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Crítica: Guardianes de la Galaxia Vol. 3

Guardianes de la Galaxia es, probablemente, una de las sagas más interesantes de todo el universo Marvel.

Su primera entrega trajo una forma diferente de abordar las películas de superhéroes y abrió el MCU1 a muchos espectadores.

Una de las claves de su éxito fue la ausencia de peajes en su historia, lo que le permitió explorar mucho más que títulos más importantes en la franquicia.

Su tono gamberro y desenfadado funcionó y mostró una forma de abordar sus aventuras con un equilibrio entre humor, épica y acción.

Es en ese éxito inesperado donde aparece Guardianes de la Galaxia vol.2, en la que, en un intento de integrarla en el arco argumental, obliga a la historia a caminar por las rígidas guías del canon del universo de Marvel. Y es en esas guías donde fracasa estrepitosamente.

Poco es salvable de esa segunda película, que aboga por cumplir todos los errores de los que carecía su predecesora. Y, lo que es más importante, prueba que las fórmulas del éxito moderno no son matemáticas.

Buena muestra es que Thor: Ragnarok, se alza con un éxito inusitado replicando la idea de Guardianes de la Galaxia Vol.1 y haciéndolo con un personaje nuclear del MCU.

Como se dice, el veneno está en la dosis y Marvel iba a inyectarse su propia sentencia de muerte.

El desolador Multiverso.

La saga del Infinito termina con dos de las mejores películas del universo Marvel: Infinity War y Endgame. Y con ellas, algunos de los personajes más carismáticos ceden su lugar a nueva hornada de héroes.

Marvel consideró entonces que esta especie de nueva generación podría repetir el éxito de Guardianes de la Galaxia vol.1.

Se equivocó.

Tal vez tocase fondo con Thor: Love and Thunder, pero entregas como Eternals o Doctor Strange, el Multiverso de la Locura, fueron también pruebas fallidas.

Y, lo que es peor, no se percibía signo de mejora.

Marvel se reconcilia con el espectador

Y llegamos a lo que se considera el inicio de la Fase 5, Ant-Man y la Avispa: Quantumania. Un pequeño rayo de esperanza. Una película lejos del nivel de las primeras, pero que recuperaba cierta entereza. Había esperanza.

Pero bien podía ser flor de un día, o quizá las bajas expectativas ante un personaje tan menor como Ant-Man podían sesgar el juicio de la película.

Guardianes de la Galaxia, vol.3 era el todo o nada de Marvel: última película de los Guardianes, última película de James Gunn, que se marcha a trabajar para DC, última bala del MCU.

Y entonces aparece esta pequeña obra maestra.

Gunn vuelve a olvidarse del corsé y cae en la cuenta de que no le debe nada a nadie, sacándose de la chistera una historia que te recuerda por qué disfrutas tanto de una buena película

Guardianes de la galaxia, vol.3 lo tiene todo: unos personajes carismáticos, una trama simple pero tremendamente efectiva, una construcción que nace desde lo visceral y que maneja a su antojo las emociones del espectador y una banda sonora que no suma, multiplica.

Este es el cierre que la saga se merecía, el camino que debe seguir el resto del MCU en esta nueva fase para reencontrarse con el espectador. Aunque vivamos en la época de la producción en cadena, las películas siguen necesitando tener alma.

James Gunn encuentra de nuevo la fórmula, arregla los números y el resultado es tener en 2023 una verdadera película de aventuras espaciales que te hace reír, te hace llorar, te hace gritar y te hace sentir.

Yo cuando voy al cine, poco más puedo pedir.

Nota: 8/10

I Universo Cinematográfico de Marvel (MCU por sus siglas en inglés)

Crítica: Star Wars – Los últimos Jedi (2017)

Llegó el día. Finalmente, el segundo episodio de esta nueva trilogía de La Guerra de las Galaxias, bajo el paraguas de Disney, se estrenó el pasado viernes. Y, como buena saga que se precie, han corrido ríos de tinta respecto a ella.

La historia

La historia comienza donde nos dejó «El despertar de la Fuerza». Una vez presentados los personajes, era momento de desarrollar la historia. La joven Rey, heredera de la Fuerza, ha encontrado finalmente al legendario Caballero Jedi Luke Skywalker. La Resistencia, diezmada por los continuos ataques de las tropas de la Primera Orden, aguanta como puede tratando de reorganizarse, con Leia Organa como General al mando de las fuerzas rebeldes.

En Los últimos Jedi, la saga explora nuevas historias que orbitan alrededor del eje central de sobras conocido: la línea de sangre de los Skywalker y su lucha de poder entre la Fuerza y el Lado Oscuro.

Los personajes

Está claro que esta nueva trilogía tiene un nombre protagonista: la joven Rey. Interpretada por Daisy Ridley, se trata, sin ningún género de dudas, del personaje con más fuerza de las dos películas que llevamos hasta ahora. Nacida en un planeta perdido, desconocedora de su procedencia real, de la identidad de sus padres, con Rey han construido el prototipo de héroe que inicia su recorrido en busca de respuestas. Daisy Ridley, por otra parte, está mejor en cada película. La mejor con diferencia.

En el otro lado de la balanza tenemos a Kylo Ren, (o Ben Solo). Si me harté a criticar este personaje en El Despertar de la Fuerza, he de reconocer que he visto una evolución satisfactoria en él. Sigue debatiéndose en ese conflicto interno, pero ahora lo hace con coherencia. Su psicología encierra esa eterna disputa del hijo que quiere romper con el mundo de sus progenitores para construir el suyo propio. La suya es una historia de orgullo desmedido y de amor contenido. Adam Driver, su intérprete, está, de lejos, mucho más centrado en esta segunda entrega. Consigue transmitir esa sensación de lucha interna y al mismo tiempo empieza a perfilarse como el villano supremo que todos esperábamos ya en la primera película.

El tercero de mis favoritos es Oscar Isaac. Menos presente, es cierto, en esta segunda parte que en la primera, pero correcto en su interpretación de Poe Dameron, el capitán de las fuerzas rebeldes. Su papel está demasiado aislado de la historia, centrado en exceso en arcos argumentales paralelos al hilo central que narra Los últimos Jedi. Para mi, es un personaje terriblemente desaprovechado que espero y confío tenga una presencia mayor en la tercera y última entrega de esta saga.

Mención especial, desde mi punto de vista, debería tener Mark Hamill. Han pasado muchos años sí, y no es un dechado de virtudes interpretativas, pero su personaje tiene tal peso, tal carisma, tal fuerza en la historia de Star Wars, que compensa esas posibles carencias. Su interpretación suma mucho a la narrativa de Los Últimos Jedi, le añade además ese punto de nostalgia del que tanto se ha beneficiado siempre Star Wars.

Hay otra lista, esta menos bonita, de personajes y actores menos interesantes.

Empezando por Leia Organa. Carrie Fisher, que la Fuerza la tenga en su gloria allá donde esté, hace probablemente el peor papel de su vida. Es una auténtica lástima que su legado quede empañado por semejante despropósito. En su caso se han jutado los dos perfectos ingredientes para el desastre: la pésima construcción de un personaje y su absoluta incapacidad de interpretarlo. Leia Organa, por un lado, es un personaje prescindible en toda la obra. Su aparición en la primera entrega tuvo ese componente al servicio del fan de volver a juntar a los dos grandes protagonistas de la saga original: Han y Leia. Pero en esta, una vez Solo ha desaparecido, desaparece con él toda la fuerza de Leia. Una Leia que se caracterizó en los 70 por ser la antiprincesa: lejos del arquetipo de mujer débil necesitada de su príncipe salvador, Leia Organa encarnaba la fuerza y el espíritu rebelde de la Resistencia al todopoderoso Imperio. No queda ni rastro de ese poder. Y a eso hay que añadirle la pésima actuación de Carrie Fisher: sin carisma, sin transmitir absolutamente nada y con algunas secuencias que no es ya que rocen el ridículo, es que retozan en él.

Junto a ella, otro de los personajes totalmente prescindibles es Finn, ese soldado al que le da una especie de chungo mental y se hace bueno porque ve que la sangre no queda bien sobre el uniforme blanco. John Boyega no puede estar más sobreactuado en esta entrega. Y mira que era difícil superarse con lo que había hecho en El Despertar de la Fuerza. Como sucede con Carrie Fisher, sólo falta que a un actor mediocre le des un papel mediocre. La historia de Finn en Los Últimos Jedi es lo más prescindible que he visto en años en una película.

La obra dentro de la saga

Esa mezcla de claros y oscuros hace que Los Últimos Jedi no sea, ni de lejos, una película perfecta. Sus carencias no se pueden tapar con escenas técnicamente impolutas, o con una banda sonora que vuelve a tener una factura casi perfecta. Sin embargo, es una película que mejora en mucho a El Despertar de la Fuerza. Los Últimos Jedi añaden dos elementos fundamentales, críticos, en una obra cinematográfica: coherencia narrativa y evolución. Las incongruencias con las que tuvimos que vernoslas en el Episodio VII, se suavizan mucho en esta entrega, hasta el punto de que al salir del cine tienes la sensación de haber visto una película redonda: con altibajos, pero redonda.

Resultan inexplicables, es cierto, determinados momentos anticlimáticos. Inexplicables por lo prescindibles que son. La construcción de un personaje como Snoke, que se planteaba como una especie de Darth Sidius en la sombra, se merece un trato infinitamente mejor que el que se le da en Los Últimos Jedi. Pero no me cabe duda que lo más innecesario de todo es el arco argumental encabezado por Finn. Ya he dicho que se trata de un personaje mediocre, pero es que la historia que protagoniza es todavía peor: cuenta poco o nada, aporta menos al resto de la película y tiene una relevancia escasísima.

Las expectativas y el futuro

Pero seamos honestos: es Star Wars, no la última película ganadora en Cannes. Si partimos de la base de lo que se espera de una película de este calibre, nos encontramos con una producción más que decente. Aventuras, personajes carismáticos, giros de guión, épica…, en definitiva los ingredientes para cocinar una historia para todos, grandes y pequeños. ¿Su mayor defecto? Las ordas de fans gafapastas de más de 40 años que se piensan que existe una especie de dogma relacionado con Star Wars, que idolatran la trilogía original a pesar de sus muchas carencias y son incapaces de ver la clara e interesante evolución que aporta este Episodio al conjunto de la historia. Lejos de entender de que es una obra de aventuras con más ficción que ciencia, con más componente filosófica que científica, se esmeran en intentar encontrar lagunas en el guión.

En una Galaxia lejana, en realidad, todo está permitido, y si antes nos maravillábamos porque una nave pudiera saltar a través del hiperespacio, no comprendo las críticas a las licencias que se toman en este Episodio.

El futuro, en forma de episodio conluyente de esta trilogía, resulta a mis ojos muy interesante. Han dejado muy abierto ese conflicto interno de Kylo Ren. Siguen sin quedar claros los orígenes de la poderosa Rey. Y la Resistencia parece estar prácticamente diezmada… pero la esperanza, como siempre sucede en esta historia, aguanta las acometidas del Lado Oscuro.

Dentro de dos años saldremos de dudas. Tras las letras amarillas que nos introducen en esa Galaxia lejana… nos esperan las respuestas a muchas preguntas y el nacimiento de una nueva leyenda.

Nota: 6/10

Crítica: El atlas de las nubes

Cuando vi por primera vez el primer trailer de El atlas de las nubes tuve la sensación de que prometía ser una buena propuesta cinematográfica. Muchas veces esa sensación falla y la película termina quedándose muy lejos de lo que aparentaba.

El atlas de las nubes no es uno de esos casos.

De la mano de los hermanos (ahora hermano y hermana) Andy y Lana Wachowski [Matrix], El atlas de las nubes es un auténtico sudoku hecho celuloide. La premisa es tan antigua como simple: nuestras vidas están interconectadas a lo largo del tiempo. Somos producto de acciones del pasado y nuestro presente determinará el futuro, no sólo nuestro, sino del resto de la humanidad.

Con esta idea la película nos sumerge en un sinfín de historias y de saltos temporales como hilos independientes en un telar. Conforme la película va avanzando estos hilos se van entretejiendo más y más hasta formar una casi perfecta estructura única: un trozo de tela que representa la suma de las vidas de los seres humanos.

Lo verdaderamente interesante de esta propuesta es ver a los mismos actores interpretando personajes atrás y adelante en el tiempo, como herederos de sus acciones pasadas, como creadores de futuros distintos. Mediante este artificio, los Wachowsky consiguen que el peso de la narración lo soporten simultáneamente varios actores en contextos completamente diferentes impidiendo que el espectador se mantenga contemplativo con la historia. Así que tenemos a un polifacético Tom Hanks, a Halle Berry, Jim Broadbent (éste está especialmente sublime en su interpretación),  Hugo Weaving, Jim Sturgess, y así un largo etc. interpretando papeles completamente antagónicos en momentos históricos distintos.

El argumento engancha con esas historias entrelazadas cuyo desenlace añade una crítica sutil a la cerrazón humana. A ese lobo que el hombre es para sí mismo. A la necesidad, en cualquier momento y en cualquier lugar, de la aparición de esos hombres y mujeres capaces de ver más allá de lo que la sociedad les impone, les dicta.

Un mensaje de esperanza embotellado en una excelente obra de entretenimiento con una fotografía de contrastes y una banda sonora que acopla a la perfección.

Recomendable para cualquiera de esas tardes de verano en las que una tormenta nos tuerce los planes.

Nota: 8/10