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Crítica: Star Wars – Los últimos Jedi (2017)

Llegó el día. Finalmente, el segundo episodio de esta nueva trilogía de La Guerra de las Galaxias, bajo el paraguas de Disney, se estrenó el pasado viernes. Y, como buena saga que se precie, han corrido ríos de tinta respecto a ella.

La historia

La historia comienza donde nos dejó «El despertar de la Fuerza». Una vez presentados los personajes, era momento de desarrollar la historia. La joven Rey, heredera de la Fuerza, ha encontrado finalmente al legendario Caballero Jedi Luke Skywalker. La Resistencia, diezmada por los continuos ataques de las tropas de la Primera Orden, aguanta como puede tratando de reorganizarse, con Leia Organa como General al mando de las fuerzas rebeldes.

En Los últimos Jedi, la saga explora nuevas historias que orbitan alrededor del eje central de sobras conocido: la línea de sangre de los Skywalker y su lucha de poder entre la Fuerza y el Lado Oscuro.

Los personajes

Está claro que esta nueva trilogía tiene un nombre protagonista: la joven Rey. Interpretada por Daisy Ridley, se trata, sin ningún género de dudas, del personaje con más fuerza de las dos películas que llevamos hasta ahora. Nacida en un planeta perdido, desconocedora de su procedencia real, de la identidad de sus padres, con Rey han construido el prototipo de héroe que inicia su recorrido en busca de respuestas. Daisy Ridley, por otra parte, está mejor en cada película. La mejor con diferencia.

En el otro lado de la balanza tenemos a Kylo Ren, (o Ben Solo). Si me harté a criticar este personaje en El Despertar de la Fuerza, he de reconocer que he visto una evolución satisfactoria en él. Sigue debatiéndose en ese conflicto interno, pero ahora lo hace con coherencia. Su psicología encierra esa eterna disputa del hijo que quiere romper con el mundo de sus progenitores para construir el suyo propio. La suya es una historia de orgullo desmedido y de amor contenido. Adam Driver, su intérprete, está, de lejos, mucho más centrado en esta segunda entrega. Consigue transmitir esa sensación de lucha interna y al mismo tiempo empieza a perfilarse como el villano supremo que todos esperábamos ya en la primera película.

El tercero de mis favoritos es Oscar Isaac. Menos presente, es cierto, en esta segunda parte que en la primera, pero correcto en su interpretación de Poe Dameron, el capitán de las fuerzas rebeldes. Su papel está demasiado aislado de la historia, centrado en exceso en arcos argumentales paralelos al hilo central que narra Los últimos Jedi. Para mi, es un personaje terriblemente desaprovechado que espero y confío tenga una presencia mayor en la tercera y última entrega de esta saga.

Mención especial, desde mi punto de vista, debería tener Mark Hamill. Han pasado muchos años sí, y no es un dechado de virtudes interpretativas, pero su personaje tiene tal peso, tal carisma, tal fuerza en la historia de Star Wars, que compensa esas posibles carencias. Su interpretación suma mucho a la narrativa de Los Últimos Jedi, le añade además ese punto de nostalgia del que tanto se ha beneficiado siempre Star Wars.

Hay otra lista, esta menos bonita, de personajes y actores menos interesantes.

Empezando por Leia Organa. Carrie Fisher, que la Fuerza la tenga en su gloria allá donde esté, hace probablemente el peor papel de su vida. Es una auténtica lástima que su legado quede empañado por semejante despropósito. En su caso se han jutado los dos perfectos ingredientes para el desastre: la pésima construcción de un personaje y su absoluta incapacidad de interpretarlo. Leia Organa, por un lado, es un personaje prescindible en toda la obra. Su aparición en la primera entrega tuvo ese componente al servicio del fan de volver a juntar a los dos grandes protagonistas de la saga original: Han y Leia. Pero en esta, una vez Solo ha desaparecido, desaparece con él toda la fuerza de Leia. Una Leia que se caracterizó en los 70 por ser la antiprincesa: lejos del arquetipo de mujer débil necesitada de su príncipe salvador, Leia Organa encarnaba la fuerza y el espíritu rebelde de la Resistencia al todopoderoso Imperio. No queda ni rastro de ese poder. Y a eso hay que añadirle la pésima actuación de Carrie Fisher: sin carisma, sin transmitir absolutamente nada y con algunas secuencias que no es ya que rocen el ridículo, es que retozan en él.

Junto a ella, otro de los personajes totalmente prescindibles es Finn, ese soldado al que le da una especie de chungo mental y se hace bueno porque ve que la sangre no queda bien sobre el uniforme blanco. John Boyega no puede estar más sobreactuado en esta entrega. Y mira que era difícil superarse con lo que había hecho en El Despertar de la Fuerza. Como sucede con Carrie Fisher, sólo falta que a un actor mediocre le des un papel mediocre. La historia de Finn en Los Últimos Jedi es lo más prescindible que he visto en años en una película.

La obra dentro de la saga

Esa mezcla de claros y oscuros hace que Los Últimos Jedi no sea, ni de lejos, una película perfecta. Sus carencias no se pueden tapar con escenas técnicamente impolutas, o con una banda sonora que vuelve a tener una factura casi perfecta. Sin embargo, es una película que mejora en mucho a El Despertar de la Fuerza. Los Últimos Jedi añaden dos elementos fundamentales, críticos, en una obra cinematográfica: coherencia narrativa y evolución. Las incongruencias con las que tuvimos que vernoslas en el Episodio VII, se suavizan mucho en esta entrega, hasta el punto de que al salir del cine tienes la sensación de haber visto una película redonda: con altibajos, pero redonda.

Resultan inexplicables, es cierto, determinados momentos anticlimáticos. Inexplicables por lo prescindibles que son. La construcción de un personaje como Snoke, que se planteaba como una especie de Darth Sidius en la sombra, se merece un trato infinitamente mejor que el que se le da en Los Últimos Jedi. Pero no me cabe duda que lo más innecesario de todo es el arco argumental encabezado por Finn. Ya he dicho que se trata de un personaje mediocre, pero es que la historia que protagoniza es todavía peor: cuenta poco o nada, aporta menos al resto de la película y tiene una relevancia escasísima.

Las expectativas y el futuro

Pero seamos honestos: es Star Wars, no la última película ganadora en Cannes. Si partimos de la base de lo que se espera de una película de este calibre, nos encontramos con una producción más que decente. Aventuras, personajes carismáticos, giros de guión, épica…, en definitiva los ingredientes para cocinar una historia para todos, grandes y pequeños. ¿Su mayor defecto? Las ordas de fans gafapastas de más de 40 años que se piensan que existe una especie de dogma relacionado con Star Wars, que idolatran la trilogía original a pesar de sus muchas carencias y son incapaces de ver la clara e interesante evolución que aporta este Episodio al conjunto de la historia. Lejos de entender de que es una obra de aventuras con más ficción que ciencia, con más componente filosófica que científica, se esmeran en intentar encontrar lagunas en el guión.

En una Galaxia lejana, en realidad, todo está permitido, y si antes nos maravillábamos porque una nave pudiera saltar a través del hiperespacio, no comprendo las críticas a las licencias que se toman en este Episodio.

El futuro, en forma de episodio conluyente de esta trilogía, resulta a mis ojos muy interesante. Han dejado muy abierto ese conflicto interno de Kylo Ren. Siguen sin quedar claros los orígenes de la poderosa Rey. Y la Resistencia parece estar prácticamente diezmada… pero la esperanza, como siempre sucede en esta historia, aguanta las acometidas del Lado Oscuro.

Dentro de dos años saldremos de dudas. Tras las letras amarillas que nos introducen en esa Galaxia lejana… nos esperan las respuestas a muchas preguntas y el nacimiento de una nueva leyenda.

Nota: 6/10

Crítica – Star Wars: Rogue One (2016)

Y cuando ya no quedaba esperanza, sucedió.

Star Wars ha vuelto

Un año después del bochornoso espectáculo de El Despertar de la fuerza, el director Gareth Edwards, que venía con el cuestionable honor de haber filmado el prescindible remake de Godzilla, le ha enseñado al famoso J.J. Abrams cómo se tienen que hacer las cosas.

Con Star Wars: Rogue One, lo que vendría a ser un Episodio 3.5, la saga vuelve a la senda de la que no habría de haber salido jamás: cine palomitero de fantasía.

Esta nueva entrega, que se ha bautizado como spin-off de la saga oficial, aúna todos y cada uno de los elementos que convirtieron hace más de 30 años a Star Wars en un icono del cine de aventuras.

Así que hoy se puede decir bien alto que, por fin, Star Wars ha regresado.

Argumento

Una historia de muchas historias

Star Wars: Rogue One tiene un inicio trepidante en el que se asientan las bases de la situación de la galaxia. Se plantean o, más bien, se esbozan, los personajes que van a ir haciéndose hueco durante el desarrollo de la historia.

Lo fundamental, lo que ya marca el devenir del resto de la película, es que ya en los primeros diez minutos de metraje uno respira la atmósfera de una epopeya. Planetas lejanos. Mundos olvidados. Leyendas vivas. Personajes con carisma. Todo eso, en diez minutos. Imaginad la sensación, sentado en la butaca, cuando uno está ante los hilos de una historia que siente como inconmensurable.

Un desarrollo sostenido y coherente

Y con estos mimbres, el bueno de Edwards se dedica a contarnos una historia en la que entreteje los elementos más puristas de la saga de las galaxias junto con la libertad que le proporciona disponer a su alcance de un universo por descubrir. Las escenas de acción encajan a la perfección con el paso lento de los momentos más ideológicos, más políticos y con aquellos más sentimentales.

El proceso, además, lo disfruta uno con la impresión de que en ningún momento se pierde la coherencia con los axiomas básicos de la historia. Aquí no hay ningún personaje capaz de dominar la Fuerza cuando cinco minutos antes desconocía su existencia.

Una trama más adulta

Otro de los grandes elementos de la película es el tono de su historia. Alejada de infantilismos y mercantilismos, Star Wars: Rogue One nos muestra las sombras de la constante lucha de la resistencia galáctica contra el malvado Imperio Galáctico. No existe, en este relato, una división meridiana entre buenos y malos. Hay lugar para los grises, para las personalidades que se difuminan entre el objetivo honorable y los medios oscuros para lograrlo.

Con ello, sus personajes adquieren un grado más de profundidad, en especial el joven Cassian Andor (interpretado por Diego Luna), que se aleja del prototipo de héroe perfecto para acercarse más a los defectos de la humanidad.

Personajes

Grandes protagonistas secundarios

Este spin-off está protagonizado por personajes tangenciales a la saga central y, por tanto, estaríamos hablando de que la historia orbita entorno a personajes secundarios de la Guerra de las Galaxias.

La primera e indiscutible protagonista de Star Wars: Rogue One es la joven Felicity Jones en el papel de Jyn Erso. Hija de un importante científico del Imperio, su rol será fundamental en todo el desarrollo de la película. Es, junto con Andor, el personaje que más evolución sufre a lo largo del relato.

El segundo, en una especie de dúo Han Solo-Leia, es el mejicano Diego Luna, dando vida al joven rebelde Cassian Andor. Como ya he mencionado antes, es un personaje alejado de arquetipo de héroe en el que la lucha entre el Lado Oscuro y la Fuerza se hace más patente.

Y para cerrar el trío de personajes fundamentales, el gran villano, el teniente comandante del Imperio, Orson Krennic, interpretado por un muy solvente Ben Mendelson, que nos permitirá apreciar las debilidades que el Imperio comenzaba a tener en su propio seno. Y el miedo latente al poder del Lado Oscuro.

El carisma en los verdaderos secundarios

Si a este buen trío de actores le añadimos algunos secundarios realmente buenos, como el gran Forrest Whitaker haciendo de el extraño Saw Gerrera, a Mads Mikkelsen interpretando al padre de Jyn, el científico Galen Erso y, sin ningún género de dudas, el increíble Donnie Yen en el papelón del monje guerrero Chirrut Îmwe (personaje al que directamente le daba un spin-off a él solito), nos queda un elenco de actores y personajes más que decente.

Mención especial: KS2O

Sin embargo, si alguien aparece por encima del resto como una sorpresa absoluta, éste es el robot KS2O. Alejados ya de copias baratas de R2D2, sin la necesidad de hacer un producto que se vaya a vender en Amazon, Edwards dibuja a un increíble androide imperial reprogramado para servir a la Rebelión. Es el contrapunto perfecto en la mayoría de situaciones de tensión. Así, añade esa pizca de humor socarrón que tanto se echó de menos en el Episodio VII. Todo un acierto.

Conclusiones

Un gran acierto

En todos los aspectos Star Wars: Rogue One da en el blanco. Nos recuerda que el cine de aventuras con el que crecimos, el que se gestó allá por los 80 y que mantuvo embobados a la gran y pequeña pantalla a millones de niños y adolescentes, todavía tiene un hueco entre tanto refrito insalubre. Todavía podemos disfrutar de una verdadera historia de aventuras con sus héroes y villanos y con sus objetivos nobles.

Esta película devuelve, al menos en parte, la ilusión que muchos perdimos al ver la desastrosa continuación de la saga hace un año. Puede que todavía quede esperanza para la Guerra de las Galaxias.

Porque ya sabéis:

Las rebeliones se construyen con esperanza.

Nota: 8/10