, Spotify, etc., cuya fuente de negocio en muchos casos no se basa tanto en la venta específica de una cantidad pequeña de productos sino en la suma de pequeñas ventas de forma masiva.

La evolución de estos modelos, sin embargo, muestra una clara tendencia hacia la aparición de oligopolios: para poder ofrecer un servicio de calidad con tanta cantidad de productos que den respuesta a las variopintas necesidades de los usuarios en Internet se necesita disponer de un respaldo económico y en infraestructura muy potente. Y esto puede resultar peligroso para la competencia y el desarrollo de alternativas comerciales en la red.

Es complejo, por tanto, plantearse actualmente lanzar una idea de negocio de ventas online que pueda hacer competencia a estos grandes dominadores del mercado salvo si entendemos el valor añadido, el elemento diferenciador de nuestro producto como la piedra angular de nuestro proyecto.

Y aún así, en el caso de que nuestra idea tenga éxito, existe una alta probabilidad que estos «grandes monstruos» de la economía en Internet terminen absorbiéndonos o, lo que es infinitamente peor, replicando nuestra idea a un coste menor.

Por eso es fundamental, al menos desde mi punto de vista, que una idea de negocio sea un elemento vivo, en constante desarrollo, que se autorediseñe sin cesar y que siempre vaya por delante del resto.

¿Difícil? Mucho.

¿Imposible? Imposible no hay nada.

Una propuesta

 

Ayer, 14 de Noviembre, fue convocada una Huelga General con el objetivo de mostrar el descontento popular con las medidas adoptadas por el gobierno en los últimos tiempos.

Obviando un poco los colores y la ideología detrás de este tipo de convocatoria, siempre he pensado que en esta vida la opinión respecto a algo conlleva, como tal, una crítica. Y esta crítica puede ser de dos tipos: constructiva o destructiva.

Puedes opinar sobre la forma de vestir de alguien diciendo «yo no sé cómo puedes salir así a la calle» o bien «no me gusta como vas, ¿no crees que igual si combinas ese jersey con estos pantalones irías mejor?». La diferencia como se observa a simple vista es notoria y creo que todos estaremos de acuerdo en que la segunda forma es mucho más positiva que la primera.

Es por ello que si aplicamos la misma idea al terreno de la política, deberíamos intentar evitar comentarios como «La culpa es de XXX que es un inútil» o «Es que tal partido político es …» y plantear alternativas reales y, sobretodo, realistas, ante la dificlísima situación económica a la que nos estamos enfrentando.

Aquí va, desde esta humilde ventana a la red, una de las mías.

No soy licenciado en economía y mis conocimientos económicos están excesivamente ligados a las matemáticas y las ciencias puras como para poder alcanzar a entender los entresijos que mueven el mundo económico actual. Pero como en toda ciencia, y al fin y al cabo la Economía lo es, existen una serie de principios fundamentales sobre los que luego asentar todas las teorías. Y así como la velocidad de la luz es una variable fija e inamovible en toda la Física, considero que para que haya desarrollo y crecimiento deben coexistir dos elementos en nuestra sociedad:

– Producción y consumo.

Producción

Sólo produciendo algo que merezca la pena ser comprado podremos integrarnos en un mercado tan sumamente globalizado como el actual, por eso, parte de mi propuesta viene a decir que o se invierte en I+D+i o estamos bien jodidos fastidiados. No podemos competir, ni en sueños (y dudo que queramos) con mercados como el chino o el de otros países donde los costes de personal rozan la esclavitud y, por ende, disponen de unos precios imbatibles.

¿Alternativa? Produzcamos algo de calidad, que merezca el precio que le ponemos, que se convierta en referente de mercado. Convirtámonos en pioneros. Tenemos a nuestra disposición de una cantidad impensable hace unos años de personal altamente formado y cualificado, preparado para investigar y dar a luz proyectos que coloquen a España a la cabeza de la innovación.

Permitamos que los miles de jóvenes con ideas frescas y con ganas de cambiar el mundo tengan la posibilidad de crear un negocio sin las trabas actuales ni la necesidad de un desembolso económico inicial que tanto les limita actualmente.

En EE.UU. siguen la norma de fracasa mucho, fracasa rápido. Aquí no puedes fracasar más de una vez porque ya estás arruinado. Entendamos que emprender es una carrera en la que el resultado final es el benificio para la sociedad. Permitamos alcanzar ese beneficio. Dejemos que las ideas tengan hueco y espacio para crecer.

Consumo

Reitero que mis conocimientos sobre economía son muy limitados, pero aumentando los impuestos, tanto directos como indirectos, no creo que se favorezca excesivamente al consumo. En una situación como la actual, quizá sea factible plantearse renegociar la deuda que nos oprime (bajo la amenaza de hacerla odiosa si hace falta) bajo el estricto cumplimento de unas reglas de juego que impidan, por ejemplo, que una gran parte del dinero recaudado se destine a pagar desfalcos políticos o bancarios y dejar que la justicia actúe con todo su peso sobre aquellos que realmente están ensuciando la imagen de nuestro país: sus políticos y sus gestores económicos.

Es inconcebible que una persona que gestiona su negocio para sobrevivir (o malvivir según se mire) esté arriesgando su patrimonio y, en algunos casos, hasta su libertad mientras que aquel que gestiona el dinero de los españoles pueda no sólo salir indemne de una gestión nefasta sino además indemnizado. Si un político o un banquero lo hace mal, que lo pague.

Pero volvamos al tema del consumo, rebajando la carga impositiva tendríamos posiblemente una reactivación de ese consumo que, al fin y al cabo, es la gasolina que mueve cualquier economía.

Menos impuestos, más facilidades para crear empresas, renegociar la deuda y llevar al extremo el control presupuestario de políticos, banqueros. Inspecciones reales de la función pública . Eliminación de cargos de confianza. Penas de cárcel para aquellos que comentan fraude en cantidades importantes de dinero. Penas de cárcel para aquellos que cometan fraude con dinero público.

Todo son propuestas que, desde mi punto de vista, supondrían una alternativa a lo que se viene haciendo y que, demostrado queda, no está sirviendo sino para hundirnos más en la miseria que nos ha traído esta condenada crisis.

Y no son mías. Las escuchas en la calle, en cualquier barra de bar, en una charla distendida con amigos entre tazas de café. Y no somos economistas. No somos políticos.

Quizá esa sea la diferencia.

La cultura del esfuerzo

Prácticamente desde que nacemos se nos inculca un concepto que algunos tienden a llamar «cultura del esfuerzo».

En realidad la «cultura del esfuerzo» no es más que la relación directa entre el éxito y el esfuerzo que necesitas para alcanzarlo.

La televisión, la literatura, nuestra propia tradición transmite entre generaciones esa «cultura del esfuerzo». Pero cuando ya llevas unos años en esta vida y empiezas a conocer su letra pequeña te asaltan algunas dudas.

¿Qué hay de cierto en esa cultura del esfuerzo?

Nuestro entorno y, en muchos casos, nosotros mismos, obviamos una parte importante de esa relación directa de la que hablaba hace un momento: no es una relación causa – consecuencia. No siempre que nos esforcemos vamos a conseguir el éxito y, lo que es todavía peor, puede darse el caso de que nosotros, o alguien que conozcamos, o veamos por televisión, alcance el éxito sin necesidad de esfuerzo. Y digo lo que es peor porque sienta dos terribles precedentes en nuestro interior: el primero es que es algo factible alcanzar el éxito sin pegar un palo al agua, el segundo, todavía más dañino, es el de pensar de qué nos sirve esforzarnos si a otros ese éxito que buscamos les llegará antes y sin que tengan que mover un sólo dedo.

¿Qué es realmente la cultura del esfuerzo?

Digamos que, en realidad, la relación de la que hablo al principio es una relación de probabilidad. Cuanto más te esfuerces, cuanto más lo intentes, cuanto más te repongas de tus fracasos rápidamente y vuelvas a comenzar mucho más probable será que logres el objetivo que buscas y más duradero será el éxito asociado a él.

Ya, pero ¿cuál es la letra pequeña?

La letra pequeña la conocemos todos pero nos obligamos a olvidarla queriendo creer que el mundo es un lugar idílico. El fracaso, el esforzado trabajador que no tiene para comer, el licenciado que se malvende en un trabajo basura, el vago que termina siendo director, el oportunista que acaba ganando mucho dinero, el rico que se enriquece más, el gobernante corrupto que sale indemne de sus tropelías, el incompetente que ocupa cargos de responsabilidad y, el que más me gusta de todos, el inútil que se cree alguien.

Pero esto no le resta ni un ápice de realidad a la esencia de la cultura del esfuerzo: cuanto más lo intentes, más cerca estarás de conseguirlo. Porque en cada iteración, en cada intento fallido, generamos un bien de valor incalculable: una experiencia más de cómo no hacer las cosas. Y llegará el día, si seguimos intentándolo, que por fin la luz se encenderá.

 

«No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de como no hacer una bombilla.»

– Thomas A. Edison.

 

Bueno en mucho, genial en algo.

Es un tema de debate que llevo teniendo ya bastantes días en el trabajo.

He de reconocerlo: me gustan demasiadas cosas. Me gusta mucho el área tecnológica, el networking, la programación, el mundo del emprendimiento, la productividad. Pero también me gusta el diseño, la fotografía, el arte, la música. Considero que este mundo pone a nuestro alcance un gran número de posibilidades para aprender, formarnos, y convertirnos en mejores personas.

¿Cuál es el problema? 

Obviamente, como en casi todo, el tiempo. Disponemos de un tiempo limitado para aprender, experimentar y mejorar nuestros conocimientos. Es por eso que me surge la duda de qué es mejor: convertirse en una persona polifacética, con experiencia en muchas áreas, sabiendo manejarse bien en todas ellas pero sin ser especialmente bueno en ninguna o, por el contrario, especializarse en algo hasta el extremo de ser de los mejores en eso.

Supongo que habrá opiniones para todo.

Yo, por mi forma de ser, no puedo evitar decantarme por la primera opción: me gusta probarlo todo, me gusta entender el núcleo de una red de comunicaciones tanto como poder tocar la partitura de Juego de Tronos. Me gusta tanto ser capaz de programar una página web como sentirme orgulloso de la calidad artística de alguna fotografía tomada.

¿Y vosotros? ¿Qué opináis?

Volver a empezar

Aunque todavía estamos un poco lejos de septiembre, lo cierto es que estos días me siento un poco como en los inicios de ese mes.

Si echamos la vista un poco atrás, septiembre siempre ha sido el mes de «la vuelta a…»; la vuelta al cole, la vuelta al instituto, la vuelta a la universidad. Libros nuevos, el olor de las libretas a punto de estrenar, nuevas asignaturas, nuevos profesores y, en general, nuevos proyectos.

Bueno, y no tan nuevos.

Porque parece que hay todavía ilusión y ganas de seguir alimentando la idea que surgió hace ya más de un año. Creo que nadie nos puede echar en cara que no somos emprendedores.

Hemos aprendido de nuestros errores, hemos liberado parte del lastre que quizá frenaba el progreso de nuestra aventura, y ahora, con más gasolina, con más fuerza, con más ideas, nos ponemos en marcha otra vez.

Seguiremos equivocándonos, estoy seguro, seguiremos dando pasos en direcciones erróneas, pero cada paso no será en balde, porque estoy completamente convencido que cada «pequeño» fracaso es una lección de experiencia que nos hace más sabios, más competitivos, más capaces.

Y la aventura es sin lugar a dudas el excitante viaje.

¡ Volvemos a estrenar libros !

Ideas y empresa #1

Si como muchos, dada la actual situación económica, estás planteándote iniciar una aventura empresarial por tu cuenta. Si tienes una idea, un concepto que consideras que puede funcionar.

Permíteme que te cuente brevemente lo que, después de un año de experiencia, creo que puede resultarte interesante.

Emprender no es sencillo

Está claro que la crisis ha supuesto un cambio dramático en nuestra concepción del trabajo. Que los índices de desempleo presentes y futuros sólo generan más y más dudas, pero desde mi modesto punto de vista, la tarea de emprender no es algo trivial. No se trata de ponerte un buen día de pie, tener esa brillante idea que va a cambiarlo todo, ponerla en práctica y forrarte.

Todo pasa por un compromiso interno con algo en lo que crees. Y este compromiso no es, en absoluto, sencillo de adquirir.

Creo que es fundamental parar un instante y releer la anterior frase. Hay dos palabras que deberían estar (y de hecho estarán) marcadas en negrita: compromiso y creer.

El compromiso no es sólo hablar con tu yo interior y ponerse de acuerdo con él. El compromiso abarca todas las áreas de tu vida tanto personal como profesional para que trabajen juntas en una misma dirección a pesar, y esto es lo importante, de todos los obstáculos que puedan surgir, y surgirán, durante la aventura que comienzas. Además, el compromiso cuando la empresa no sólo la formas tú es algo todavía más difícil de lograr. Hay que llegar al punto en que los niveles de implicación entre los que forman parte del equipo estén sincronizados. Porque cualquier desequilibrio en este punto puede resultar un problema a medio plazo cuya solución no resulta en muchos casos sencilla.

Por otro lado, la creencia ciega de que aquello que haces, aquello que estás creando con tus propias manos, va a funcionar. La imagen futura del éxito de tu idea.

Es muy importante tener claro desde el primer segundo en el que te ronda la idea de emprender por la cabeza que este camino sólo tendrá un final feliz si la palabra fracaso jamás aparece en tus pensamientos.

Aprender a confiar en tí sobre todas las demás cosas es la pieza fundamental, el verdadero motor para el éxito.

Esto está a punto de…

Ya ha pasado el concurso, ya hemos acabado, si queréis saber un poco cómo nos sentimos os recomiendo que paséis por el blog: http://www.iwala.es/blog

Pero una vez pasados los abrazos, los estrechones de mano, las palmadas en la espalda, toca ponerse a trabajar de verdad.

Avanzar pasos, cumplir hitos, esfuerzo, sudor, líneas de código… una idea que sabemos que va a ser real.

Estamos listos para empezar a bombardearos con versiones, con características añadidas, con novedades para Android, para iOS, etc.

Esto, en realidad, está a punto de explotar.