Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Categoría: Opinión (página 7 de 11)

La caída de los héroes

Lo que sucedió ayer en el estadio de Maracaná en Brasil fue la crónica exacta de una muerte que lleva mucho tiempo anunciándose.

Anoche, ante los ojos de millones de seguidores, de aficionados e incluso de aquellos que se subieron al carro del fútbol español sólo por sus éxitos, el combinado nacional hizo el ridículo.

Hay que ser sincero y decir las cosas tal y como son: ridículo. Pero más allá de analizar lo que va a pasar a partir de ahora es conveniente pararse a pensar en cómo hemos llegado hasta aquí.

El repetido fin de ciclo

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Lo que surgió hace unos años como una especie de broma ante cualquier minicrisis del F.C. Barcelona se ha convertido con el paso de los meses en una triste realidad para el fútbol nacional.

En la Eurocopa de 2008 Luis Aragonés lo cambió todo. Decidió apostar por un núcleo de jugadores con un potencial inimaginable que venían gestando los mimbres de lo que sería el mejor Barça de la historia. Y lo hizo con la firmeza suficiente como para no temblar al dejar fuera de las convocatorias a algunas de las «vacas sagradas» de por aquel entonces.

Esta firmeza, esta visión es la que le hemos echado en falta a Vicente del Bosque.

Una convocatoria, decían algunos, para rendir homenaje a los grandes campeones del Mundo y dos veces de Europa. Pero es que a un Mundial de Fútbol no se va a rendir homenajes: se va a hacer un buen papel y, en el caso de los actuales campeones, a intentar revalidar el título.

Pero volviendo a 2008, si repasamos la alineación: Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila; Senna, Iniesta, Xavi, Cesc, Silva; Torres vemos que no difiere demasiado a la que trajo Del Bosque escrita desde España. Y ese es el mayor de los problemas: Que no se ha producido la conveniente renovación y han pasado desde entonces 6 largos años.

El ciclo empezó y terminó con él

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Don Xavi Hernández.

Principio y fin.

Lo llevo diciendo durante muchísimo tiempo. Cuando muchos entendidos del fútbol no se explicaban cómo Leo Messi, uno de los mejores jugadores de la historia, no era capaz de rendir al mismo nivel en el Barça y en la selección argentina, yo lo repetía: Xavi, Xavi y mil veces Xavi.

La injusticia futbolística para con él al no haberle brindado uno de los muchos Balones de Oro que se merecía quedará como una mancha imborrable en el ya sospechoso currículum de la FIFA.

Cuando a Xavi se le agotó el fútbol (o dio muestras claras de ello) las alarmas debieron saltar: tanto en el Nou Camp como en la Selección. Nadie hizo nada. El Barça se ha desprendido de quienes se suponían sus herederos (Thiago el año pasado y Cesc éste) y en la selección nunca se ha colocado a nadie de sus características tras él: el experimiento con pepsi-cola de Iniesta-Alonso-Busquets ayer no sirvió de nada.

La complacencia con la que nos hemos ido paseando a lo largo y ancho del mundo asumiendo que sentábamos cátedra con un nuevo modelo de fútbol nos cegó de una realidad que durante este mundial se ha hecho dramáticamente palpable: sin Xavi España ya no es España. O en realidad sí. En realidad vuelve a ser ese conjunto de grandísimos jugadores que juegan en grandes equipos pero que cuando juegan juntos no saben a qué están jugando. Xavi fue el pegamento, fue el catalizador que unió el talento y lo convirtió en la máxima expresión del arte del fútbol.

Pero como todo en esta vida, el tiempo no se puede detener y cada año que pasaba algunos observábamos cómo los pases de Xavi cada vez eran más cortos, más lentos y con más metros de distancia con respecto al área rival.

Una renovación necesaria

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Sería injusto, eso sí, hacer reposar sobre los hombros de Xavi toda la responsabilidad de este ridículo y, así mismo, otorgarle a él todo el mérito de los éxitos logrados en los últimos 6 años.

Al lado de él también estuvieron cuatro jugadores de los que tardaremos mucho tiempo en volver a ver sobre un terreno de juego: Iker Casillas, Carles Puyol, Andrés Iniesta y David Villa.

A ellos se les unirían posteriormente los Ramos, Piqué, Alonso y Busquets para convertir a la Selección Española en la diosa del balón controlado.

Las circunstancias así lo quisieron, una generación dorada nos ha dado a los seguidores al fútbol la oportunidad de poder decir dentro de 20 años que nosotros cantamos en directo el gol de Iniesta, que nosotros vimos como el mundo se asombraba ante un juego jamás visto.

Pero las etapas tarde o temprano terminan y ahora es el momento ideal, después de un fracaso de estas proporciones, para que se realicen cambios de calado. Es el tiempo de los valientes, de un nuevo Luis Aragonés al que no le tiemble la mano y despida con un apretón de manos a aquellos que ya no podrán darnos más noches de éxito.

El tiempo de Iker, de David, de Xavi, de Carles y tal vez de algunos más ha pasado.

Pero ante todo: Gracias

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Gracias David por convertirte en el verdadero 7 de España, por tu olfato, por tus ganas, por llevarnos en volandas con tus goles a la cima del éxito y por sacar de lo más hondo ese hambre por seguir ganando, seguir marcando.

Gracias Carles por tu entrega, por demostrarle al mundo que la ecuación que une esfuerzo y éxito es correcta en todas las facetas de la vida. Cada gota de sudor que derramaste nos hizo creer en imposibles. Jamás borraremos de nuestra memoria el momento en el que te alzaste al cielo de Puerto Elizabeth en Sudáfrica y asistimos maravillados a la máxima expresión de tu fútbol: corazón, garra y fe ciega. Estás hecho de la pasta de aquellos que graban su nombre en la eternidad.

Gracias Iker por tus milagros. Por dejarnos con la boca abierta cada partido. Por las alas que te han salido mil y una veces para hacer que la balanza siempre se decantase a nuestro favor. Por tu cercanía. Por la sensación de que si te encontrábamos algún día en un bar de pueblo nos tomaríamos unas cañas contigo hablando de lo bien que jugabais a fútbol. Tuyo es el momento en el que paraste nuestros corazones ante Robben en el mano a mano de todos los tiempos, en esa parada imposible. Gracias, capitán, por alzar al cielo de Johanesburgo la dorada copa que colocaba a España, al fin, en el lugar que le correspondía en el Olimpo futbolístico.

Y gracias Xavi. Gracias por sacar de tus botas la revolución que llevó a los equipos donde jugaste a la cima histórica de su juego. Tu has sido el constructor, el cerebro, el creador de un paradigma de este deporte que nos has dejado como legado eterno. Y yo personalmente he podido disfrutarte en la selección y sufrirte en el Barça. Ying y yang. Ese claroscuro que caracterizaba tu juego: jugando en la sombra para dar luz al resto. Tu herencia al fútbol mundial es de un valor inconmensurable y, pese a que los focos hayan estado más pendientes de argentinos o de portugueses en una batalla más comercial que futbolística, nosotros, los que disfrutamos del verdadero fútbol más allá de los colores, te lo agradecemos. Quizá no sea un balón oro, pero creo que hablo en voz de muchos cuando te digo que tal vez sea mejor premio el reconocimiento, el respeto y la admiración que has logrado de todos: hasta de un madridista de cuna como yo.

Lo intentamos. Fracasamos.En Francia 2016 volveremos a intentarlo. Ese es nuestro espíritu.

Primeras impresiones: En el aire.

Ayer los amantes de la buena televisión, para la que todavía queda esperanza, tuvimos el inmenso placer de volver a ver en la pequeña pantalla a ese todoterreno de los programas de humor inteligente que es don (el don se lo ha ganado a pulso) Andreu Buenafuente.

Bajo el nombre de «En el aire», Andreu volvió a la televisión con un programa de los que le gustan a él y lo hizo manteniendo la estructura a la que nos tenía acostumbrados.

Un monólogo inicial que da paso a una mesa donde se tratan temas de actualidad, invitados famosos, sketchs, música en directo, etc.

En el aire tiene todo eso pero ha venido con la cara renovada. Belén Cuesta, Jorge Ponce y Bob Pop son las caras menos conocidas mientras que el núcleo central del programa lo siguen llevado esa pareja inconmensurable que son Andreu y Berto.

Al programa de ayer se le notó que era el primero. Ligeramente falto de ritmo al principio, tuvo un lastre importante con las nuevas incorporaciones. Jorge Ponce, que aparece desde nada más comenzado el programa, todavía tiene demasiado camino que recorrer para ponerse a la altura de Berto como partenaire de Andreu.

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Al que no tuve forma humana de soportar fue al tal Bob Pop. Que resulta que es un «famoso» blogger. Hasta ahí que la parte de conexión con las redes sociales la lleve él se comprende. Ahora bien, las RR.SS. son una fuente inagotable de humor inmediato, la prueba viviente la tenemos en programas como APM! o TT, y sin embargo, Bob Pop no sólo le restó humor con cada una de sus intervenciones al programa sino que además se le notó excesivamente nervioso y demasiado encajonado en su guión.

Con todos estos ingredientes, no es de extrañar que para cuando entró Marc Giró con su desmedida verborrea, pasadas ya más de la 1 de la madrugada, la decisión terminase por ser apagar el televisor.

Anoche se vieron destellos de lo que puede ser En el aire: el genial sketch de «Andro Rey» fue sin duda lo mejor que vi y la idea de contar la vida de alguien sólo con emoticonos me pareció genial. Sólo falta asentar un poco a los personajes, que cojan confianza y tal vez adelantar un poco el horario de emisión. 

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Yo, que a Andreu desde «La Cosa Nostra» le tengo un especial cariño, le deseo la mejor de las suertes en esta nueva andadura y espero de corazón que En el Aire se convierta pronto en un programa referencia de cómo se puede hacer televisión sin tener que recurrir ni al drama humano ni a la mal llamada prensa del corazón.

La burbuja del emprendimiento (I)

Corría el verano del año 2010 cuando nos sumergíamos de lleno en una crisis donde los brotes verdes habían dado paso a los agujeros negros.

La gente empezaba a darse cuenta que la cosa iba para largo, Zapatero seguía siendo presidente del gobierno y España luchaba por labrarse un lugar en la historia del Olimpo futbolístico.

Y en esas que nos dio por emprender.

Emprender, que para empezar, ni conocíamos esa palabra. «Montar una empresa», «tener un proyecto», «dar forma a una idea», nos podían llegar a sonar, pero la traducción más o menos acertada del americano «entrepeneur» nos arrojaba como resultado: emprendedor.

¿Qué significaba eso?

Si buscamos la definición de Emprender en el DRAE, nos dice esto:

Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.

(El destacado es mío).

Al final todo se reducía a lo siguiente: teníamos una idea, estábamos en crisis y nos decían que la crisis era el mejor momento para «emprender» y en eso que nos pusimos.

Empezamos a entender qué era eso del «Community Management», el «branding», el «márketing directo», a hablar de planes de negocio, de punto crítico, de producto mínimo viable, de estudios de mercado y de un sinfín de términos que bien podrían dar lugar a un dialecto del propio castellano: el emprenderil.

Palmadas en la espalda, vuestra idea es cojonuda, os forraréis seguro. Todo eso era una constante en todas y cada una de las charlas/conferencias a las que cualquiera acudiese. Supongo que de haber existido, el detector de autofelaciones habría explotado en alguna de ellas.

Una orquesta perfectamente sincronizada cuyo objetivo era, sencillamente, dar de comer a ese insaciable ego del que se considera futuro conquistador del mundo, el Jobs de Villagarcía de Abajo.

Estamos en 2014, han pasado ya unos cuantos años desde aquel verano del 2010, que bien podría ser una canción de amor, y de aquellos barros, estos lodos.

El mensaje se ha mantenido, las condiciones han empeorado, los que en su momento eran conferenciantes ahora son gurús y han dejado paso a nuevos «iluminados» todavía más incompetentes y profanos en la materia. La gente ha comulgado con la idea que muchos han querido transmitir intencionadamente: emprender es gratis y te haces rico. Mira al tipo de Facebook. Y esa incansable máquina de venta de éter como bien inmaterial no ha dejado de funcionar ni por un segundo.

Luego, eso sí, se han dedicado a cortar y pegar miles de frases motivacionales extraídas de algún libro de autoayuda, a plagar sus cuentas de Facebook, Twitter o sus blogs de verborrea superficial para dejar claro que el esfuerzo y la confianza en uno mismo son fundamentales.

Por desgracia, en un país como el nuestro de extremos, hemos pasado de la casta empresarial de finales de siglo XX anclada en conceptos propios del XIX  a crear una corriente empresarial donde impera la venta de humo, a menudo proporcionada por personas de dudosa credibilidad y experiencia en la materia, y que nos ha llevado a crear una nueva burbuja, que tarde o temprano explotará: la burbuja del emprendimiento. 

Siguen sin entender nada

Ayer tuve una pequeña discusión en Twitter a raíz del siguiente tweet:

— Jaume Borràs (@ignorantignorat) July 24, 2013

Vaya por delante mi más sentido pésame a todas las familias que han perdido a alguien en ese trágico accidente de tren y el máximo apoyo para todos los que están pasando por momentos tan difíciles hoy. Yo también me siento gallego hoy.

Pero volviendo al tweet inicial, intenté, en el corto espacio que nos permite Twitter, hacerle ver a este caballero lo inapropiado de introducir la política en situaciones como esta. No quiso entenderme. En lugar de eso, trató de reafirmar el contenido abogando por el hecho de que se consideraba, sobretodo, ser humano, por encima de situaciones políticas.

Sigue sin entender el sin sentido del mensaje y lo en evidencia que deja a las personas que piensan como él actitudes como esa. Si yo hubiera publicado algo como «Conquense, ingeniero y ara mismo gallego» muchos se habrían preguntado el por qué de esa incongruencia. No necesito reafirmar lo que soy constantemente porque ya lo sé. Quiza el Sr. Borrás no y por eso necesite constantemente repetir lo independentista que es, lo catalán de pura cepa que se siente. Es lo que tienen los extremos, que ciegan nuestro entendimiento hasta llegar a obligarnos a poner por delante la ideología a todo lo demás.

Nadie, Sr. Borrás, pone en duda su catalanidad, nadie salvo usted mismo, parece. Y en ese afán de demostrar al mundo que, ante todo, usted se siente catalán, es cuando deja en evidencia su extremismo irracional. La necesidad imperiosa de pintarlo todo con el color de la cuatribarrada, como si eso fuera necesario para ver cumplidos sus anhelos separatistas. Yo me siento gallego porque son mis hermanos. Pero también me siento valenciano aún sin haber nacido aquí, y conquense de cuna, y catalán, y español, y europeo y ciudadano del mundo.

A mi me gusta sumar, sentirme que formo parte de un barco y remar, pese a las circunstancias adversas, en una misma dirección para beneficio de todos. Así que si usted me pide que me fije en el contenido yo lo hago, y lo que veo es a alguien queriendo decirle al mundo en cualquier momento y ante cualquier situación que no le gusta sumar y que prefiere restar. Que se siente hermanado a alguien de Languedoc pero no quiere saber nada de alguien de Teruel. Que los aborrece. Usted se siente diferente, como de otro mundo sin ser mundo, de otro país sin ser país, y en ese mensaje, con tan sólo 6 palabras es capaz de evidenciar ese sentimiento. ¿Lo ve ahora? ¿O sigue sin entender nada?

Crónica de un desastre anunciado

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Tenía que pasar.

Analizas un poco con calma lo que ha sido esta temporada y la suma de las últimas tres y en realidad el resultado era bastante previsible.

Llegada.

Cuando aterrizó en Madrid hace tres años, José Mourinho venía con un objetivo muy claro: derrocar a uno de los mejores Barças de todos los tiempos. Tres años después lo que parece el declive futbolístico del Barcelona no se ha producido gracias a la aparición de un Real Madrid todopoderoso sino al paso inexorable del tiempo para su cerebro y corazón: don Xavi Hernández.

Todos recordamos como la euforia de la llegada del «Special One» dejó paso a una vergonzosa manita en el Nou Camp. A Piqué levantando la mano y lo que vino después.

Y se lo perdonamos.

Creímos que sería capaz. Tenía los mimbres: 300 millones y pico de euros después. Era un «winner». Lo iba a conseguir.

Gestionó un cúmulo de derbis rebajándolos a partidillos callejeros donde se veía más a Pepe y a Alves que a Cristiano o a Messi. Donde incluso el ambiente de la selección española peligró hasta el punto que Iker, y aquí quizá empezó a labrarse su porvenir con el luso, tuvo que llamar a Xavi y arreglar las cosas con él como se arreglan las cosas entre amigos.

La Copa.

Después de unos cuantos descalabros más llegó la final de Copa. Y ahí se vio lo que buscaba Mou. Un Madrid físico, rápido, preciso como un estilete, que fue capaz de ganarle a un Barcelona todavía en la cima gracias a un gol del portento que es Cristiano capaz de correr y saltar a los cielos de Mestalla después de más de 100 minutos de partido.

Todos creímos que había llegado el momento. ¡ Ahora sí ! La Décima era el objetivo. Y ese objetivo nos cegó. No vimos cómo José vilipendiaba los valores más profundos de un club que debe estar siempre por encima de sus trabajadores. No vimos cómo usaba al Real Madrid como plataforma publicitaria, como palestra donde ladrar sus miserias y sus pataletas, sus envidias y sus rencores. Pensamos que lo hacía por proteger a sus jugadores. Por centrar el foco en él en lugar de en ellos. Nos equivocamos.

La Liga.

Y llegó la Liga de los 100 puntos. Nos quedamos a las puertas de la final de Champions, sí, pero ganamos la Liga con la mayor cantidad de puntos de la historia. Y eso nos bastó. Nos volvimos a decir: el año que viene cae la Décima. El primer año la Copa, el segundo la Liga, era sensato suponer que éste sería el año de «la orejona». Y nos volvimos a poner la venda en los ojos.

Ese Madrid imbatible empezaba ya a mostrar serias carencias: carencias en defensa y en creación de juego y sólo un Cristiano al que injustamente su carácter y su mala publicidad le han privado de más títulos personales mantenía a flote el barco. Así que no quisimos ver que el Madrid jugaba como un equipo pequeño, como jamás debería jugar el Madrid, al contraataque. Sonreías al escuchar «es el mejor contraataque del mundo» como si se tratase de un halago en lugar de una seria advertencia.

La nada.

Hasta que entramos en 2013, el año en el que todas las circunstancias han confluido hasta llegar a este punto ya insostenible. El Madrid vagabundeó en liga siendo una sombra barata de lo que había sido. El contraataque sólo sostenido por Cristiano no era suficiente. Di Maria  tras su renovación sólo dio algunos destellos del jugador que apuntaba maneras. Özil era incapaz de aguantar un partido de 90 minutos. Modric estaba adaptándose. Alonso cada vez podía menos y el Madrid lo necesitaba más. La defensa hacía aguas. Y, lo que clamaba al cielo, el Real Madrid, el de los más de 400 millones de euros de inversión en jugadores, no tenía delantero centro.

Aquí aparece Mourinho y su circo. Algo debió pasar en el vestuario y decidió tratarlo a su manera: públicamente. Se cargó a Casillas y en su lugar puso a Adán con una explicación que sólo se creía él y que aplaudían sus acólitos justificando lo injustificable. Luego la fortuna, que a veces es caprichosa, se alió con él y la lesión de Iker precipitó el fichaje de Diego López. Destronado el santo y seña de el Madrid de los últimos 10 años, empezó a cargar contra otros jugadores conforme le parecía.

Hizo de la desgana su bandera y de Karanka su palmero. Quién te ha visto y quién te ve Aitor. Difícilmente te sentarás otra vez en el banquillo del equipo que tanto defendiste como jugador una vez larguen a tu amo.

Dada la Liga por perdida y con la Copa en el limbo, el Madrid se centró en la Champions. Tras una primera fase irregular fue pasando de ronda gracias a los pocos problemas, salvo ese Manchester al que nos tuvimos que cargar con uno menos, que los equipos le presentaban.

Dortmund fue nuestro Oktoberfest. Llegamos henchidos de ese orgullo que nos sale a veces cuando escuchamos «La Décima», pensando en una posible final contra el Barça y salimos emborrachados de buen fútbol, pero no del nuestro. Salimos con cuatro goles en la espalda, la cara pintada, y otra vez apelando al «espíritu de Juanito», que en 28 años que tengo rara vez ha dado resultado. Tampoco lo dio esta vez.

El fin del ciclo de Mou.

Con la Rúa del Barça campeón de liga todavía reciente en los noticiarios anoche era el momento de salvar una temporada insalvable. La Copa de SM el Rey era un arma de doble filo. Si el Real la ganaba se la infravaloraría por considerarla un trofeo menor. Si la perdía se magnificaría por ser en el Bernabéu y frente al Atlético.

Y volvió a montar el Circo. Con una defensa en la que sólo un Ramos lesionado podría salvarse. Poniendo a Alonso de mediocentro defensivo y con el Benezma más desmotivado que se recuerda en años, el Madrid le plantó cara al «mejor Atlético» de los últimos tiempos que venía de perder en el Bernabéu en uno de los partidos más horrorosos de este año.

Ese es el momento justo en el que toda una temporada, los mensajes, los comentarios, los gestos, el ambiente, pasan factura. Y de aquellos barros, estos lodos. Como muestra el descanso de la prórroga, con un Atlético ganando unido en una piña y un Madrid, sin Mou expulsado ya, cada uno a su aire.

Se consumó el desastre. El Madrid perdía la Copa frente al Atlético en el Santiago Bernabéu. Ya tienen los colchoneros para otros 20 años de desdichas. Lo doloroso fueron las formas. Ver al Madrid desquiciado, volviendo a apelar a la épica. Con Cristiano incontrolable en la caseta antes de tiempo y  el entrenador anfitrión sin subir a felicitar al vencedor. Ese no es el Real Madrid Club de Fútbol.

El de ahora es un equipo roto. Incapaz de saber a qué juega. Marcado por un técnico que suple su falta de liderazgo con un exceso de camorrismo. Que intenta compensar su evidente incapacidad de jugar un fútbol vistoso con kilos y kilos de músculo. Anoche las vergüenzas del «Special One» quedaron expuestas ante más de 80.000 seguidores en vivo y unos cuantos millones más por televisión.

Ahora Mou dice que la temporada es un fracaso mientras cierra la maleta con destino a las islas británicas, allí donde tanto le desean que no están dispuestos a pagar ni un duro por él. No, querido José, el fracaso eres tú.

Dejemos la ceguera

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Mourinho es un impresentable.

Muchos conocéis mi afición por el fútbol y, en especial, por el Real Madrid. Sin embargo, mi raciocinio está todavía por encima de mi cariño por el color merengue.

Luego puedo tratar de explicar que lo hace por concentrar el foco mediático en él y no en sus jugadores, por restar presión, que es un gran entrenador a pesar de eso, los títulos le avalan y un sinfín de argumentos que todos nos sabemos ya. Pero pese a todo esto, Mourinho sigue siendo un impresentable.

Si tu filiación hacia un equipo de fútbol te impide ver algo obvio tienes un serio problema. Porque por encima de todo está la cordura y la razón.

Mucho más peligroso se convierte todo esto cuando cambiamos el entorno y nos rodeamos de idearios políticos.

Leo con profundo estupor día tras día a personas defendiendo ciegamente a los integrantes del Madrid – Barça en el que se ha convertido lamentablemente nuestro sistema político. Les dan igual los sobres de Bárcenas, la Gürtel en Valencia, los EREs de Andalucia, porque siempre tienen a mano los suficientes argumentos: tú lo hiciste peor, la culpa es tuya, con qué cara vienes a reprocharme algo cuando tú…

Si analizamos detenidamente cada uno de esos «argumentos» ninguno sostiene una defensa sobre aquello sobre lo que se exigen cuentas. El hecho no cambia.

Pero lo que es todavía más preocupante es ver a los jóvenes que deberían estar planteando el cambio, sumarse al discurso oficial que sólo busca mantener ese bipartidismo endémico que nos está llevando hacia el desastre.

Nosotros, los jóvenes, somos la llave del cambio, el paso hacia adelante en pos de la aventura de lo desconocido sin el miedo que asola a los que se apoltronan en su sillón de cuero. Somos la voz que debe denunciar la ignominia, la hipocresía, que debe luchar por la justicia y por la verdad. Si precisamente nosotros preferimos la ceguera a la razón, el amor irracional a unos colores antes que asumir la realidad y tratar de resolverla, entonces poca esperanza en el futuro nos queda.

La libertad

Nos despertamos y casi desde ese mismo instante nuestro entorno nos bombardea:

– Los anuncios nos dicen qué consumir.

– Los diarios nos dicen qué pensar.

– La radio nos dice qué bailar.

– La gente nos dice qué está bien, qué esperan de nosotros.

Vivimos en una sociedad donde todo está enlatado y prefabricado para ser directamente consumido. Donde la realidad viene impuesta por modas que nacen en algún despacho y que asimilamos como nuestras. Donde la voz autorizada no es sino el murmullo de decenas de miradas agazapadas.

¿Dónde radica nuestra libertad?

La libertad surge de nuestra visceralidad, de nuestra capacidad de hacer, decir, comprar, bailar, escribir lo que nos rote de los santos innombrables «a pesar» del mundo.

Y entrecomillo a pesar porque esto es lo fundamental: a pesar de ellos, de los que son iguales, gotas idénticas en un mar movido por la inercia, de los que escriben lo que es políticamente correcto, de los que nos dicen qué hacer porque así se sienten importantes. El miedo a lo diferente les hace señalar aquello que no entienden.

Así que ríe, haz, grita, compra, escribe, siente y baila al son que marque tu estómago.

Ese es el camino hacia la libertad.

Crítica: Lincoln

blog_lincolnHablar de una película de Steven Spielberg con Daniel Day-Lewis como protagonista son palabras mayores. Uno sabe que lo que va a ir a ver al cine es algo de calidad.

Si además se junta que la música corre a cargo de John Williams y que, encima, entre los actores de reparto se encuentra Tommy Lee Jones uno se empieza a ilusionar.

Lincoln (2013) es el resultado.

Una película que pese a sus más de dos horas y media de duración se hace corta. Con la actuación sublime de su protagonista y una puesta en escena magnífica.

Pero hoy no vengo tanto a hablaros de las bondades de la película en sí, que son bastantes sino del poso de reflexión que deja una vez la has visto.

En Lincoln se nos narra el proceso de desarrollo y aprobación de la decimotercera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América en medio de la cruenta Guerra de Secesión a finales del siglo XIX.

Esta guerra vino precisamente producida por la divergencia de opiniones entre los estados del norte y del sur acerca de la cuestión de la esclavitud.

Resulta verdaderamente interesante ver plasmadas opiniones que ahora mismo nos parecerían propias de bárbaros en personajes políticos históricos de no hace más de 250 años.

«Homo homini lupus» [http://es.wikipedia.org/wiki/Homo_homini_lupus] decía Hobbes y durante los miles de años que el ser humano ha poblado la tierra, para nuestra desgracia, así ha sido.

Somos un lobo para nosotros mismos. En nuestro interior radica el mayor de los bienes pero junto a él se esconde el más peligroso de los males. Es complejo entender el proceso que lleva a un ser humano a dar rienda suelta a esos instintos tan animales en contra de elementos de su misma especie.

Entiendo que habrá muchos estudios psicológicos que profundicen en la materia y sean capaces con mayor o menor tino de explicar esta cuestión. Aún así, sigue siendo un problema sin solución sencilla.

Lincoln nos muestra una sociedad racista, machista y corrupta.

¿Qué nos diferencia de ellos 250 años después?

Pues no penséis que mucho.

Sí, es cierto, hay un presidente negro en la Casa Blanca, la mujer tiene una integración social mucho mayor, y la corrupción, bueno, la corrupción es otro tema.

Pero aún así estamos todavía tremendamente lejos de alcanzar el grado de progreso que nuestra inteligencia superior, o al menos aparentemente superior, se merece.

Todavía tendemos a despreciar lo ajeno, a temer lo que desconocemos, a volcar nuestras iras en aquellos que son «diferentes» a nosotros: las mujeres no deberían trabajar, los extranjeros no deberían venir, la culpa de todos los males la tiene el que no es como yo.

Todo es una cuestión de responsabilidad. Responsabilidad humana. Saber que nosotros y sólo nosotros somos los responsables de nuestro destino. Que cuando echamos la culpa a las circunstancias, al de al lado por ser diferente, a la de enfrente por no ser como yo, sólo estamos demostrando la cobardía propia del débil.

El problema, y ese es el poso reflexivo del que os hablaba, es que para alcanzar el progreso que nos lleve a una situación ideal necesitamos el consenso, necesitamos llegar a él a partir de nosotros mismos, todos y cada uno sin distinción.

Es la esencia de la democracia. Del valor de la mayoría. Del poder de la igualdad.
Me pregunto si llegará el día en que esa mayoría deje de ser débil y cobarde y se convierta en la poderosa herramienta de la humanidad para alcanzar su cénit como civilización.

La sociedad y Rafa Mora

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Ayer fui uno de los cuantos que se escandalizó al ver el reportaje especial de Callejeros: «Tetes y tetas» que ponía de relieve la creciente oleada en la sociedad valenciana de hombres y mujeres cuyo único objetivo vital era el culto al cuerpo con la superficialidad por bandera.

Escuché verdaderas barbaridades: «…acostarse leyendo un libro es de peleles… » o cosas del estilo.

Sin embargo hubo algo que me hizo parar un segundo y reflexionar.

El famoso Rafa Mora (famoso por un programa de televisión que ensalza precisamente los valores que os comentaba al principio) era entrevistado en medio de una discoteca y soltaba esta frase para la posteridad: «Me siento súper orgulloso de que hayan chavales que les haga más ilusión ser Rafa Mora que estudiar y ser abogado». Obviando el tufo de prepotencia desmesurada que debería ser causa de estudio psicológico, lo que me hizo reflexionar fue que en realidad esa frase tiene todo el sentido del mundo y es tremendamente cierta.

Cualquier sociedad a lo largo de la historia se ha comportado como un organismo vivo eficiente: deshecha aquellos componentes que no le resultan útiles y productivos y fomenta aquellos que sí. Es una cuestión de supervivencia de la propia sociedad y desde los albores de los tiempos, sin este comportamiento, la humanidad habría dejado de existir.

Así pues, ¿qué utilidad pueden representar los Rafa Mora del siglo XXI? fue lo siguiente que me pregunté. Esa respuesta es sencilla: son los payasos, los bufones de esta nueva era. Son motivo de chanza, de comentarios entre risas en cualquier momento, de acaloradas discusiones sobre si son una nueva especie en la que ha habido un retroceso evolutivo… Son los que nos divierten.

En la Edad Media se dedicaban a hacer cabriolas y permitir que se les lanzase comida para deleite de las clases opulentas. Ahora, en una sociedad tan globalizada como la nuestra, su humillación es pública.

Mientras esos abogados, ingenieros, médicos, esos «peleles» se dedican a construir con sus manos un futuro mejor y a dejar en el legado de la humanidad su orgullosa firma del progreso, Rafa Mora y sus lamentables imitadores hacen de su dignidad su negocio.

Muchos me dirán que sí, pero que bien que viven a todo tren, que la cantidad de dinero que ganan, que ya nos gustaría a muchos, que esto es fruto de la envidia que les tenemos…

Pues mirad, a mi no me produce ninguna envidia. Es muy posible que muera sin ser famoso (si mi plan de gobernar el mundo fracasa), pero al menos intentaré hacerlo con la dignidad intacta. Y eso no lo paga todo el oro que pueda dar este mundo.

Mientras ellos, que sigan haciendo el payaso.

Propósitos para 2013

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Y ya volvemos a estar aquí, un año después, revisando un poco cómo ha terminado este 2012 y planificando lo que queremos que sea el 2013.

Analizando la lista de propósitos de este 2012 podríamos decir que, en líneas generales, el resultado es positivo.

Aunque sigo sin ser del todo puntual, he mantenido un ritmo más o menos continuo de ejercicio, he conseguido superar las 20 libros leídos este año, ya soy todo un señor CCNP, he estado hace relativamente poco visitando la Toscana, y bueno, creo que mi inglés ha mejorado con respecto al año pasado.

En la parte del debe están los proyectos por terminar, que han crecido durante este 2012 y que deben tener una continuidad en 2013 y, sobretodo, esa sensación de tomarme la vida en momentos críticos con mucha más filosofía de lo que me la he tomado este año.

Así que aquí van los nuevos propósitos para este año 2013:

1. Disfrutar de la vida. Es el primero porque es el más importante. Este 2012 ha tenido momentos geniales y momentos bastante complicados que me han llevado a la conclusión de que estamos en este mundo para disfrutar de cada uno de los momentos que nos brinda la vida rodeados de la gente que queremos.

2. Crecer cultural y profesionalmente. Uno de los leitmotivs de la vida es, sin lugar a dudas, la percepción de crecimiento personal. Y esto en gran medida se consigue mejorando tus capacidades y tus aspiraciones. Este año que empieza va a ser importante en esto y por ello quiero formarme incansablemente desde el día 1.

3. Mens sana in corpore sano. Quiero tener un equilibrio mental/físico que me lleve a cumplir el primer objetivo con garantías. Por eso quiero imponerme una disciplina deportiva mayor de la que ya tengo y seguir a rajatabla el ruego:

«Señor dame fuerza para cambiar aquello que pueda cambiar, la serenidad necesaria para aceptar aquello que no y sabiduría para comprender la diferencia».

4. Leer 50 libros.

5. Tocar 12 piezas de piano. (1 al mes).

6. Visitar un nuevo país.

7. Certificarme. Conseguir el pleno de CCNAs y quizá el CCDP, amén de otras certificaciones: inglés, Juniper, VMWare, Microsoft…

8. Concentrarme para llevar el blog/redes sociales/proyectos personales al día.

9. Concluir con éxito uno o varios proyectos profesionales.

10. Ser capaz de hacerlo todo y sentirme bien con cada cosa que hago. En definitiva: ser feliz.

Sí, entiendo lo que estaréis pensando, pero en lugar de creer que he apuntado demasiado alto, tengo la sensación de que este 2013 debe ser un año en el que ser ambicioso. En el que marcarse objetivos que verdaderamente supongan un desafío, con la esperanza de acabar habiéndolo, al menos, intentado con todas las fuerzas.