Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Categoría: Cine (página 6 de 10)

Crítica: Oblivion (2013)

Cuando por primera vez vi anunciar Oblivion tuve esa extraña contradicción que a veces surge cuando la fotografía te gusta pero el que sale en la foto no tanto.

Y no es que Tom Cruise no me haya convencido en muchos otros papeles (sobretodo haciendo de agente secreto), pero considero que la Ciencia Ficción se merece protagonistas de otro corte.

Oblivion (2013) es un fiel reflejo de lo que es la sociedad occidental de esta decena: empaquetado y listo para consumir.

No estoy diciendo en absoluto que sea una mala película pero sí que hay que asumir una serie de premisas básicas.

La primera es que a la ciencia ficción hollywoodiense cada vez le queda menos de ciencia. En 2017 ya estamos colonizando lunas de Saturno y planteándonos vivir allí (?) por poner un ejemplo. Y con esa sensación vas desenrollando el pergamino que te cuenta la historia postapocalíptica de una tierra sumida en el caos y la radiación. ¡Ay si Asimov levantase la cabeza!

La segunda es recordar a Matrix, Stargate, El Planeta de los Simios, Mad Max… y así vas contando una tras otra las referencias a películas que sí que trajeron algo diferente. Y digo referencias por no decir plagios descarados: hay un par de escenas que pasarían perfectamente por cortes de Independence Day.

El problema de la historia de Oblivion es ese, que ya nos la conocemos. Porque la fotografía y la banda sonora son casi perfectas, la ambientación cuidada, el grupo de actores impresiona (Morgan Freeman y Nikolaj Coster-Waldau entre otros)  y los efectos especiales muy conseguidos. Pero la película pierde demasiada fuerza con un argumento insulso, en algunos momentos poco creíble y en otros literalmente ridículo.

Cine en definitiva de consumo, como todo lo que se hace últimamente, de palomitas y refresco en la sala, de aventuras espaciales que busca en vano dejar un mensaje al final, terminando por liar la cosa todavía más.

No pasará a la historia aunque bienvenida es para alguna de las tardes soporíferas de verano.

Nota: 6/10

Crítica: El atlas de las nubes

Cuando vi por primera vez el primer trailer de El atlas de las nubes tuve la sensación de que prometía ser una buena propuesta cinematográfica. Muchas veces esa sensación falla y la película termina quedándose muy lejos de lo que aparentaba.

El atlas de las nubes no es uno de esos casos.

De la mano de los hermanos (ahora hermano y hermana) Andy y Lana Wachowski [Matrix], El atlas de las nubes es un auténtico sudoku hecho celuloide. La premisa es tan antigua como simple: nuestras vidas están interconectadas a lo largo del tiempo. Somos producto de acciones del pasado y nuestro presente determinará el futuro, no sólo nuestro, sino del resto de la humanidad.

Con esta idea la película nos sumerge en un sinfín de historias y de saltos temporales como hilos independientes en un telar. Conforme la película va avanzando estos hilos se van entretejiendo más y más hasta formar una casi perfecta estructura única: un trozo de tela que representa la suma de las vidas de los seres humanos.

Lo verdaderamente interesante de esta propuesta es ver a los mismos actores interpretando personajes atrás y adelante en el tiempo, como herederos de sus acciones pasadas, como creadores de futuros distintos. Mediante este artificio, los Wachowsky consiguen que el peso de la narración lo soporten simultáneamente varios actores en contextos completamente diferentes impidiendo que el espectador se mantenga contemplativo con la historia. Así que tenemos a un polifacético Tom Hanks, a Halle Berry, Jim Broadbent (éste está especialmente sublime en su interpretación),  Hugo Weaving, Jim Sturgess, y así un largo etc. interpretando papeles completamente antagónicos en momentos históricos distintos.

El argumento engancha con esas historias entrelazadas cuyo desenlace añade una crítica sutil a la cerrazón humana. A ese lobo que el hombre es para sí mismo. A la necesidad, en cualquier momento y en cualquier lugar, de la aparición de esos hombres y mujeres capaces de ver más allá de lo que la sociedad les impone, les dicta.

Un mensaje de esperanza embotellado en una excelente obra de entretenimiento con una fotografía de contrastes y una banda sonora que acopla a la perfección.

Recomendable para cualquiera de esas tardes de verano en las que una tormenta nos tuerce los planes.

Nota: 8/10

Trailer: El Séptimo Hijo

Legendary Pictures es bastante aficionada a producir películas de corte épico/fantasioso, no en vano tiene en su haber títulos como: The Dark Kinght (2008), Inception (2010), Watchmen (2009) o las dos versiones de los titanes, Furia de Titanes (2010) e Ira de Titanes (2012).

En enero de 2014 nos llegará protagonizada por Jeff Bridges (El Gran Lebowsky, Tron) esta adaptación de las novelas de Joseph Delaney de la saga The Wardstone Chronicles. En concreto esta película se basa en el primero de los libros: The Spook’s Aprrentice.

Es difícil, con tanta película épica que lleva Hollywood metiéndonos en las salas en los últimos años predecir el nivel de esta nueva propuesta cinematográfica.

A tenor de lo que se ve en el trailer tiene buena pinta; mezclando magia, épica, batallas y fantasía y está claro que la presencia de Bridges o de Juliane Moore aseguran ciertos mínimos interpretativos. Si además también tenemos a Kit Harington (Jon Nieve para los fans de JdT) entre el los actores podemos albergar ciertas esperanzas de encontrarnos con un producto medianamente decente.

Falta que no dure tres horas y media, sea una adaptación aceptable y acabes con ganas de más.

Por de pronto ya he añadido las novelas a mi lista de próximas lecturas.

 

El hombre de acero que no termina de ser Superman

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Hay algo peor que una mala película y es una película que tiene todos los ingredientes para ser buena y, pese a eso, no lo consigue ser.

Cuando al ir a preparar la receta mágica del éxito te encuentras que tienes:

A Russell Crowe interpretando magistralmente a Jor-El, el padre biológico del protagonista.

A Kevin Costner haciendo más de lo mismo en el papel de Jonathan Kent.

A un menos conocido pero no falto de talento Henry Cavill encajando como un guante en el traje de Superman.

Una historia con la magia implícita de tratar sobre el super héroe por antonomasia.

Hans Zimmer, ese genio, encargado de ambientar musicalmente la obra.

Zack Snyder, el hombre que revolucionó el cine de acción con su recreación de la batalla de las Termópilas en 300, como director y a Christopher Nolan, que nos regaló a todos esa maravilla cinematográfica en forma de trilogía sobre Batman, como productor.

Y aún con todo esto, El Hombre de Acero (Man of Steel) decepciona.

¿Por qué?

La respuesta es sencilla: porque a la película le sobran cerca de 50 minutos de metraje. Nada más. Nada menos. Snyder se pierde en demasiadas ocasiones en una orgía de explosiones descomunales e imágenes impactantes y te obliga a desconectar de lo que verdaderamente importa: el dilema moral del héroe.

Porque al igual que en el Caballero Oscuro, en Man of Steel, aunque enterrado entre escombros de edificios hechos por ordenador, aparece titubeando el proceso de maduración que sufre el joven Clark. Os recomiendo enérgicamente que os leáis de cabo a rabo el artículo que publicaba Pedro Torrijos en JotDown.es titulado «Superman y la necesidad de la fe». 

Superman, el superhéroe, es mucho más que kilos de músculo y la capacidad de volar. Es un ser extraño en un mundo que le es ajeno. Rodeado de gente con la que no comparte herencia. Que lo aborrece, que le teme, que le envidia, que le odia. Y que pese a todo, él se empeña en salvar.

Un Jesucristo, salvando las obvias distancias, en forma de ser divino llegado de los cielos.

Toda esa lucha interna, esa indecisión, esa pérdida de identidad, aparece magistralmente en varias escenas de la película de Snyder. Luego ya llegan los malos y se dedican a destruir cosas sin parar. Minutos y minutos que no aportan nada a la historia, que se recrean en la capacidad técnica de los estudios gráficos pero que no añaden matices al protagonista en su camino hacia convertirse en la luz que guíe a la humanidad. 

Por eso el sabor que me ha dejado esta película es a partes iguales de tristeza y de esperanza.

Tristeza por percibir que podría haberse convertido en una grandísima película de no ser por el guión y, al menos desde mi punto de vista, por una errónea selección del villano de esta primera entrega.

Esperanza porque pese a todo hay tiempo para rectificar. Batman Begins no fue ni de lejos un exitazo ni la mejor de las tres películas de Nolan. Confiemos en que lo que esté por llegar en lo que al kriptoniano más famoso de los cómics se refiere supere a esta primera entrega.

El Gran Gatsby

Hay determinados elementos que guardan especial relevancia en la memoria de uno aún sin entender muy bien por qué.

Uno de esos elementos para mí es «El Gran Gatsby«. Recuerdo una cinta VHS en la estantería con el rótulo escrito por mi padre. Creo que era la primera de las adaptaciones, de 1949, en blanco y negro. Recuerdo también el libro, en inglés, haciéndole compañía a «El Guardián entre el centeno» y que aparecía de repente en una de esas veces que me daba por buscar algún libro en la biblioteca. Supongo que sería el tiempo en que mi padre estudiaba Literatura Norteamericana y, desde entonces, ese título, ese nombre, Gatsby, me ha sonado a viejo conocido, aún sin conocerlo.

Con la nueva adaptación cinematográfica de la novela de Scott Fitzgerald a cargo de Baz Luhrman tuve la excusa perfecta para sumergirme en el mundo de Jay Gatsby y lo que descubrí me gustó. Pero empecemos por el principio.

La historia

El Gran Gatsby (The Great Gatsby, F. Scott Fitzgerald, 1925) es un retrato de la opulencia económica de los años 20 en la costa este de los EE.UU. La bolsa había comenzado a dar sus frutos e ingentes cantidades de soñadores llegaban a Wall Street buscando fortuna. Entre ellos un joven e inocente Nick Carraway, el narrador de la historia. Se trata de un momento de convivencia entre las clases altas de la aristocracia americana y los nuevos ricos. Es además la época de la «Ley Seca». Una etapa de desenfreno, de ríos de alcohol fabricado en algún garaje y de libertinaje.

Jay Gatsby es un hombre hecho a sí mismo que aparece de la nada en el firmamento neoyorkino. Nadie conoce su pasado, nadie entiende más allá de lo que la fachada de su imponente mansión muestra, pero da lo mismo: ofrece las mejores fiestas fin de semana tras fin de semana y eso, en los años 20, es lo que importa.

Sin embargo por azares del destino un joven corredor de bolsa, nuestro narrador, Nick Carraway, comienza a vivir en una pequeña y destartalada casita que linda con la mansión de Gatsby. A partir de ahí dará comienzo una amistad que durará el resto de sus vidas.

Una historia de amor, de traición, de anhelos y de recuerdos de un pasado que jamás volverá son las notas musicales de esta melodía con ritmo de Jazz

La novela

Portada del libro.

Lo primero que hice, obviamente, fue leerme la novela.

Se trata de una novela intensa, corta pero completa y que no te deja indiferente al terminarla. A veces resulta inconexa y desconcertante, otras veces profunda, en algunos momentos adolece de cierta pausa pero que recupera con partes de un ritmo condenadamente endiablado.

Y es que más allá del amor y la traición, hay dos sensaciones que quedan como flotando en el aire justo en instante en el que terminas la novela: por un lado lo efímero de la fama, del dinero y del poder, elementos vacíos por ellos mismos que se desvanecen en el aire al menor giro inesperado de los acontecimientos, por otro, la tendencia tan humana a aferrarnos a un pasado que no existe pero que hemos idealizado hasta tal punto en nuestro interior que somos capaces de luchar contra imposibles por él.

Primera película: El Gran Gatsby (1974) – Jack Clayton

Redford y Farrow en una escena de El Gran Gatsby

Con la novela ya terminada lo siguiente fue ver una de las adaptaciones cinematográficas. En esta película, rodada en 1974 y protagonizada por dos miuras del celuloide: Robert Redford y Mía Farrow, partía con la desventaja de que soy carne de 1080p y las películas previas a los 80 (y algunas de esta década también) me cuesta mucho digerirlas.

No obstante, como adaptación pasa con nota la prueba. Se ciñe con bastante soltura a la novela de Fitzgerald y la elección del casting es bastante acertada.

Como película sin embargo, se queda bastante corta. Es plana, en muchos momentos hasta aburrida, el hilo conductor a veces resulta atropellado, saltándose momentos que son importantes para luego extenderse hasta el tedio en otras escenas de menor relevancia para la historia.

Al joven Redford, más ahora mirándolo con la perspectiva de Dicaprio, no le encaja el papel de Gatsby. Es un galán, de eso no hay duda, pero de esa mezcla de inocencia con despiadada sed de poder no hay ni rastro. No transmite esa lucha interior que sufre Gatsby a lo largo de su triste historia ni su mirada nos cuenta la melancolía de los días que ya no volverán.

Mía Farrow, en cambio, hace un papel decente. Tampoco es que el papel de la vacía Daisy Buchanan requiera un esfuerzo artístico considerable pero representa muy bien esa idiotez regada con el oro de la riqueza.

El resto del elenco también está bien. Especial mención para mí tiene George Wilson (Scott Wilson), el abuelo de The Walking Dead, que encaja casi a la perfección en la imagen de pobre infeliz y desgraciado que interpreta.

Segunda película: El Gran Gatsby (2013) – Baz Luhrmann

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Escena de El Gran Gatsby 2013

Por último le ha tocado el turno a la reciente estrenada versión de Luhrman. Cuando ves en el trailer que este señor ha dirigido «Romeo y Julieta» y «Moulin Rouge» te haces una idea de que lo que vas a ver se desvía de lo convencional.

Y así puede parecer por el juego de fuegos de artificio que usa en la primera parte de la película. Pero se trata de un espejismo. Este sí que es El Gran Gatsby. 

Para empezar Leonardo Dicaprio está, como últimamente en todo lo que le da por hacer, inmenso. Borda el papel. Él se cree a Jay Gatsby. A diferencia de Robert Redford, Dicaprio te enseña esa debilidad oculta en casi cada plano, con cada mirada. Sientes la necesidad de creer en su fachada de hombre por encima del bien y del mal pero no te lo terminas de creer del todo. Caes en el encantamiento que se construye sin entender por qué y para qué lo hace.

Tobey Maguire hace de Nick Carraway, el narrador y espectador de toda la acción, y no destaca especialmente, ni para bien ni para mal. Quizá alguien debería decirle que hay determinadas muecas que son innecesarias, pero no estorban en exceso, aunque para mi a ese actor el papel de Peter Parker le ha marcado demasiado.

Joe Edgerton interpreta al marido de Daisy, Tom Buchanan y es otro acierto enorme en la elección y posterior caracterización: es el vivo retrato del Buchanan de Fitzgerald.

Carey Mulligan fue la escogida para hacer de Daisy y, al igual que Mia Farrow, cumple. Y sé que cumple porque al acabar la película tengo la misma sensación, que no desvelaré, hacia ella que cuando terminé la novela.

Mucho se ha criticado a la película por la especial escenografía que le ha impreso Luhrmann, pero obviando lo innecesario de usar música rap en una historia ambientada en los años 20 y algunas escenas más propias del próximo videoclip de Rihanna que de una fiesta alocada a ritmo de Jazz, la realidad es que a mí me ha transmitido perfectamente esa idea del derroche desenfrenado que se vivió en esa época y que se terminó de golpe con la caída del 29. El montaje además, hace que la película no pierda ritmo donde su antecesora lo hace estrepitosamente.

Lo reconozco, me ha gustado bastante. 

Lo mejor: Leonardo Dicaprio.

Lo peor: Alguna de las canciones de su banda sonora.

Nota: 8/10

Y una cosa más: Lana del Rey en la banda sonora. Pura magia.

Crítica: El lado bueno de las cosas.

Está claro que comedias románticas tenemos a patadas en la historia del cine. «El lado bueno de las cosas» [ Silver Linings ] no aspira a ser más que eso, una entretenida comedia romántica. Pero lo realiza de una forma poco ortodoxa. En una sociedad donde lo normal lo marcan patrones de belleza impuestos desde los departamentos de márketing y donde las líneas rectas sin defectos son las únicas admitidas esta película trata de mostrarnos una realidad bastante diferente: todos tenemos un poco de locura, un poco de imperfección, y eso es lo que nos hace realmente interesantes.

El planteamiento resulta bastante sencillo: loco conoce a loca y pasan cosas. Pero encierra mucho más. Esconde de forma bastante sutil, tras una estupenda actuación de Bradley Cooper, un mensaje sincero: en la superficie no vas a encontrar la felicidad, nunca. La verdadera belleza del ser humano está  en el fondo. O también que estamos todos un poco locos.

Sumémosle la siempre interesante aportación de un obsesivo-compulsivo Robert De Niro y la notable, aunque por lo que he visto duramente criticada, presencia de Jennifer Lawrence (Los Juegos del Hambre), con esa mirada la pueden seguir criticando eternamente que yo la seguiré yendo a ver, y tenemos como resultado una entretenida comida de locos y de amor, o de locuras de amor, pero que nos aporta dosis de realidad que hacía tiempo que no veía en las edulcoradas versiones infumables del chico conoce a chica y se enamoran que nos llegan del otro lado del Atlántico. Esta por lo menos es más creíble. Más digerible.

Luego ya podemos discutir si el final mantiene la brillantez que asoma en muchos momentos de la película pero sería obviar buena parte del producto.

En muchas ocasiones he mantenido que una parte importante de una película, de un libro, de una pieza de arte en general es el sabor. Esa sensación con la que nos quedamos una vez la terminamos. Con «El lado bueno de las cosas» el sabor es, esencialmente,  ese. En este mundo que a veces nos resulta tan complicado el que aprende a saborear el lado bueno de las cosas es el que termina siendo verdaderamente feliz.

Nota: 7/10

Primer trailer de El Juego de Ender.

Conforme se acerca la fecha señalada, 1 de noviembre de este año (en USA), empezamos a conocer más sobre lo que puede ser uno de los estrenos de este 2013. Lo que tenemos ahora es el primer tráiler de la película.

El Juego de Ender, como os comentaba hace unos años, es la primera novela que Orson Scott Card le dedica al joven Ender Wiggin y a su lucha contra la invasión de los insectores. La adaptación cinematográfica pinta espectacularmente bien con actores de la talla de Harrison Ford o Ben Kingsley y en este primer aperitivo podemos empezar a disfrutar de sus impresionantes escenas de acción.

Larga se va a hacer la espera.

 

Crítica: Tesis sobre un homicidio

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Cuando vas a ver una película muchos y diferentes pueden ser los motivos que te lleven a hacerlo. En Tesis sobre un homicidio hay sólo uno: Ricardo Darín.

Debe darte igual que la producción venga de la mano de los que crearon ese milagro del cine que es «El Secreto de sus ojos«. Es más, debes obviarlo, porque comparar este experimento de cine de intriga con la obra maestra de Juan José Campanella desmerecería en exceso a la primera.

Tesis sobre un homicidio está lejos de ser una película que se recordará en el tiempo pero eso no es suficiente para que no pueda ser una alternativa válida viendo cómo está últimamente la cartelera. Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) es un ex-abogado que ahora ejerce como profesor en la Facultad de Derecho, en medio de una de sus clases se produce en el aparcamiento de ésta un brutal asesinato. No hay sospechosos, no hay pistas, pero Roberto empieza a sospechar de uno de sus alumnos, el enigmático Gonzalo Ruiz (Alberto Ammann), hijo de una antigua íntima amiga de Roberto.

A partir de ese momento un juego de luces y sombras, de realidades y suposiciones sumergen al espectador en una constante duda de lo que es real y lo que no lo es. Pero lo que en realidad hace que la película sea atractiva es que el peso argumental de toda ella recaiga en los hombros de Ricardo Darín. Cada escena, cada imagen, gira entorno a él y responde como lo hace siempre: de forma magistral.

Lo demás a veces resulta hasta superfluo. Darín te seduce con esa mirada como cansada del mundo en el que vive, te lleva a su terreno y te golpea, te hace quererle, te hace dudar de lo que dice, te hace odiarle, te hace desconfiar de todos incluyéndole a él, te susurra con ese acento porteño que todo lo que ves es irreal y todo lo que no ves es cierto.

Luego la película termina y te despiertas de esa ensoñación pensando que, tal vez, el argumento sea demasiado simple, el final demasiado abierto, la construcción demasiado manida, pero por suerte ya es demasiado tarde.

Nota: 6/10

Crítica: Lincoln

blog_lincolnHablar de una película de Steven Spielberg con Daniel Day-Lewis como protagonista son palabras mayores. Uno sabe que lo que va a ir a ver al cine es algo de calidad.

Si además se junta que la música corre a cargo de John Williams y que, encima, entre los actores de reparto se encuentra Tommy Lee Jones uno se empieza a ilusionar.

Lincoln (2013) es el resultado.

Una película que pese a sus más de dos horas y media de duración se hace corta. Con la actuación sublime de su protagonista y una puesta en escena magnífica.

Pero hoy no vengo tanto a hablaros de las bondades de la película en sí, que son bastantes sino del poso de reflexión que deja una vez la has visto.

En Lincoln se nos narra el proceso de desarrollo y aprobación de la decimotercera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América en medio de la cruenta Guerra de Secesión a finales del siglo XIX.

Esta guerra vino precisamente producida por la divergencia de opiniones entre los estados del norte y del sur acerca de la cuestión de la esclavitud.

Resulta verdaderamente interesante ver plasmadas opiniones que ahora mismo nos parecerían propias de bárbaros en personajes políticos históricos de no hace más de 250 años.

«Homo homini lupus» [http://es.wikipedia.org/wiki/Homo_homini_lupus] decía Hobbes y durante los miles de años que el ser humano ha poblado la tierra, para nuestra desgracia, así ha sido.

Somos un lobo para nosotros mismos. En nuestro interior radica el mayor de los bienes pero junto a él se esconde el más peligroso de los males. Es complejo entender el proceso que lleva a un ser humano a dar rienda suelta a esos instintos tan animales en contra de elementos de su misma especie.

Entiendo que habrá muchos estudios psicológicos que profundicen en la materia y sean capaces con mayor o menor tino de explicar esta cuestión. Aún así, sigue siendo un problema sin solución sencilla.

Lincoln nos muestra una sociedad racista, machista y corrupta.

¿Qué nos diferencia de ellos 250 años después?

Pues no penséis que mucho.

Sí, es cierto, hay un presidente negro en la Casa Blanca, la mujer tiene una integración social mucho mayor, y la corrupción, bueno, la corrupción es otro tema.

Pero aún así estamos todavía tremendamente lejos de alcanzar el grado de progreso que nuestra inteligencia superior, o al menos aparentemente superior, se merece.

Todavía tendemos a despreciar lo ajeno, a temer lo que desconocemos, a volcar nuestras iras en aquellos que son «diferentes» a nosotros: las mujeres no deberían trabajar, los extranjeros no deberían venir, la culpa de todos los males la tiene el que no es como yo.

Todo es una cuestión de responsabilidad. Responsabilidad humana. Saber que nosotros y sólo nosotros somos los responsables de nuestro destino. Que cuando echamos la culpa a las circunstancias, al de al lado por ser diferente, a la de enfrente por no ser como yo, sólo estamos demostrando la cobardía propia del débil.

El problema, y ese es el poso reflexivo del que os hablaba, es que para alcanzar el progreso que nos lleve a una situación ideal necesitamos el consenso, necesitamos llegar a él a partir de nosotros mismos, todos y cada uno sin distinción.

Es la esencia de la democracia. Del valor de la mayoría. Del poder de la igualdad.
Me pregunto si llegará el día en que esa mayoría deje de ser débil y cobarde y se convierta en la poderosa herramienta de la humanidad para alcanzar su cénit como civilización.

Crítica – El Hobbit: Un viaje inesperado.

blog_elhobbitTras unos cuantos días para poder degustar con calma el sabor que deja la película, hoy me pongo frente a la pantalla para contaros mis impresiones acerca de la nueva producción a cargo de Peter Jackson.

Volvemos a Eriador.

Peter Jackson se ha gando ya el cielo dirigiendo la obra maestra de El Señor de los Anillos, que es, sin ningún género de dudas, la obra de referencia de la adaptación cinematográfica de una obra literaria de ficción medieval.

Pero no contento con ello vuelve a dejarnos con la boca abierta con esta primera adaptación de «El Hobbit», primer libro de J.R.R. Tolkien que transcurre unos 60 años antes de la «Comunidad del Anillo».

Y no es una tarea sencilla.

Hablamos de un libro de escasas 300 páginas que es más un cuento infantil de aventuras que la novela épica de corte medieval que es El Señor de los Anillos. Pero de nuevo el mago Jackson es capaz de sacarse de la chistera la épica y montar una auténtica película de aventuras sin desmerecer en ningún caso la esencia original del relato.

Sobreadaptación.

Mucha gente se ha venido quejando a lo largo de los años de que el paso del libro a la película se hace a costa de perder en el proceso mucha información. Si la mayoría de adaptaciones se quedan cortas a esta le ocurre todo lo contrario. Al disponer finalmente de la capacidad de rodar una trilogía, el señor Jackson ha tenido la tremenda oportunidad de explayarse a gusto con el Legendarium de Tolkien y explicar con calma cada una de las historias que llevan al pobre Bilbo Bolsón a la aventura de su vida.

Impecable factura.

Es, a todas luces, una estupenda película, con una ambientación digna de sus predecesoras y con el añadido de estar viviendo los hechos que conducirán a Frodo y Sam dentro de unos cuantos años a luchar contra el temible mal de Mordor.

La banda sonora a cargo de Howard Shore es, si cabe, todavía mejor y es obligatorio mencionar la canción «The misty mountains cold» (que hubiera sido preferible no doblar) como una auténtica joya musical.

Pero…

Siempre hay peros y esta primera entrega de la trilogía los tiene.

Protagonismo. El libro nos cuenta la historia de Bilbo Bolsón desde la perspectiva de Bilbo Bolsón, un hobbit de La Comarca al que no le gustan los sobresaltos. Todo el relato tiene como hilo conductor a este joven personaje. Sin embargo en la película se observa muchas veces una desviación hacia el mago Gandalf o hacia el imponente Thorin «escudo de Roble» como conductores de la historia.

Innovación. Ya he dicho que es una auténtica joya a la altura de sus predecesoras, pero a la altura, no las supera. Después de unos cuantos años desde que se estrenara El Retorno del Rey uno esperaba un salto cualitativo que en esta película no se aprecia.

Extensión. Los tolkiendilis estamos realmente extasiados con el nivel de detalle al que llega la película y por el que prevemos que las otras dos nos ofrecerán. No obstante, para alguien que simplemente quiera disfrutar de buen cine, la película por su extensión tiende a perder el ritmo en algunas partes.

Más allá de las frías montañas

En realidad la conclusión es sencilla: es una auténtica delicia para el amante del buen cine y ya no digo nada si eres fan del mundo creado por Tolkien. Obligatoria.

Nota: 9/10