Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Categoría: Opinión (página 6 de 11)

Propósitos para 2016

Esto se acaba.

Otro año más nos deja y con él, escritos en nuestra memoria, miles de recuerdos, millones de momentos, cientos de historias que recordar y que olvidar.

Este 2015 se marcha y es momento, en su último suspiro, de reflexionar con la óptica ventajista que da la retrospectiva acerca de aquello que hicimos bien y también acerca de aquello que hubiéramos hecho de forma distinta. De sentirnos orgullosos de nuestros aciertos y de nuestros errores. De mirar al futuro con la ilusión de lo que está por venir.

Los propósitos de 2015

Como ya hiciera otros años, hoy me toca repasar la lista de cosas que me dije que traería consigo este año y enfrentarme a la realidad.
Un año después:

  1. Sacarme el curso de la Universidad limpio.
    ¡Conseguido! Probablemente una de las cosas de las que más orgulloso me siento.
  2. Obtener el CCDA y el CCDP (Esto ya lo dije para 2013, imagina…)
    Casi conseguido Pues mira que este año se ha cumplido a medias. Me he sacado el CCDP (aunque para obtener la titulación completa necesitaría el CCDA).
  3. Escribir un post al día.
    No conseguido. No sé si ponerme reír o a llorar.
  4. Leer 30 libros.
    No conseguido. No sé si ponerme reír o a llorar. Pero más fuerte.
  5. Meditar 1 vez al día
    No conseguido. No hay manera.
  6. Obtener el Practitioner de PRINCE2
    ¡Conseguido! Una certificación más 🙂
  7. Practicar piano al menos 3 veces por semana.
    No conseguido Y eso que en algunos momentos lo he intentado.
  8. Aprender a dibujar
    No conseguido
  9. Dar forma a los tres proyectos que rondan mi cabecita loca.
    No conseguido
  10. Plantar una flor, que florezca y se mantenga radiante.
    Casi conseguido. Está en proceso.

Así que analizando los resultados así por encima parece que he completado un 30% de mis objetivos para este 2015 lo cual, en realidad, no está nada mal. Junto con ellos, otros objetivos que fueron apareciendo por el camino han terminado siendo una realidad este 2015.

Lo cierto es que si me centro en el objetivo real, el que de verdad me impuse hace ya un año, 2015 ha sido un éxito. Me repetí hasta la saciedad que lo importante era disfrutar del camino, de las personas que decidieran compartirlo conmigo, atesorar esos momentos y aprender con ellos a saborear cada paso, cada giro imprevisto, cada novedad inesperada. En eso puedo estar seguro que he cumplido. Si miro hacia atrás, este 2015 ha traído con él personas geniales que han pasado a formar parte de mi vida, de mi día a día. Personas que se han sumado a otras muchas que ya estaban y sin las cuales yo no sería yo. Todos, los nuevos y los no tan nuevos, son los verdaderos culpables de que el resumen de mi 2015 lo represente una sonrisa que a veces se ha convertido en carcajada.

Lo que espero de este 2016

Como al final esto se trata de plantearme objetivos para el 2016, aprovecharé para dejar escrito cuál es mi principal objetivo para este año que entra. Durante este último año he caído en la cuenta de lo importante que es el tiempo. Aprender a administrarlo dedicándoselo a las cosas, a las personas, a los momentos que de verdad te hacen crecer, que de verdad te hacen sonreír, es mi gran reto para este 2016.

Y por último, pero no menos importante, la lista de 2016, a la que me tendré que enfrentar en un año:

  1. Sacarme segundo de carrera limpio. Ya que estamos, por pedir que no quede.
  2. Leer 30 libros. Si, repito. No voy a plantearme alcanzar los 50 como hacen algunos que tiene más tiempo libre que el presidente del gobierno, pero 30 es una cifra redonda.
  3. Hacer muchas fotos. Tantas que tenga que llenar las paredes de mi casa de recuerdos.
  4. Escribir, crear. Ya me da igual cuantos posts, cuantos podcasts, simplemente quiero hacerlo por el mero hecho de disfrutar de algo que me apasiona.
  5. Meditar. Dicen que a la tercera va la vencida. Este es el año.
  6. Aprender. Aprender mil cosas nuevas: matemáticas, programación, redes, desarrollo, gestión de proyectos…
  7. Crear un laboratorio. Siempre he tenido el deseo de montarme algo en casa para hacer pruebas. Este año lo hago sí o sí.
  8. Mi querido piano. Ahora ya no hay excusa, este año toca tocar, sin parar.
  9. Ese pequeño gran proyecto. Ya no son tres sino uno. Uno que cada día que pasa se va haciendo más grande.
  10. Mantener viva a esa flor. Si 2015 fue el año en el que se plantaron las semillas y comenzaron a germinar, 2016 ha de ser el año en que florezca.

Sólo me queda desearos que este 2016 venga cargado de miles de nuevas historias, cientos de momentos, decenas de nuevas personas con las que seguir dando pasos en este camino sin principio ni final. Entre ellas espero estar yo, disfrutando de cada paso con vosotros.

Porque al final:

Quizá todo es estar juntos sólo un rato; ya sea una noche, un año o toda la vida.

De cuando las risas eran risas de verdad

Hace unos días tuve la inmensa suerte de reencontrarme con mi infancia.

No es fácil, ya os lo digo.

Es como un golpe de realidad. De repente caes en la cuenta de que hace un tiempo los límites de un pequeño pueblecito de una sierra perdida eran los límites de un mundo infinito.

Ves en esas caras familiares el paso inexorable del tiempo. Son ellos, los mismos que hace tanto tiempo que te niegas a calcularlo, corrían detrás de ti mientras intentabas esconderte en el hueco entre dos casas de piedra.

Dejamos por un momento nuestras vidas, ya tan distintas, y nos juntamos entorno a una paella. Una estupenda paella hecha por un tío de Segovia usando tomate frito y cebolla. Así somos nosotros.

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Y entre las risas, las historias, los momentos recordados, te das cuenta del cambio, de que la imagen, aunque parecida ya no es la misma.

Alguien cambió los «¿y a tí cuántas te han caído?» por «¿y tú dónde trabajas?». Ahora las bicicletas, aquellas maravillosas bicicletas que te llevaban al pueblo de al lado, allá en la lejanía, para poder comprar golosinas, aguardan cogiendo polvo en las grandes naves mientras que somos nosotros los que conducimos coches.

Nos reunimos donde antaño se reunían nuestros abuelos para jugar la partida. Recuerdo con esa mezcla de nostalgia y alegría cómo para nosotros se trataba de un evento casi mágico. Y allí estábamos nosotros, de sobremesa, hablando sobre política, sobre el trabajo, sobre los problemas perennes del ser humano, como lo hacían ellos mientras se jugaban jarras de vino a una mano de truque.

La vida entonces parecía sencilla y al abrigo de un techo plagado de estrellas imaginábamos lo que haríamos «cuando fuésemos mayores».

La única botella que conocíamos era la que colocábamos en el centro de la plaza y que, bendita ironía, había que golpear lo más lejos que pudiéramos para salvarnos.

Nuestra mayor preocupación era a quién le tocaría ponerse de portero o quien tendría que pagar esa noche al jugar al rescate.

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Eso decía el genio Machado. Y ese momento de retorno pasó pero dejó en mi el poso de una realidad dulce.

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Muchas veces no somos conscientes de la lenta erosión del tiempo. De las risas que ya forman parte del pasado, de las miradas que nunca volverán a posarse en nuestros ojos. Y en esas sucede un día como aquel sábado en medio de Agosto y te reúnes con gente que te recuerda que, a pesar de todo, siguen ahí. Perdidas en el día a día de un ingeniero, de un químico o de un policía nacional, tal vez escondidas en las grietas de la rutina que nos trajo el hacernos mayores.

Pero todavía nos quedan risas de esas que eran risas de verdad.

Silencio por favor: esto es un cine.

Tal vez soy un bicho raro, pero si voy al cine es para disfrutar de la experiencia de ver una película en una sala con una pantalla gigante y un sistema de audio increíble.

Últimamente me he dado cuenta que me estoy volviendo cada vez menos tolerante con las personas que no entienden el cine como yo.

Aquellas que deciden que el cine es un buen sitio para merendar y, por tanto, se traen sus buenos platos de nachos o su menú del McDonalds.

Aquellas que entienden que el cine también es un lugar de reunión y de interacción social y se dedican a charlar de temas varios mientras la película intenta captar su atención.

También me he vuelto poco tolerante (quizá menos que nunca) con los que no entienden el concepto «apaguen sus teléfonos móviles» y los ves chateando por Whatsapp o revisando el Facebook en medio de la proyección. O lo ya inconcebible, hablando por él.

Si fuera por mi, prohibiría la comida en los cines e instalaría inhibidores de frecuencia para desactivar los datos de los teléfonos.

No soy ningún purista del cine, pero me gusta. Me gusta la sensación de estar en un sitio donde sumergirte en una historia, donde envolverte de futuros distópicos, de pasados dramáticos o de intensas historias de terror.

Me gustan prácticamente todos los géneros y soy muy dado a valorar una película por su capacidad de despertar en mi alguna emoción.

Pero difícilmente voy a poder involucrarme plenamente en la historia que me están contando si tengo a mi lado el tufo del queso de unos nachos y el constante crujir de los mismos y, al otro lado, a dos super amigos que se tienen que poner al día justo en el momento más tenso del thriller proyectado.

De verdad, hago un llamamiento a estas personas, por si les queda un resquicio de humanidad, de respeto por el arte… Hay miles de cafeterías, de restaurantes, de lugares geniales para hacer todas esas cosas que no deberíais estar haciendo en una sala de cine.

Aprovechad la oportunidad y hacedme el favor.

Al cine, a ver la película.

Hacia dónde se dirige la distribución de contenidos

Somos un país de piratas.

No lo digo yo, lo dicen muchos estudios realizados en nuestro país que nos colocan a la cabeza de los países consumidores de contenidos protegidos por derechos de autor de forma ilegal.

Ahora bien, mi pregunta es: ¿lo somos por voluntad o por necesidad?

No quiero entrar en el debate de si la cultura debe ser gratuita o no.

Mi objetivo es otro, la pregunta que lanzo va en otra dirección: ¿dispone España de las plataformas necesarias para proporcionar un servicio de distribución de contenidos a la altura de los tiempos que corren?

Mi respuesta en este caso es mucho más sencilla: no.

Falta de innovación

En España llevamos unos cuantos lustros a la cola de la implantación de las nuevas tecnologías.

Junto a las conexiones con anchos de banda lejos de los países más desarrollados, nos encontramos con la práctica inexistencia de plataformas que faciliten el consumo de contenido.

Con la llegada de Spotify vimos la respuesta a esta necesidad. El gran logro de Spotify en realidad son dos: cantidad y facilidad. Una aplicación multiplataforma sencilla de utilizar unida a la posibilidad de escuchar prácticamente de todo.

¿Por qué no existe algo similar para series/cine?

Pese a que no tengo una respuesta consistente, intuyo que tiene mucho que ver con la segmentación del mercado y con los intereses de los grandes (ahora más bien el gran) sistemas de pago por visión con Movistar+ a la cabeza. Un sistema que te permita consumir sólo aquello que realmente quieres pagando por ello un precio sensato, mucha gracia no les hace.

Y en esas estamos, utilizando canales alternativos por la falta de soluciones reales que cubran las necesidades de los consumidores.

Pero eso sí, la piratería es culpa de el español medio, que lo quiere todo gratis.

El futuro

Parece que la llegada de Netflix a España puede suponer un pequeño cambio en el panorama actual.

Digo pequeño debido a que su catálogo es reducido. No obstante se presenta con un modelo de negocio similar al de Spotify y esto es lo que resulta verdaderamente interesante.

Los próximos meses se aventuran divertidos en cuanto a movimientos de las operadoras y de sus ofertas. La gran incógnita es si se acercarán a un modelo más adecuado a lo que la actual tecnología les permite o seguirán ancladas en fórmulas del pasado.

9 cosas que hacen las personas productivas, o no.

Resulta curiosa la cantidad de artículos relacionados con la productividad personal que pretenden darnos una visión de lo que esos seres tan geniales conocidos como «personas hiperproductivas» realizan en su día día.

Es como si imitándoles, encontrásemos la piedra filosofal y nos convirtiéramos en los próximos Steve Jobs.

Veamos, como ejemplo, este artículo publicado en Techcrunch y titulado de forma rimbombante como 9 things the most productive people do every day (Las 9 cosas que las personas más productivas realizan cada día).

1. Leer

  • Esto es bastante obvio ya de por sí pero, por si acaso, lo recalcan. Leer culturiza, leer mejora nuestra creatividad, nuestra capacidad de expresión tanto oral como escrita, nos mejora como personas. Me parece bien aunque no encuentre una relación directa con la productividad personal.

2. Dormir

  • Sigamos con lo evidente. Las personas super productivas… ¡duermen! Lo creas o no, necesitan dormir. No contentos con ello recomiendan echarse una siesta de entre 1 y 2 horas algo que, desde mi punto de vista, no es que no sea positivo sino que es hasta desaconsejable.

3. Comer en casa

  • Para empezar: quien pueda. Pero más allá de eso ¿por qué? Según explica el artículo porque tardan en servirte (asumiendo que comes fuera y no tu comida en el trabajo). Lo increíble es que aseguran que ahorras entre 1 y 2 horas por hacer comidas de ¡ 10 minutos ! Otro gran consejo… para morir temprano.

4. Desházte de cosas

  • Junto con esta nueva corriente de coaching y productivdad ha venido aparejada una adaptación de la cultura oriental asociada al Zen y a eso que aquí en occidente se ha llamado mindfulness. Lo cierto es que está genial eso de aplicar cosas como simplificar, deshacerse de lo que no es importante, etc. Pero una cosa es ser una persona organizada y otra pretender que por tener la mesa completamente vacía y siguiendo el Feng Shui, te aparezca la inspiración y te conviertas en super productivo. No funciona. Os lo digo yo.

5. Sin noticias

  • Olvídate de la actualidad. Olvídate de lo que sucede en el mundo, porque a ti te da igual, eres alguién súper productivo al que se la trae floja lo que a día de hoy pasa en su entorno. Consejazo ¿eh?

6. Sin reuniones

  • Que las reuniones son a veces una completa pérdida de tiempo es un hecho. Ahora bien, algunas son necesarias y correctamente enfocadas son tremendamente productivas (luego estos gurús del coaching vienen con que si brainstorming y sinergias).

7. Sin teléfono

  • Probablemente lo único sensato del artículo pero que se ha repetido hasta la saciedad. Olvidarse de las redes sociales y del teléfono sí que produce un aumento increíble de la productividad siempre y cuando lo asocies con estar centrado y dedicado a tu trabajo.

8. Email

  • Yo no sé la obsesión que tiene la gente con la gestión del correo electrónico. Asumo que se tienen que pasar media mañana dándole al botón actualizar porque de otro modo no lo entiendo. Al final se trata simplemente de reservar esos momentos muertos entre tareas importantes para manejar los correos que te llegan y organizarlos correctamente. No es tan complicado.

9. Experiencias

  • O ¿a qué huelen las cosas que no huelen? Porque lo que en realidad quiere decir es sencillamente que la productividad mejora con un cambio de enfoque que es, a su vez, recalcar la importancia de una actitud positiva en la vida. ¡Vaya descubrimiento! ¿eh?

Conclusiones

Al final uno termina dándose cuenta de que todos estos artículos repiten hasta la saciedad los mismos conceptos, conocidos de hace años, pero usando palabras grandilocuentes para convencernos de que existe una respuesta simple para la clave del éxito profesional. Humo y más humo en una sociedad que siempre anda buscando atajos.

Para no ser menos, aquí van mis tres consejos para ser una persona altamente productiva:

  1. Ama lo que haces.
  2. Disfruta mientras lo haces.
  3. Nunca dejes de soñar despierto.

¿Veis? Yo también se vender humo a lo Coelho.

Reseña: En verdad os digo… de Goyo Jiménez

Yo soy yo y mis circunstancias…

Bendita la risa, la carcajada. Bendita esa media sonrisa que termina en lágrimas al final de un chiste.

Si el sentido de la vida es ser feliz su ingrediente fundamental es, sin lugar a dudas, la risa.

El Teatro Olympia rendía este fin de semana un grato homenaje a la alegría con el espectáculo de Goyo Jiménez «En Verdad os digo».

Y allá que fuimos con la ilusión de pasar un rato agradable y echarnos unas cuantas de esas risas tan sanas.

Pero nos equivocamos de pleno.

Una cosa es pasar un rato agradable. Otra pasarte dos horas partiéndote la caja torácica a pleno pulmón hasta que casi no puedes ni respirar.

Conocía a Goyo Jiménez como muchos, de El Club de la Comedia y, sobretodo, gracias a YouTube. También lo recuerdo gratamente como el Capitán Fanega, ese personaje que Mota introdujo como Némesis del Tío de la Vara. Siempre me ha parecido un tipo muy gracioso, sobretodo con esas analogías tan geniales con los norteamericanos.

Ahora bien lo del otro día superó con creces todas mis expectativas. Dos horas, dos horas sin parar de hablar, sin dejar espacio para el respiro, carcajada tras carcajada en un auténtico monumento a la felicidad.

Goyo Jiménez no es solo un tipo gracioso, es un tipo culto e inteligente. Está calvo, lo cual implica que el Karma sigue funcionando (no lo podía tener todo) y derrocha tal cantidad de buen rollo que sales de allí queriendo comerte el mundo.

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Juntar humor, inteligencia y cultura en dos horas en un teatro es lo más cercano a ser feliz por completo. Al menos para mi.

No quiero desvelaros nada del espectáculo, ni un pequeño chiste, porque merece la pena que disfrutéis de la experiencia completa, que probéis esa medicina mágica que sirve para los dolores del alma.

Bendita la risa, la carcajada, y bendito querido Goyo, que el sábado pasado, en dos horas que nos parecieron quince minutos, y con la que está cayendo, nos hiciste un poco más felices.

Cenando en: Kamon

Este pasado fin de semana tuve la oportunidad de disfrutar de una estupenda velada en el restaurante japonés Kamon. Llamamos para reservar el mismo sábado por la tarde y tuvimos la suerte de tener mesa en el primer turno (por lo general recomiendan reservar con 3 o 4 días de antelación).

Local

El local, situado en la Calle Conde Altea, 32, proporciona el entorno ideal para sumergirte en la cocina japonesa. Una decoración cuidada y un ambiente relajado con buena música de fondo nos acompañaron durante toda la cena. La mezcla entre vanguardia y tradición está presente en la distribución: grandes murales de estilo japonés contrastan con un mobiliario moderno. Además ves a los cocineros trabajando in situ en la barra.

Carta

La primera sorpresa nos la encontramos en la carta. El precio del lugar está muy por debajo de lo que uno espera por su situación y el tipo de cocina.

Lo interesante de la carta (más allá del mencionado precio) es que siguiendo con esa idea de mezclar modernidad y tradición, ofrecen platos en los que se refleja esta mezcla. Además te ofrecen una serie de platos fuera de carta muy interesantes.

Nosotros decidimos pedir:

  • Usuzukuri de pez manteiquilla con pasta de trufa y foie
  • Tempura de verduras y langostinos
  • Maki Doble Tuna
  • Nigiri de atún con wasabi fresco y tomate confitado con aceite de carbón

Todo un éxito de principio a fin. En especial el Maki Doble Tuna que supuso una auténtica sorpresa para mi.

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Atención

Otro de los aspectos importantes de la experiencia en Kamon es la atención. De principio a fin excelente. Cuidando los detalles y tratando de proporcionar un servicio a la altura del nivel culinario que ofrecen. El trato fue exquisito y salí del local con la sensación de que había descubierto una joya en pleno centro de Valencia y que, sin ningún género de dudas, volvería.

Valoración

En resumen podréis ver que la experiencia en Kamon ha sido muy grata y que la relación calidad-precio que pudimos tener es de las mejores que recuerdo. Sin lugar a dudas para alguien neófito como yo en la cocina japonesa ha sido una auténtica revelación.

El Autocompromiso

Hace unos cuantos meses decidí tomar una decisión extraña. Digo extraña porque en principio se apartaba un poco de lo que normalmente se espera que uno haga: decidí volver a matricularme en la universidad y, además, hacerlo en un área que poco o nada tenía que ver con la actividad profesional que desarrollo.

Se trataba de algo personal, algo conmigo mismo, sin nadie más involucrado. Una especie de autocompromiso

Lo complicado de este tipo de compromisos es que no tienes a nadie que alcance a entender por completo el por qué de ellos. Es difícil de comprender la razón que hay detrás de emplear tu tiempo libre, el que ya honradamente te ganas dedicando más de 8 horas de tu vida diaria, en seguir esforzándote en un objetivo distinto, alejado de lo que normalmente haces, alejado incluso de lo que se presupone que debería gustarte.

Ha habido gente que se ha cuestionado los motivos, que incluso ha pensado que eran más locura transitoria que verdadero compromiso con uno mismo. También los ha habido que han llegado a ridiculizar, si no menospreciar, lo complejo del desafío. No han logrado entender el verdadero por qué.

Siempre he pensado en la vida como si de una carretera se tratase en la que, pese a sostener el volante del coche, no tienes ni idea de qué dirección puede tomar el camino. Nuestra capacidad de control es tan reducida que hay momentos en los que uno no sabe si va o viene, si se acerca o se aleja, o, en muchos casos, si realmente hay un destino al que dirigirse.

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Han pasado ya más de 8 meses desde que tomé esa decisión y he llegado a la primera de las paradas. Echando la vista atrás he disfrutado como un enano de esta experiencia que me ha llevado a terminar con éxito el primer curso del Grado en Psicología a través de la UNED. Ha sido un viaje excitante, un viaje de descubrimiento interior, de cambios, de enfoques distintos.

Por primera vez en mi vida he encontrado que la verdadera motivación, la que funciona, al menos la que me funciona a mí, es la que he establecido conmigo mismo, delimitando mis metas con la única recompensa de mi propia satisfacción y entendiendo que la magia está en saborear cada paso del camino.

Sólo me ha costado 30 años descubrirlo.

A por la siguiente estación.

Top 10 Libros leídos en 2014

Al igual que hice hace unos días con la lista de las que considero han sido las mejores películas estrenadas en 2014, es ahora el turno para los libros que he conseguido leer este año. Aunque me he quedado lejos de la cifra que en su momento me propuse como reto, 2014 tampoco ha sido un mal año en cuanto a lectura se refiere aún a pesar de las circunstancias.

Estos son los diez mejores libros que me he leído este 2014.

  1. Robots e Imperio (Isaac Asimov), último de los libros de una saga que enlaza de una forma sublime con la otra gran serie de Asimov: La Fundación. Broche perfecto a las aventuras de Elijah Bailey y R. Daneel Olivaw junto con R. Giskard Reventlov. Personajes llenos de carisma, emocionantes aventuras en un entorno futurista cuidado hasta el más mínimo detalle. Toda una auténtica gozada. [ Reseña ] [ Comprar ]
  2. Flores para Algernón  (Daniel Keyes), pese a que muchos encuadran este libro en el género de la ciencia ficción para mi es mucho más un ensayo psicológico encubierto. Increíble forma de contar la historia del ratón Algernón y de Charlie Gordon y como la ciencia los une hasta las últimas consecuencias. Un verdadero viaje a las emociones y el intelecto con un final acorde a la aventura y a las expectativas y con un estilo de narración único. [ Reseña ] [ Comprar ]
  3. Los robots del amanecer (Isaac Asimov), tercer libro de la saga de los robots en el que Asimov comienza a preparar el terreno hacia el impresionante final de Robots e Imperio. Además de eso presenta una intrigante historia en la que los asesinatos, las traiciones y la intriga por el control de un espacio en expansión son el núcleo del argumento. [ Reseña ] [ Comprar ]
  4. 2001: Una odisea en el espacio (Arthur C. Clarke). Tras ver Interstellar me obligué a ver la película de Kubrick 2001: Una odisea en el espacio. He de reconocer que la película no me gustó nada y, tal vez por ese mal sabor de boca, decidí leerme la novela homónima que, según he leído, la escribió Clarke simultáneamente a la película. Nada que ver. Noche y día. Ciencia ficción en estado puro de la que disfrutas de verdad. [ Comprar ]
  5. Hyperion (Dan Simmons). Más ciencia ficción. Parece que este año los grandes ganadores en mi lista han sido todos de este género. Con Hyperion disfruté de una lectura organizada en relatos cortos, diferentes cada uno, aunque relacionados todos con el misterioso planeta Hyperion. Esa estructura le permite a Simmons plantear historias completamente distintas, con fondos diversos y que van desde la religión hasta la física de los viajes interestelares. [ Reseña ] [ Comprar ]
  6. Inteligencia Emocional (Daniel Goleman). Tal vez fue por el momento personal en el que me lo leí pero con Inteligencia Emocional tengo una relación especial. Disfruté muchísimo de su lectura hasta el punto de que era capaz de abstraerme de todo una vez que me sumergía en sus páginas. Quizá su lectura propició que tomase la decisión de volver a empezar a estudiar. [ Comprar ]
  7. La Ladrona de Libros (Markus Zusak). No hace falta hablar mucho de este estupendo libro que me leí a principios de año. Los que no lo hayan leído seguramente habrán visto la película. Una forma diferente de abordar el drama de la 2ª Guerra Mundial y el Holocausto nazi, con una óptica similar a La Vida es Bella pero desde una perspectiva opuesta. [ Reseña ] [ Comprar ]
  8. Ramsés, hijo de la Luz (Christian Jacq). Primero de los libros de la serie de Jacq sobre el gran faraón egipcio Ramsés III. Interesante visión sobre los momentos previos a su elección como heredero de su padre Seti, de las intrigas por arrebatarle el poder, de su paso por la adolescencia y su posterior maduración hacia una edad adulta compleja y llena de peligros. [ Reseña ] [ Comprar ]
  9. Un dulce sabor a muerte (Ellis Peters). Sin ser un libro extraordinario cumple con creces el objetivo de entretener. Me recuerda, salvando mucho las distancias, a El Nombre de la Rosa de Umberto Eco. Lectura ligera, divertida, fresca y atrapante. [ Comprar ]
  10. El Teorema Katherine (John Green). Si con Bajo la misma Estrella Green fue capaz de sacarme las lágrimas, con el Teorema Katherine ha sido capaz de arrancarme algunas sonrisas. Lejos, sin embargo del primero, con éste puedes pasar un rato entretenido. [ Comprar ]

Toni Kroos: el centrocampista

Las Supercopas, tanto la europea como la patria, son ese típico trofeo ambiguo: importante para el que los gana, poco relevante para el que los pierde.

En realidad son ese término medio entre trofeo de verano y título oficial que sólo aporta cantidad, que no calidad, a las vitrinas de un equipo.

Total que en estas que estamos a medidados de Agosto y la UEFA (magnánima en su preocupación por el aficionado que se mantiene trabajando al pie del cañón) decide adelantar la Supercopa de Europa.

Cuatro pobres partidillos y seis días de entrenamiento es lo que llevan los jugadores, así que pedir, se puede pedir poco de un partido así.

Pero ayer hubo un pequeño detalle interesante. Más allá del vencedor del trofeo y de que Cristiano iniciara con premura su cuenta anotadora e incluso más importante que las dos o tres paradas antológicas de Iker que según la prensa deportiva salvaron al Madrid del desastre, fue la aparición de un medio centro alemán recién fichado este año: Toni Kroos.

He de reconocerlo, siento especial debilidad por el medio campo: por la creación. Y en estas lides el germano parece desenvolverse con una soltura que hacía tiempo no se veía en las filas merengues. Junto con Modric ayer hicieron un partido redondo. Criterio, pausa, técnica, visión. Todo. Un auténtico desborde de calidad y un placer para el que disfruta viendo buen fútbol.

Si a este chaval le dejan jugar y se asienta en la medular madridista, ojo que este año nos podemos poner las botas. Con una delantera de vértigo (el estado de forma de Bale es algo que roza lo marciano) y con una defensa de garantías (si nos deshacemos a tiempo del «espartano» y Coentrao sigue al nivel hercúleo actual), este Real Madrid pinta francamente bien.

Pero en el fútbol, ya se sabe…